jueves, 28 septiembre 2023
Internet

Explotar las emociones hará que tu mensaje se viralice en Internet. ANDREW MARANTZ

Hace un par de años el periodista estadounidense Andrew Marantz publicó el libro “Antisocial. La extrema derecha y la  libertad de expresión en internet” donde se infiltra en el mundo tóxico de los vendedores ambulantes de ‘noticias’ de extrema derecha en un estudio absorbente de la propaganda online y su amenaza a la democracia.

El libro es una crónica profundamente inmersiva de cómo los empresarios de Silicon Valley se propusieron crear un internet libre y democrático y cómo los cínicos propagandistas de la extrema derecha explotaron esa libertad para impulsar sus fanatismos en la masa social. Marantz explora dos mundos: el de los emprendedores de las redes sociales, que con ingenuidad y una imprudente ambición cambiaron los medios tradicionales de recepción y transmisión de la información; y el de “los intrusos”: conspiradores, supremacistas blancos y troles nihilistas, que se han hecho expertos en el uso de redes sociales para promover su corrosiva agenda.

Si bien los hechos del contexto en que se circunscribe el libro son diferentes, no así el hilo argumental que sigue de plena actualidad. Las redes sociales tienen sus ventajas pero también han sido vilmente aprovechadas para atacar bajo el anonimato y servirse de un medio de amplificación cuando quieren fomentar el caos y el conflicto.

Marantz critica la perversión de las redes cuando para virilizar un mensaje no basta con que el contenido sea bueno y verídico sino que prevalecen los imputs emocionales a toda costa.

“Me di cuenta de que la mecánica clave que hace que todo se mueva es lo que llamamos “compromiso emocional”.

Resulta que hay algunas emociones que funcionan mejor que otras. Explotarlas hará que tu mensaje se extienda por internet. En los medios tradicionales, los editores aplican su criterio y eligen si una historia merece ser contada y qué visibilidad se le quiere dar.

En internet no hay filtros: es un sistema de puntos, el juicio editorial no existe. Empecé a frecuentar a personas que jugaban a este juego todos los días. Algunos hacían lo que fuera para que las cifras aumentaran solo porque querían ganar dinero. Otros lo hacían por motivos ideológicos, para crear el caos o simplemente porque querían ver al mundo arder. También había quienes lo usaron de manera muy metódica para ayudar a un candidato a ganar las elecciones. Pero el mecanismo es siempre el mismo. ¿Cómo puedo hacer que ciertas emociones aumenten y que otras sean menos destacadas? ¿Cómo puedo usar imágenes y palabras para hacer que la presión arterial de las personas suba, para que se asusten, para que se llenen de rabia, sospecha u odio?” argumenta en una reciente entrevista para El País.

Tal y como explica las emociones forman parte del ser humano, pero su uso puede ser en el bien cuando se utilizan para unir a las personas, pero también para hacer el mal cuando se quiere destrozar a la gente a modo de trituradora de carne.

“Todo se basa en el algoritmo y en la cantidad de compromiso emocional que obtengas. Puede que te pases diez años sentado en una silla y nadie te vea ni te oiga porque no eres un propagandista lo suficientemente bueno. Esa es una decisión que está tomando la empresa”.

En este sentido el periodista considera que las empresas tecnológicas de redes sociales sí deberían contar con una regulación y mayor transparencia sobre su proceder, pero en defensa de la libertad también valora como negativo la censura.

“Creo que hay que regularlas, deben pagar impuestos, hay que acabar con los monopolios y deben ofrecer productos seguros, pero no estoy seguro de que aplicar sanciones penales sea la solución”.

De igual forma Marantz atribuye como idea errónea el surgimiento de las fake news a partir de Internet porque “las noticias falsas, la desinformación, los discursos de odio y los prejuicios ya existían muchos miles de años antes de que apareciera internet.

Si bien “es verdad que las redes sociales lo aceleran todo. Cambian la velocidad, la escala, el alcance y la amplitud del problema” sentencia.

ANDREW MARANTZ
Es un autor y periodista estadounidense que escribe para The New Yorker

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