En cuestión de días en España se está viviendo un tsunami político. Se han celebrado las elecciones municipales y autonómicas en la mayoría de regiones de este país y los resultados pueden dar lugar a muchas interpretaciones según los analistas políticos.
A grosso modo de acuerdo a las evidencias las derechas suman más votos que los partidos de izquierda, la abstención creciente es ya un problema y la gobernabilidad dentro de una moderación y centralidad se vuelve más difícil de acuerdo a la conformación de las fuerzas.
Los resultados no eran del todo previsibles atendiendo las erráticas estimaciones del CIS. La realidad es que el conservador Partido Popular ha ganado por mayoría absoluta en Madrid, ciudad y autonomía, y tiene a disposición gobernar en minoría, con la abstención o apoyos puntuales de otras fuerzas o incluso coalición con el partido de la ultraderecha Vox.
Por su parte el Partido Socialista Obrero Español baja en votos pero mantiene su posición en Barcelona, siendo incluso el partido más votado en toda Catalunya, en Castilla La Mancha y Vigo gana por mayoría absoluta en Asturias también parece que podrá gobernar. Sin embargo en otras muchas ciudades y autonomías no tendrá esa posibilidad por la debacle del principal partido de su Izquierda, Podemos, que ha sufrido un descalabro con menos votos totales incluso que el naufragado Ciudadanos.
Este fenómeno de fuerte irrupción de nuevos partidos de izquierda pero que luego fracasan en pocos años se extrapola a nivel internacional. Más recientemente el descalabro de Syriza en Grecia o el colapso de los partidos de Izquierda en Portugal a excepción del Partido Socialista, que por cierto ganó en las últimas elecciones por mayoría absoluta en detrimento de los que fueron sus socios.
Ciertamente estos partidos de izquierda que tanto prometían han caído en la trampa de sus propias contradicciones y no han mejorado en nada a partidos tradicionales como Izquierda Unida que incluso podían tener un mayor arraigo entre los obreros y trabajadores.
Por desgracia la nueva izquierda se ha perdido pronto en las superficialidades de la agenda woke y más concentrada en cuestiones identitarias que preocupada por los problemas – que son muchos – de la clase trabajadora. Comúnmente se ha llamado a esta izquierda pija de postureo la izquierda caviar. Ahora vestida de Chanel, se exhiben en la revista Harper’s Bazaar, cambiaron la calle por los salones, el barrio de toda la vida por los chalets aislados, las ansias de aparentar y hacerse tiktokers. Basta imaginar lo que dirían referentes tan dignos y coherentes en su vida como Julio Anguita.
Hay una falta de comprensión y de autocrítica cuando estos partidos avergüenzan y tratan de imbéciles a sus potenciales electores, se muestran arribistas e incluso increpan a los ciudadanos que les pagan ¿Esto era asaltar el cielo? Para que los pies no tocaran suelo.
Después de estas elecciones muchas feministas tradicionales, que se han sentido agraviadas por ser maltratadas e insultadas por los que en circunstancias normales serían apoyos progresistas, éstas han dicho con razón que cualquier gobierno no puede gobernar de espaldas a las mujeres.
Hay una ola internacional que recupera el auge de los partidos derechistas, ultraderecha, trumpismo y puede ser una vuelta a las esencias de los modelos y las políticas ya conocidas. Pero la propuesta de la otra parte no puede ser replicar lo peor, sino el demostrar con hechos y no eslóganes, con especial humildad que una política mejor es posible y puede dar solución a los problemas reales de la ciudadanía.
En el caso de España es cierto que el actual gobierno ha hecho medidas positivas como el aumento del salario mínimo, la ley de reforma laboral de las Kellys, la excepción Ibérica, ampliar los ERTES, aumento de las pensiones o la defensa de Doñana. Sin embargo se han visto deslucidas por el ruido de algunas personas que integran el gobierno, en algunos casos la falta de preparación para legislar y la obcecación por no rectificar determinados estropicios.
El actual presidente de España, Pedro Sánchez, ha convocado elecciones generales para el 23 de julio para que los ciudadanos decidan. La campaña no puede ser un deja vú de lo peor ya vivido sino una respuesta real y certera a los problemas que existen hoy
Hay que poner en la centralidad las propuestas que importan para acabar con la violencia machista, que por desgracia sigue existiendo y que Igualdad ha olvidado en un cajón; el aumento de presupuesto en las partidas se sanidad aún en detrimento del privilegio de los políticos; más sanitarios, sueldos más justos, invertir en equipo tecnológico sanitario puntero como en la detección del cáncer de mama y otros, aprobar de una vez la ley ELA y dotarla de recursos para que los enfermos puedan llevar una vida más digna; reducir de una vez la burocracia y facilitar los trámites y atención personal a la ciudadanía – especialmente a los mayores -; hacer mejores políticas activas de trabajo y formación para los jóvenes puesto que el paro juvenil es el más alto de Europa; equiparar una ley de vivienda digna también con una ley antiokupas porque nadie tiene que sufrir la okupación de su casa, cuidar a los pequeños y medianos autónomos como bien se merecen y no como vacas muñidoras que exprimir a impuestos; eso, entre otras medidas prioritarias.
Cuando se habla de política constructiva es tratar a los ciudadanos con respeto, no abochornarles con escándalos de corrupción con dinero público y no volverles a engañar con falsas promesas. En una política con mayúsculas y en positivo los políticos deben dejar de ser tan protagonistas, sino que debe hacerse valer las buenas políticas que ponen en marcha.
Reflexión, mea culpa y propósito de enmienda. Sólo así los ciudadanos serán interpelados a las urnas y merecerán depositar su voto. Está por ver si llegan a tiempo.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo