En economía, se acepta ampliamente que la tecnología es el motor clave del crecimiento económico de países, regiones y ciudades. El progreso tecnológico permite la producción más eficiente de más y mejores bienes y servicios, que es de lo que depende la prosperidad.
A partir del trabajo de investigadores y expertos en tecnología hace cuatro décadas, Internet se ha convertido en una realidad cotidiana para gran parte de la población mundial.
Sin embargo su trascendencia económica, que en un principio se previa magnánima, en realidad ha sido mucho más pequeña y equivalente al desarrollo de otro tipo de tecnologías menos publicitadas.
Así lo explica el economista estadounidense laureado con el Premio Nobel de Economía, Paul Robin Krugman, en un reciente artículo de opinión para el diario Clarín. “Muchas personas me buscaron para recordarme la predicción que hice en 1998 de que el crecimiento de Internet pronto se desaceleraría y que “más o menos para 2005, será evidente que el impacto de Internet en la economía no ha sido mayor que el del fax”.
“Si se trata de cifras, es indiscutible que los escépticos han ganado la discusión” sentencia.
El prestigioso economista analiza las tasas de crecimiento de la productividad laboral en diez años “las cuales indicaron que, de hecho, la tecnología de la información sí produjo un alza en el crecimiento económico entre mediados de la década de 1990 y mediados de la década del año 2000, pero relativamente moderado y de poca duración”.
Desde En Positivo reproducimos algunos de los fragmentos más importantes que contrastan cómo Internet, si bien indudable ha sido útil, su trascendencia económica ha sido menor.
La Oficina de Estadísticas Laborales realiza cálculos históricos, que se remontan a 1948, tanto de la productividad laboral como de la “productividad total de los factores”, un cálculo de la productividad de todas las contribuciones, incluyendo tanto el capital como la mano de obra, que los economistas usan mucho como un indicador del progreso tecnológico.
Una innovación tecnológica en verdad fundamental debería generar un crecimiento sostenido de estos dos indicadores, sobre todo el de la productividad total de los factores.
Así que me di a la tarea de analizar las tasas de 25 años de variaciones en estos dos indicadores.
Elijo 25 años, en parte, porque es el periodo aproximado de una generación y, en parte, porque esa predicción la realicé hace 25 años.
Esa comparación no muestra un gran auge en la productividad después de la aparición del internet.
Es cierto que se pueden dar algunas justificaciones por la diferencia entre las cifras y todo el bombo publicitario.
Una de ellas es afirmar que Internet en verdad hizo cosas importantísimas para la economía, pero que fueron contrarrestadas por los factores negativos: un deterioro en la ética del trabajo, la disminución misteriosa de la productividad en la construcción, o algo por el estilo.
La otra es que las cifras oficiales relacionadas con el crecimiento económico no logran plasmar muchos beneficios invisibles.
A mí me encanta poder tener acceso a conciertos musicales en vivo en YouTube; hasta donde puedo decir, esos beneficios no se consideran en el producto interno bruto.
De hecho, el crecimiento económico oficial seguramente subestima el verdadero avance en las condiciones de los seres humanos.
Pero esto ha sido así por mucho tiempo.
Antes de Internet, los datos económicos oficiales no plasmaban directamente los beneficios de, por ejemplo, la gran reducción de la mortalidad infantil gracias a una mejor higiene o del gran mejoramiento de la calidad del aire después de 1970.
¿Acaso ahora esos beneficios invisibles son superiores de lo que eran en el pasado?
Es poco probable.
Tal vez el punto central es que nadie alega que Internet haya sido inútil; por supuesto que ha contribuido al crecimiento económico.
Más bien, la discusión es que sus beneficios no fueron excepcionalmente grandes en comparación con los de tecnologías anteriores y menos sofisticadas.
Por ejemplo, alrededor de 1920, solo aproximadamente una de cada cinco familias en Estados Unidos tenía lavarropas; para 1970, casi todas tenían lavarropas o acceso a alguna.
¿No creen que eso marcó una gran diferencia?
¿Están seguros de que eso significó una menor diferencia que el acceso generalizado a la banda ancha?
Porque el hecho es que, si bien es importante el traslado de la información a todas partes, seguimos viviendo en un mundo material:
la mayor parte de lo que consumimos es algo material o servicios presenciales, cosas que Internet no ha afectado de manera muy drástica.
Entonces, es muy posible que la inteligencia artificial —o, en todo caso, lo que llamamos inteligencia artificial, sin importar si está garantizada esa denominación— en verdad vaya a ser algo de enorme importancia.
Pero algo que deberíamos haber aprendido de la historia de la tecnología de la información es que las cosas que parecen excepcionalmente glamorosas, en realidad no resultan tan útiles y viceversa.
Redacción
En Positivo
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