Cuerpo, mente, alma. Somos todo uno y hay cada vez más evidencias de que se necesita un enfoque de salud integral. Dejamos atrás el modelo cartesiano que promulgaba una realidad dualista del cuerpo separado de la mente.
La conexión entre las emociones y la salud física es innegable, por eso es indispensable avanzar en las sinergias entre los enfoques médicos y los psicológicos para una mejor calidad de vida.
Cuando hay algún tipo de alternación en las emociones es posible que en un plazo de tiempo se evidencie en sintomatología física. El conocido trastorno psicosomático es una condición psicológica que implica la aparición de síntomas físicos, que generalmente carecen de una explicación médica. Las personas con esta afección pueden tener pensamientos, sentimientos o preocupaciones excesivos acerca de los síntomas, lo que afecta su capacidad para funcionar bien.
Las personas con trastorno psicosomático por lo general no informan síntomas manifiestos de angustia psiquiátrica. En cambio, creen que sus problemas son causados por condiciones médicas.
Este tipo de trastornos deben ser integrados en en la llamada Medicina del Comportamiento (Behavioral Medicine), un criterio más actual y amplio, en el cual la síntesis entre los conocimientos en lo referente a lo biológico se combina con todas las ciencias sociales.
Explica el doctor Enrique De Rosa Alabaster para un artículo en Infobae que “La medicina psicosomática no es nueva, de hecho fue la forma de todos los abordajes del malestar por parte de las medicinas tradicionales y de la antigüedad. Así, son ejemplos los griegos, Galeno en particular, con sus “enfermedades de la pasión” o la medicina de los países árabes, con Avicena; o la china o la hindú ayurvédica”.
Sin embargo con el auge de la farmacología para paliar la sintomatología se fue diluyendo esa visión holística de la salud, no siempre bien valorada o comprendida.
El dolor, la tristeza y la persistencia de emociones intensas pueden sin lugar a duda desbordar nuestro cuerpo. El doctor explica que la tristeza puede surgir como respuesta al estrés, a una pérdida, o inclusive y eso nos preocupa más, sin encontrar razón o causa aparente.
“Sin embargo, lo que puede resultar a veces inquietante y fuente de angustia, es cuando la tristeza puede manifestarse físicamente, más aún cuando en principio hemos padecido durante largos periodos de un dolor rebelde a todo tratamiento somático, hasta comenzar a buscar esas otras posibilidades más ligadas a lo emocional.
Una parte de nuestro sistema nervioso, el sistema nervioso autónomo (SNA), o neurovegetativo, especialmente la rama simpática, se activa, lo que puede aumentar la tensión muscular, la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
Esta respuesta de estrés puede tener un efecto directo en nuestros sistemas musculoesquelético y nervioso, exacerbando o desencadenando dolores físicos: los típicos de espalda o cuello, tan emparentados con otras cargas menos físicas y más emocionales” argumenta.
Es fundamental reconocer la importancia de abordar todos los aspectos del ser, emocionales, físicos y de sus circunstancias vitales, cuando se trata de dolores crónicos o recurrentes.
Redacción
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