domingo, 01 octubre 2023

Con un clima político deteriorado no podemos reparar el clima meteorológico. VÍCTOR LAPUENTE

Positivismo climático.
Nuestro problema no es el negacionismo, sino la hipocresía. Todos los ciudadanos desean contribuir a la defensa del medio ambiente. Hasta que se tienen que rascar el bolsillo.

Todos los políticos quieren luchar contra el cambio climático. Hasta que ganan las elecciones. Y todos los ciudadanos desean contribuir a la lucha contra el cambio climático. Hasta que se tienen que rascar el bolsillo.

Nuestro problema no es el negacionismo, sino la hipocresía. Somos conscientes del daño que causamos al planeta. Según una encuesta de YouGov en siete democracias europeas, apenas un 5% de la población niega el cambio climático y la inmensa mayoría apoya medidas para mitigarlo, pero, sobre todo, si no implican grandes sacrificios en nuestro estilo de vida. Y, según un estudio de EsadeEcPol, la ciudadanía española es partidaria de las subvenciones a los coches eléctricos, pero hostil a prohibir los diésel o subir los impuestos. Siempre que no nos toque pagar la cuenta, el menú lo vemos bien.

Además, estas actitudes se están polarizando. Quienes defienden políticas más ambiciosas son crecientemente de izquierdas. Cada vez es más raro encontrar ecologistas vestidos con traje de chaqueta cruzada, como Carlos de Inglaterra.

La geopolítica global también está virando hacia un rumbo más escéptico. Los países nórdicos, pioneros en responder a la emergencia climática, ya no lideran, como atestigua la intrascendente Presidencia sueca de la UE en el primer semestre. Y es que sus gobiernos, que se solían apoyar en formaciones conservacionistas, ya fueran verdes o partidos agrarios con vocación de proteger el medioambiente, ahora recurren a la extrema derecha negacionista.

Con un clima político deteriorado no podemos reparar el clima meteorológico. El compromiso de la comunidad internacional de evitar que el calentamiento del planeta superara en 1,5 grados los niveles preindustriales parece una quimera. Nos abrasamos con olas de calor interminables e incendios incontrolables.

Pero, precisamente por este fracaso colectivo, debemos evitar el pesimismo. Hoy tenemos más margen para el acuerdo que nunca: en la izquierda, los obsesionados sólo con reducir las emisiones tienen que aceptar que, además, hay que invertir en adaptar nuestras casas, horarios de trabajo y sistemas de salud al ascenso de las temperaturas; y, en la derecha, quienes creían sólo en las infinitas posibilidades del ser humano para hacer lo que quisiéramos con el planeta, han visto el lado oscuro del desarrollismo.

Sólo hace falta que se sienten a hablar.

VÍCTOR LAPUENTE
Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y por el Instituto Juan March (Madrid), y máster en Gestión Pública por la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad Pompeu Fabra y ESADE.
Publicado en: EL PAÍS

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