sábado, 01 abril 2023

El poder de las buenas acciones. JORGE DOBNER

Las imágenes dramáticas de los terremotos en Turquía y Siria siguen dando la vuelta al mundo. Ha pasado más de una semana desde que los seísmos sacudieran sin compasión la tierra dejando por el momento el rastro de 40.000 fallecidos. Pese a la tragedia milagrosamente sigue habiendo nuevos rescates de personas entre los escombros.

Por tanto lo inmediato es la ola de solidaridad internacional para movilizar los máximos recursos posibles en el operativo de rescate y suministro de víveres para los afectados.

Las catástrofes pueden ser naturales cuando son ocasionadas por fenómenos naturales que superan el límite de la normalidad y en que el ser humano y el resto de especies solo pueden soportar de la mejor manera posible.

Pero también hay catástrofes por la intervención del ser humano y sus malas decisiones. No en vano según evidencias científicas parte (que no todas) las catástrofes naturales se están viendo magnificadas por la persistencia durante décadas de las malas políticas ejercidas por el ser humano.

En Turquía ahora mismo el foco de la indignación está sobre algunas constructoras y emprendedores corruptos que ya han sido denunciados por su mala praxis, pese a las reiteradas alertas de ingenieros y arquitectos reconocidos.

Por su negativa acción, omisión y la falta de prevención algunos de estos desastres se presentan por la acción del hombre en su entorno, y eso es culpa exclusiva nuestra.

Es evidente que hay factores en las leyes de la naturaleza que se nos escapan, pero no es menos cierto que el ser humano cuenta con un importante margen de acción sobre la tierra que habita y los recursos que explota, y esto también implica ser consecuente asumiendo responsabilidades.

La acción negligente del hombre se manifiesta en desastres varios (explosiones, incendios, tecnológicos, guerras…). Esta semana hemos presenciado el descarrilamiento del tren tóxico de Ohio como si de una película de terror se tratase y desde hace ya muchos meses la guerra de Ucrania por la invasión rusa que está costando miles de vidas.

Precisamente la actualidad de otros sucesos negativos está opacando la gravedad de una guerra que ya dura demasiado y a lo peor se está internalizando su normalización. La guerra se convierte en una crónica de sucesos más cuando debería ser la excepción.

Se estima hasta el momento más de 240.000 víctimas del conflicto, pero no son un número sino vidas con historias detrás. Las imágenes de la muerte y el rastro del dolor son atroces. Un país destruido.

Una de las últimas acciones de la barbarie es que cientos de niños ucranianos están siendo trasladados y secuestrados a Rusia desde los territorios que Moscú ha ocupado en el este de Ucrania durante la invasión del país.

Además la guerra no es algo lejano pues lo que allí repercute nos afecta a todos. Esta semana Noruega advertía de que Moscú ha desplegado buques con armamento nuclear en el Báltico por primera vez en 30 años. Bastaría imaginar las fatales consecuencias que un “accidente” nuclear ocasionaría en el planeta Tierra.

El ser humano aglutina un enorme poder para hacer y deshacer a su antojo. Todas estas señales a modo de desgracias nos indican que no podemos abusar más y que el tiempo se  está agotando para generar un cambio al paradigma.

Mientras el mundo reclama soluciones urgentes sorprende pues las miserables luchas de egos, de cuitas partidistas y ansias de protagonismo. Hay buena parte de la clase política que no se entera de la película mientras dedica su tiempo al afán del postureo  y salir en titulares. Más recientemente lo estamos viendo en España con una parte de la izquierda más dedicada a la gresca y sacar nuevas ocurrencias cual conejo de la chistera. No es de extrañar que cuando se centran más en su proyección mediática luego cometan errores en su ejercicio de legislar.

Lo importante para este cambio de paradigma es construir el mundo que queremos dejar a las nuevas generaciones, empezando por hacer reversibles las malas acciones acometidas.

Tenemos el poder de con buenas acciones construir un modelo más sostenible, una tierra más sana, un aire más respirable, una sociedad más tolerante y pacífica. Esto implica también que las grandes decisiones no dependan de las grandes élites sino que los ciudadanos tengan más soberanía sobre decisiones directas que incumben a sus vidas. Que los villanos tengan las manos maniatadas para que sus malas decisiones no nos pongan en peligro.

Igualmente los medios tenemos una gran responsabilidad para promocionar todas esas buenas acciones y soluciones que contribuyen al no ya necesario sino urgente cambio de paradigma.

Seguro que a medio y largo plazo esta labor es más agradecida que dar cancha a personajes que solo hacen que enredar y generan más problemas de las ya grandes preocupaciones que hoy nos ocupan.

En la medida de lo posible, intentemos todos dar ejemplo.

JORGE DOBNER
Editor
En Positivo

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