En un mundo marcado por la creciente brecha de desigualdad, donde el 1% más rico acumula casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial en los últimos dos años, es innegable que se necesita un cambio significativo. Durante la última década, los súper ricos han acaparado el 50% de la nueva riqueza generada, una cifra que acaban de superar. En paralelo, la fortuna de los milmillonarios crece a un ritmo vertiginoso de 2700 millones de dólares al día, mientras que al menos 1700 millones de trabajadores en diversos países enfrentan la cruel realidad de la inflación superando a sus salarios.
¿Es posible cambiar este panorama? La respuesta podría estar en la filantropía comprometida de los multimillonarios. La aplicación de un impuesto a la riqueza de hasta el 5% a estos individuos podría recaudar anualmente 1.7 billones de dólares, lo que podría sacar a 2000 millones de personas de la pobreza.
Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos es si los filántropos están realmente comprometidos en la creación de un mundo más justo.
El autor y activista estadounidense David Korten, un destacado pensador en este ámbito, plantea una cuestión crucial. A medida que los más ricos del mundo dirigen miles de millones de dólares hacia organizaciones benéficas, aparentemente destinadas a aliviar las devastadoras consecuencias sociales y ambientales de un sistema económico fallido, la verdadera eficacia de esta filantropía merece ser examinada.
La realidad es que nuestra economía actual está diseñada para enriquecer a los multimillonarios, y la necesidad de la filantropía está aumentando a un ritmo alarmante. Esta es una verdad que los filántropos comprometidos con un mundo más saludable deben reconocer y abordar. Forbes informa que los 25 multimillonarios estadounidenses más generosos aumentaron sus activos financieros personales en unos 150 mil millones de dólares durante 2022, donando, en conjunto, 169 mil millones de dólares durante su vida. Sin embargo, ¿es esto suficiente?
La filantropía tradicional se centra en tratar las consecuencias del capitalismo, pero presta poca atención a la causa fundamental de la devastación: la concentración de propiedad con un propósito erróneo.
Korten argumenta que el único propósito válido de cualquier institución humana es servir al bienestar de las personas y de la Tierra. Cuando una institución no cumple con estos propósitos, tenemos la obligación de cambiarla o reemplazarla.
El ejemplo de las cooperativas Mondragón en España, donde la propiedad es compartida por los trabajadores que viven y trabajan en sus comunidades, ilustra cómo una empresa puede satisfacer las necesidades esenciales de sus miembros de manera más efectiva. Hubo un tiempo después de la Segunda Guerra Mundial en el que las principales corporaciones estadounidenses se comprometieron a beneficiar a todas las partes interesadas, lo que ayudó a crear una próspera clase media, aunque predominantemente blanca. Sin embargo, en las décadas posteriores, este compromiso fue reemplazado por un enfoque en maximizar las ganancias para los accionistas y los altos directivos.
Este cambio en el propósito de las corporaciones tuvo un impacto significativo en la economía global, ya que no pudo satisfacer las necesidades de miles de millones de personas y dañó la capacidad de la Tierra para sostener la vida. Para corregir este curso, es necesario cambiar el propósito de las empresas, pasar de un enfoque en el enriquecimiento competitivo al bienestar de todos, respaldado por una propiedad cooperativa de trabajadores y comunidades.
Los filántropos serios deben ir más allá de la caridad convencional y centrarse en apoyar la transición de instituciones que centralizan el poder a aquellas que lo distribuyen de manera más equitativa. Esto implica el liderazgo de aquellos con influencia en las instituciones actuales de poder.
La filantropía puede marcar una verdadera diferencia, pero solo si se enfoca en abordar las causas fundamentales de la desigualdad y la devastación. Los filántropos comprometidos con un mundo más equitativo deben mirar más allá de la caridad superficial y trabajar en la transformación de las instituciones que perpetúan el status quo. Después de todo, no habrá ganadores en una Tierra herida, y es responsabilidad de todos, ricos y pobres, unirse para construir un futuro que funcione para todos.
Redacción
En Positivo
Leer más: