Vivimos tiempos complejos en los que enfrentar múltiples desafíos y aun así conseguimos salir adelante. A nivel mundial estamos inmersos en un proceso de transformaciones relevantes y de un cambio de época que obliga a los estados a una nueva revisión de lo caduco y el surgimiento de nuevas cosas que todavía están por crear.
La realidad puede explicarse de muchas maneras y es el relato que se hace en los medios el que modula nuestra percepción global, la visión que tiene ciudadanía de las crisis y del contexto histórico que nos toca vivir.
Ya sabemos que lo negativo tiende a ser más noticia que lo positivo. Hay, además, factores culturales subyacentes que pueden distorsionar el relato como, por ejemplo, la imperiosa necesidad de anticipar el futuro.
Hace años en un artículo para El País, la periodista y profesora universitaria Milagros Pérez Oliva se preguntaba “¿Contribuyen los medios a la crisis?” en relación al exceso de pesimismo que se observa en los medios de comunicación y la posibilidad de que el tratamiento informativo esté contribuyendo a ahondar cualquier crisis.
La comunicación de masas, con su capacidad para formar o deformar la mente colectiva, ha favorecido, muy a menudo, a la aparición y la consolidación de ciertos prejuicios y corrientes muy pesimistas.
Más que nunca es preciso informar con rigor, sin exagerar, con cierto raciocinio y ofreciendo a la audiencia un contexto más edificante, con alternativas y una salida medianamente positiva – que siempre la hay menos en la muerte-.
De lo contrario, expandir la ideología del malestar supone seguir centrándonos únicamente en reportar el dolor en todas sus variantes y publicitar un panorama derrotista de desencanto del mundo.
La ideología del malestar es una forma de impregnar el mal en el todo, de generalización maligna, en vez de separar la paja del trigo.
No parece extraño que el ser cómplice de malestares genéricos se traslade en una mayor frustración entre la sociedad, que ya de por sí tiene que hacer frente a las complicaciones diarias.
Los síntomas de este desencanto son múltiples: altas tasas de abstención, imagen cada vez más negativa de los políticos, crecientes fuerzas de protesta, etc. Ciertos países están experimentando un malestar más profundo porque la representación política ya no refleja la diversidad, novedad y complejidad que atraviesan las sociedades.
El contexto está siendo aprovechado por fuerzas emergentes populistas que se retroalimentan del cabreo, la amargura y el caos para uniformizan realidades y hacer calar sus mensajes homogeneizadores.
Parece como si el estilo trumpista se hubiera globalizado, basta ver los actos destructivos que han ocurrido y se suceden en varios puntos del globo terráqueo. Del asalto al Capitolio a los graves disturbios de Francia. O yo, o el caos.
El run run de malestar ocurre en Francia, en España donde en lugar de vender más los avances de estos años se regodean en lo negativo, en Italia donde las izquierdas son incapaces de fraguar una alternativa mientras Georgia Meloni gobierna sin una oposición seria, en Alemania donde la ultraderecha AfD ya gobierna en algún territorio mientras se sitúa segunda en las encuestas, o en Israel donde una parte importante de la población esta sublevada o en Latinoamérica en su conjunto cuando no se unen bajo objetivos benéficos comunes.
Sin embargo como hemos demostrado tantas veces desde En Positivo gracias a las estadísticas y las tesis de los gurús optimistas racionales (Steven Pinker, Matt Ridley, Johan Norberg y otros) hay evidencias de que el mundo mejora en bastantes parámetros: vivimos más años como nunca antes, la mortalidad infantil está en mínimos, la pobreza extrema sigue disminuyendo, estamos mundialmente más conectados que nunca a través de Internet…
Si hay evidencias mostrémoslas con alegría al mundo. Dejemos de vender la miseria y amargura para vender lo mucho bueno que hay.
Debemos empoderar a la ciudadanía para inspirarse en las soluciones que existen y replicarlas en sus lugares de origen. No es sólo una cuestión de ánimo sino ya de supervivencia como especie.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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