Parece que estamos más comunicados que nunca pero se evidencia la falta de más debates de las ideas con argumentación profunda. Los mensajes son cortos, inmediatos, pero sin tiempo a la reflexión ante la llegada de ráfagas de nuevos mensajes.
Es meritoria la labor que viene desempeñando el filósofo político Michael Sandel, que se hizo un nombre en Harvard con conferencias que atrajeron a la multitud.
Uno de sus grandes aciertos es haber conectado con sus estudiantes llevando el debate a temas de su preferencia. Partiendo de la anécdota de estas situaciones cotidianas el profesor obliga a profundizar en temas de calado y genera con los estudiantes un tipo de apasionado debate cívico.
No en vano Sandel, reputado maestro de las ideas, es probablemente el filósofo político más popular de su generación y su trabajo ha recibido aplausos en todo el mundo.
Ahora el renombrado filósofo político actualiza su libro clásico de 1996 ‘Democracy’s Discontent’ sobre la tradición política estadounidense y ese incipiente descontento democrático para abordar los peligros que enfrenta la democracia en la actualidad.
La década de 1990 fue una época embriagadora. La Guerra Fría había terminado y la versión estadounidense del capitalismo liberal parecía triunfar. Sin embargo, en medio de la paz y la prosperidad, se vislumbraban inquietudes sobre el proyecto de autogobierno bajo la superficie.
“Durante los años noventa hubo una confianza, incluso con algo de arrogancia, por parte de políticos y economistas en que la versión estadounidense del capitalismo democrático había ganado. Y que, por consiguiente, las principales preguntas políticas eran ya meras cuestiones tecnocráticas.
Se abrazó la versión de la globalización neoliberal que incluía externalizar empleos a países de salarios bajos, desregular la industria financiera, todo en nombre de una determinada concepción de la eficiencia económica. Lo que se les escapó fue el efecto que ese proyecto tendría en las comunidades trabajadoras y las crecientes desigualdades de riqueza que produciría” argumenta en una reciente entrevista para El País.
Así argumentó Sandel, en su influyente y ampliamente debatido libro. La fe del mercado estaba erosionando la vida común. Es probable que una creciente sensación de desempoderamiento provoque una reacción violenta, escribió, de aquellos que “reforzarían las fronteras, endurecerían la distinción entre los de adentro y los de afuera, y prometerían una política para ‘recuperar nuestra cultura y recuperar nuestro país’, para ‘ restaurar nuestra soberanía ‘con una venganza “.
En esta nueva edición, amplía su relato de las luchas cívicas de Estados Unidos desde la década de 1990 hasta el presente. Muestra cómo tanto los demócratas como los republicanos adoptaron una versión de la globalización impulsada por las finanzas que creó una sociedad de ganadores y perdedores y alimentó la política tóxica de nuestro tiempo.
Sandel se lamenta del ascenso de los partidos derechistas y populistas pero critica la falta de autocrítica de una izquierda que no sabe dar respuesta a los problemas de la clase trabajadora.
“Buena parte de la gente trabajadora ve a la izquierda más alineada con los valores e intereses de las clases profesionales bien educadas que con los de la clase media y la gente trabajadora. Esos eran los agravios a los que apeló Trump. Y persisten, desafortunadamente, porque el lado progresista todavía no ha hallado una respuesta alternativa a esas quejas. El populismo de derechas es históricamente un síntoma del fracaso de las políticas progresistas”.
Uno de los errores a su juicio más destacados es el miedo, casi alergia de la izquierda al patriotismo “se ha entregado a la derecha el monopolio del patriotismo como argumento político. Gran error, la derecha lo ha explotado muy bien” sentencia.
Porque “La gente necesita un sentido de identidad y comunidad fuerte. Y la izquierda no ha logrado ofrecer su propia versión positiva del patriotismo como alternativa al hipernacionalismo estrecho, intolerante y xenófobo que ofrece la derecha populista”.
El filósofo propone rejuvenecer el centroizquierda conectando con esos valores aparentemente conservadores de patriotismo e identidad compartida con un proyecto creativo de reconfiguración de la economía para hacerla susceptible al control democrático, algo que tradicionalmente se asocia con la izquierda populista. Conectar esas dos ideas es el proyecto de futuro de la política progresista.
Eso pasa por reconfigurar lo que mal entendemos hoy por globalización y que según su opinión sigue teniendo efectos perniciosos.
“Creo que la guerra en Ucrania es el ejemplo más dramático del sinsentido de la globalización neoliberal. Eso de que los lazos comerciales convertirían la guerra en obsoleta era una idea central del globalismo liberal.
Aunque se remonta a Montesquieu, que hablaba del doux commerce. Cuanto más comercian unas naciones con otras, menos probable será que luchen unas con otras, porque los lazos comerciales les darán un interés por la paz.
Lo escuchábamos una y otra vez en los años noventa y en los primeros dos mil como argumento para admitir a China en la OMC, por ejemplo, y ciertamente en Alemania para desarrollar una dependencia energética de Rusia. Pues es evidente que no ha sido así. Ucrania ha sido un recordatorio de que la política y las fronteras nacionales no desaparecerán. Debemos desarrollar patrones de comercio con algún sentido de quiénes son los socios fiables, no guiados únicamente por la búsqueda de la supuesta eficacia”.
MICHAEL SANDEL
Es un filósofo político y profesor estadounidense. Es profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, donde su curso Justice fue el primer curso de la universidad que estuvo disponible gratuitamente en línea y en televisión.
Redacción
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