martes, 30 mayo 2023

Menos crispación y más certezas positivas. JORGE DOBNER

Llevamos años duros de enormes desafíos que están poniendo a prueba nuestra resiliencia como humanidad. Después de una pandemia mundial con sus efectos colaterales y sin tiempo a recuperarnos,  el mapa geopolítico se tambaleaba con la guerra en Ucrania por la invasión de la Rusia del criminal Putin. Y por si fuera poco hace unos días la quiebra de Silicon Valley y la venta de Credit Suisse ha amagado una nueva debacle en bolsa.

Vivimos tiempos inciertos en que lógicamente la sociedad sufre el miedo de un presente turbulento y un futuro que parece no ver la luz. Son suficientes problemas que atender cuando el estado de bienestar debería ser la red que no nos deje caer en el abismo: la necesidad de empleo y de calidad, la inflación que repercute en la cesta de la compra, el coste de los suministros básicos, las pensiones de nuestros mayores, el peligro de las violencias, la seguridad en las calles…

Sin embargo estos problemas tan grandes están sirviendo de cortina de humo para que determinados dirigentes a nivel internacional estén implantando por la puerta de atrás medidas polémicas y democráticamente cuestionables de su agenda sin la suficiente aprobación de la ciudadanía.

No le ha faltado tiempo al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, primer ministro durante 17 años, para acelerar una controvertida reforma express de la justicia que le resta independencia y amenaza con dejar de ser un Estado democrático y de derecho.

Después de ganar las elecciones y recuperar el Gobierno gracias a su alianza con los ultraortodoxos fundamentalistas y con los colonos racistas, Netanyahu no quiere dejar el poder en caso de ser declarado culpable en el proceso judicial pendiente por el cual es acusado de varios cargos de corrupción. Lo hace aun a costa de provocar una de las mayores crisis políticas y movimientos de protesta en las siete décadas de historia de Israel.

Se ha necesitado una protesta masiva y persistente de la sociedad israelí durante más de dos meses y que ha reunido a todos los colectivos posibles – incluso al habitual “neutral” sector tecnológico – para obligar al Gobierno Israelí a suavizar en parte sus pretensiones y retrasar la polémica reforma.

No menos irresponsable es la actitud del actual presidente de la República Francesa, Emmannuel Macron, que a pesar de ver arder las calles por su inoportuna reforma de las pensiones; la ha aprobado vía decretazo, sin ningún consenso y con la oposición en contra. Macron, que tan a menudo se ha erigido como adalid de la democracia, ahora desoye con soberbia a su pueblo que se ha volcado masivamente para protestar sobre una reforma que aprieta más a los mayores bajo un contexto socioeconómico difícil.

Da motivos suficientes para dar la razón a aquellos que a última hora se abstuvieron en las elecciones francesas (marcaron record de abstención) y desilusiona a los que a regañadientes le votaron frente al espantajo de la ultraderecha.

Y en España que acaba de aprobar una reforma progresista de las pensiones y aprobada por la Unión Europea, el lider del oposición Nuñez Feijóo no tiene mejor idea que alabar la reforma francesa que tanta crispación esta generando.

Los mejores dirigentes son los que no se hacen notar, sin embargo hoy en día de izquierda a derecha no hay quien se salve del influjo de los focos y del deseo de figurar a toda costa.

Los hay que especialmente parecen tener una obsesión de notoriedad cuando los tiempos corren cada vez más rápido y el riesgo a salirse de la foto es mayor. Si hace unos años fue elogiado el amable estilo de Obama, desde hace tiempo el estilo trumpista sigue triunfante para desgracia de todos.

La sonrisa ha sido sustituida por la bronca.

Precisamente Trump sigue en el meollo del escándalo por los presuntos pagos irregulares que habría hecho a una estrella porno. Estados Unidos está en vilo por la imputación del ex presidente por el ‘caso Stormy Daniels’.

En España, a las puertas de unas elecciones municipales y autonómicas, Vox ha aprovechado para desvirtuar una herramienta tan legítima como una moción de censura para convertirla en herramienta electoral aun sabiendo de antemano que iba a fracasar. Con su candidato independiente, el economista e historiador nonagenario Ramón Tamames como parapeto, dicha moción ha quedado en la nada solo para vanagloria de Vox que teme perder fuelle según las últimas encuestas y el fiasco de las elecciones andaluzas.

Es evidente que la crispación y el ruido tienen sus adeptos en los momentos más convulsos, pero este modelo de la antipolítica no puede alargarse mucho más si queremos que persistan las conquistas que tantos años costaron en construirse.

No hay dudas que necesitamos más certezas y menos crispación si queremos sobrevivir en esta espiral de caos en las que estamos sumidos en los últimos tiempos.

La responsabilidad debe ser mayor en todos los representantes políticos y sus partidos sino quieren a medio y largo plazo irse también por el sumidero frente al hartazgo de la ciudadanía.

JORGE DOBNER
Editor
En Positivo

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