Desde que el ser humano tiene conciencia ha buscado la felicidad de forma incansable cual Santo Grial. Dentro del contexto histórico hoy vivimos tiempos de relativa prosperidad en comparación con épocas pasadas pero no se puede asegurar si somos más felices que antaño.
Cuanto más tenemos, más queremos, pero este enfoque exclusivamente materialista puede llevarnos a un sentido de insatisfacción que nos impide vivir el momento y por tanto sentirnos felices.
Si alguien sabe de este tema es el profesor de Harvard, Arthur C. Brooks, un científico social de formación que ha estado estudiando la felicidad desde la década de 1990. A lo largo de sus 20 años, hizo malabares con la universidad y la ambición de convertirse en un trompetista profesional. Durante la escuela de posgrado, donde estudió economía, descubrió su amor por el análisis del comportamiento. Y a los 31, Brooks dejó la música y obtuvo un M.Phil y doctorado en análisis de políticas públicas de la Rand Graduate School en Santa Mónica, California.
Desde que llegó a Harvard en 2019, Brooks descubrió que no es el único que quiere más felicidad en la vida. Lanzó un curso para enseñar a sus alumnos cómo aumentar su felicidad y también cómo hacer que quienes los rodean sean más felices. Su curso se ha vuelto tan popular que se llenan con meses de anticipación.
“Desde que he estado haciendo esto a tiempo completo, mi felicidad ha aumentado un 60 por ciento”, explica para la revista especializada de Harvard.
El profesor tiene como objetivo encender el movimiento de masas a través de podcasts, libros, un nuevo laboratorio en la Escuela Kennedy para la investigación y la capacitación en liderazgo. “Estoy tratando de hacer un movimiento de felicidad en el público”.
Es complicado establecer una fórmula magistral de la felicidad pero dice Brooks que se puede dividir en tres partes.
“La mitad de tu felicidad es genética y una cuarta parte es circunstancial, más o menos”, dijo. “Pero tus hábitos son los reyes porque tus hábitos te dan el 25 por ciento [de tu felicidad] directamente. También pueden cambiar sus circunstancias. Y de hecho pueden ayudarte a manejar tu genética”.
El profesor basa sus afirmaciones en los datos recopilados durante todos estos años. A través de esta tarea de divulgación aborda temas como “El afecto y el sistema límbico”, “La neurobiología del lenguaje corporal”, “Homeostasis y la persistencia del bienestar subjetivo” y “Oxitocina y Amar.” Y combina esas ideas con sabiduría probada en el tiempo sobre lo que él llama los “bloques de construcción de la felicidad”: familia, carrera, amistades, fe.
Porque como ya sabemos la felicidad se trata desde una visión integral y no materialista. De hecho aunque el dinero puede ayudar, lo hace hasta cierta cantidad que nos asegura liberarnos de preocupaciones, pero lueg no va más allá.
Tal y como explica en una reciente entrevista para El Pais “Yo les digo (a los alumnos) que no hay nada malo con el dinero, pero que tienen que entender su relación con la felicidad: el dinero no aumenta la felicidad, sino que disminuye la infelicidad. Y, además, solo hasta un punto bastante bajo, de unos 100.000 dólares. A partir de esa cifra, da igual el dinero que tengas”.
Tan importante es dotar de un sentido de vida, una visión de espiritualidad sobre lo que venimos a hacer en este mundo “la fe o filosofía —una manera de tener perspectiva, para que no estés enfocado siempre en ti—, la familia, la amistad y, después, el trabajo. Este último solo ha de tener dos características, que no son ni el dinero, ni el poder ni la fama: el éxito ganado, es decir, la idea de generar valor con tus esfuerzos y que la gente sepa que lo haces bien; y el servicio a los demás. Esto vale para cualquier trabajo” asegura.
Redacción
En Positivo
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