Los medios publican cada semana nuevas noticias que advierten del incremento en los sucesos de acoso escolar. Cada 2 de mayo se celebra el Día Internacional contra el bullying y el acoso escolar con el objetivo de concienciar sobre esta lacra social que afecta a nivel mundial.
Detrás de cada noticia hay una historia de terror, una víctima que sufre, y que no cuenta en la mayoría de casos con las suficientes herramientas de apoyo para hacer frente a una situación tan inmerecida.
Son demasiadas señales, banderas rojas, que instan a una intervención inmediata para frenar una problemática que va a más.
En todo el mundo, los niños se enfrentan cada día a diferentes formas de acoso. Las Naciones Unidas informan que uno de cada tres niños en todo el mundo es acosado al menos una vez al mes. Más del 50% de los adolescentes en todo el mundo han sufrido algún tipo de violencia en la escuela, mientras que alrededor del 10% han padecido ciberacoso.
Los centros educativos deberían ser entornos seguros para los niños y adolescentes.
Por eso no se entiende, a tenor de la información que se maneja en muchas noticias, la falta de contundencia de muchos centros educativos.
La pasividad y el mirar hacia otro lado es su modus operandi, y a lo peor en algunos casos se contempla más a los acosadores que a las propias víctimas.
Vemos como bastantes casos se resuelven con el cambio de centro educativo por parte de la víctima en vez de apartar y sancionar al perpetrador. Implícitamente se traslada que el acosador ha ganado y que la víctima es la culpable “porque algo habrá hecho”.
¿Esta es la sociedad que queremos dejar a las nuevas generaciones? Vamos mal y hacemos un flaco favor si consentimos a los niños y adolescentes con sus negativas conductas sin voluntad de corregirlas. Educar es enseñar con empatía, poner límites y también amonestar si hiciera falta. Estamos creando pequeños monstruos que serán los tiranos del mañana.
En los peores casos estamos viendo que en los sucesos más graves y repetitivos de acoso han llevado a las víctimas hasta el suicidio. Los centros educativos que no hacen nada frente a estos sucesos tan graves, privilegian que la noticia no salga de sus cuatro paredes para no perder su “prestigio” aun a costa de la salud y la vida de las víctimas.
Evidentemente los padres son los principales responsables de lo que hagan sus hijos menores, pero también las escuelas tienen una responsabilidad de que no se dañe a ningún niño en sus instalaciones.
El acoso es un factor importante en el desarrollo de problemas físicos y emocionales duraderos. Por lo tanto, es de suma importancia prestar atención a la salud mental y el comportamiento de los niños.
Esta pasividad se traslada igualmente a las administraciones del estado, consejerías y ministerio competente en educación que no activan programas específicos para erradicar esta lacra social.
Las instituciones están obligadas a establecer presupuestos especiales, programas de prevención y protocolos de actuación para cortar de raíz cualquier acoso escolar. Estos programas deberían desarrollarse por pedagogos y psicólogos con contrastada experiencia que detallen las medidas para llevar a cabo en todas las etapas educativas desde la prevención hasta la actuación en los casos más problemáticos.
De hecho ya existen algunos países que sí están implementando programas específicos contra el bullying. En Noruega han optado por el “Programa de Prevención del Acoso Escolar Olweus” (OBPP), que fue desarrollado por el difunto psicólogo sueco-noruego Dan Olweus y pionero en la investigación sobre el acoso escolar. El OBPP aboga por un cambio sistémico cuyo objetivo es crear un ambiente escolar seguro y positivo.
Igualmente el Ministerio de Educación de Finlandia desarrolló el programa KiVa cuya eficacia ha quedado demostrada en rigurosos estudios científicos.
Se basa en dos tipos de acciones: generales y específicas. Las generales están dirigidas a toda la clase como herramienta de prevención. Consisten en lecciones mensuales en las que los estudiantes aprenden sobre las emociones, el respeto en las relaciones, la presión de grupo y sobre lo que ellos podrían hacer para acabar con el bullying. Las acciones específicas se ponen en marcha cuando se detecta un caso de acoso escolar. Para ello, se designa un Equipo KiVa con profesores y otros miembros del personal de la escuela.
Si bien se pueden desarrollar más herramientas y perfeccionar las ya existentes, sí existen medidas para erradicar esta lacra social. Lo que se necesita es un consenso social y voluntad manifiesta para que los responsables en la educación de cada país cumplan con su función.
Nos estamos jugando tanto como la vida de niños que solo deberían estar pendientes de aprender y ser felices.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo