Esta semana hemos conocido que Humza Yousaf, de 37 años y hasta ahora titular de Sanidad, se convierte en el nuevo líder del Partido Nacional Escocés (SNP) y, por consiguiente el sucesor de Nicola Sturgeon como jefe del Ejecutivo de Escocia.
Yousaf es musulmán e hijo de paquistaníes, como el primer ministro británico Rishi Sunak, el alcalde de Londres Sadiq Khan, y el líder laborista escocés Anas Sarwar, su principal opositor. Asimismo la ministra de Interior, Suella Braverman, es de origen indio, igual que su predecesora, Priti Patel.
Cada vez sorprende menos que políticos pertenecientes a minorías étnicas accedan a los puestos más altos de responsabilidad a nivel gubernamental, institucional y empresarial.
Es una noticia positiva que las minorías étnicas que tradicionalmente han estado en riesgo de exclusión por fin conquisten sus derechos en igualdad de condiciones.
Fue en 2008 cuando Barack Obama se convertía en el primer presidente negro de Estados Unidos, la primera potencia mundial. Antes, en 1994, Nelson Mandela, líder del Congreso Nacional Africano, se erigía como primer presidente negro elegido democráticamente en la historia de Sudáfrica.
Mandela puso fin a 342 años de dominio blanco y a 46 de régimen de discriminación racial conocido como apartheid.
Los cambios sociales que antes tardaban años en conseguir hoy se están dando a una velocidad vertiginosa. Es el ejemplo de esta nueva hornada de políticos de origen muy diverso que están conquistando sus derechos.
No hay razón por raza, lengua, dialecto, religión, cultura u origen histórico para que nadie se sienta discriminado y pueda contribuir desde su formación y experiencia en favor de la sociedad, también desde las posiciones de poder que es casi el último escollo para romper ese techo de cristal.
Hace unos años en la publicación National Geographic hablaban de cómo el creciente multiculturalismo y las diferencias raciales entre los habitantes del planeta Tierra, la humanidad se mezclará cada vez más. Este proceso científico se le conoce como “ascendencia mixta” y dará lugar a una o más razas nuevas a las ya conocidas, incluso la desaparición de algunas.
Es la historia misma de nuestra humanidad, en esa corriente continua de migraciones, mestizaje de razas y culturas, desde los imperios más antiguos hasta nuestros tiempos.
En una de las publicaciones en sus redes del psicólogo experimental y científico cognitivo, Steven Pinker, decía que los “estados-nación” no deben definirse por sangre, raza, parentesco, ascendencia o etnia. Lo hacía a colación de la deriva criminal de Putin con su invasión a Ucrania cuando afirma que está reunificando al pueblo ruso. Pero las naciones nunca han sido puramente étnicas.
Es falso que la unidad de un pueblo o la supuesta comunidad étnica que da derecho a una nación a ayudarse a sí misma en las tierras de otra, simplemente no existe. Hoy nuestra ascendencia es tan ineludiblemente confusa que no puede aislarse. La raza por tanto es algo que se hace y se deshace con el paso del tiempo.
Todas estas evidencias deben servirnos para abrir la mente y seguir aprendiendo a respetar a otros en tolerancia.
Por supuesto a estos políticos emergentes, hombres y mujeres de orígenes diversos, se les exige como a todos las mismas responsabilidades. El reto es enorme cuando las cosas están cambiando tan rápido y el proceso de adaptación es múltiples (avances sociales, crisis económica, transformaciones tecnológicas) y sin duda complicado en muchos casos.
En estos momentos a la humanidad se nos exige dar lo mejor de nosotros para seguir evolucionado y no morir en el intento, pero también puede traer nuevas oportunidades que merecemos aprovechar.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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