“Habemus Papam”. El 13 de marzo de 2013, contra los pronósticos que se manejaban, el cardenal Jorge Mario Bergoglio salió al balcón de la Basílica de San Pedro (Vaticano) ya convertido en el nuevo Papa Francisco I, vestido de blanco y con una sencilla cruz que le colgaba en el pecho.
Mientras en la Plaza San Pedro miles de fieles aguardaban inquietos a la espera de su bendición, en cambio el argentino se inclinó y dijo “Les pido a ustedes un favor: que le pidan al Señor que me bendiga antes de bendecirlos yo a ustedes”.
Con estos primeros gestos el Papa marcaba los principios de transformación de la Iglesia, para hacerla menos distante en una revolución de humildad y austeridad. De su mano llegó una auténtica “Rerum Novarum” en la iglesia, en cada gesto, palabra y acto.
Una década después ha sido analizado, elogiado, a veces criticado y entrevistado hasta la saciedad. Comenzó la década siendo adorado como un héroe y se ha convertido en uno de los papas más mediáticos.
Su pontificado no ha estado exento de importantes desafíos en el seno de la propia Iglesia y de su papel en el mundo, en un tiempo en que han pasado muchas cosas: crisis económica, conflictos bélicos, una pandemia y ahora la guerra de Ucrania.
El Papa ha conseguido transmitir esa idea de una Iglesia más cercana y abierta al mundo; se abrió una cuenta en Twitter, en nueve lenguas distintas, demostrando su acercamiento a las redes sociales. Además una de las acciones más inauditas, otro signo de renovación en la Iglesia, se produjo cuando lanzó un sondeo mundial para conocer el modo de pensar de los católicos respecto a las enseñanzas de la Iglesia sobre nuevas realidades sociales, matrimonio y vida familiar.
La implicación del Papa a modo activista sobre las cuestiones que le rodean ha sido más manifiesta que sus predecesores. Uno de los momentos más importantes es cuando publicó la Encíclica ecológica ‘Laudato si’.
Considerada hoy por hoy el más importante documento pontificio dedicado en la defensa del medio ambiente vuelve a poner de relieve el enorme compromiso de Bergoglio con todo lo social en sus aspectos más vulnerables.
Frases como “¿quién soy yo para juzgar a los gays?” o “duele ver a una monja o a un cura con el último modelo de coche” han marcado la diferencia.
Además se ha mostrado muy duro con las tesis del capitalismo salvaje, argumentando que “el mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal”.
Igualmente Francisco ha sabido recapacitar acerca de la lacra de la pederastia y abusos sexuales en el seno de la Iglesia Católica. En el 2019, organizó la primera cumbre en la Iglesia contra la pederastia. Pero todavía pesan serias dudas sobre su efectividad y es evidente que se necesita una purga más profunda.
El Papa asegura que el camino que ha seguido la Iglesia contra la pederastia “es irreversible”, si bien ha reconocido que todavía hay países donde la Iglesia es reticente a implementar medidas para proteger a los niños del abusos sexuales por parte del clero.
Toda esta “vergüenza” debe acabar cuanto antes porque como el mismo Francisco ha asegurado más de una vez los obispos, cargos eclesiásticos y católicos son responsables de hacer “una casa segura”.
Redacción
En Positivo
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