El prestigioso filósofo y sociólogo de la comunicación Marshall McLuhan examinaba en su libro “La Aldea Global” los efectos que tiene en la sociedad la aplicación de cualquier tecnología/medio. Sus palabras sobre la difusión masiva y la sociedad de la información, y su frase célebre “el medio es el mensaje” le harían pasar a la historia como un visionario de internet.
El filósofo se convirtió en todo un gurú de un futuro digital que entonces aún se veía muy lejano. Advertía de los cambios sociales que experimentaríamos pero también de los peligros del abrumador poder de internet:
“Una vez que hayamos supeditado nuestros sentidos y sistemas nerviosos a la manipulación privada de quienes intentarán beneficiarse a través de nuestros ojos, oídos e impulsos, no nos quedará ningún derecho”.En estos momentos sus reflexiones gozan de una enorme importancia y vigencia.
El periodista Ricardo de Querol, subdirector de EL PAÍS, publica “La gran fragmentación” (Arpa), donde analiza los efectos en la vida diaria de la transformación digital.
El libro, de casi 300 páginas, reflexiona sobre cómo reforzar las extraordinarias ventajas de esa transformación y cómo corregir sus peligrosos inconvenientes. Hemos perdido la fe en el progreso y urge recuperarla.
La digitalización se ha impuesto en poco más de dos décadas. Y la ilusión inicial ante ese avance ha ido inclinándose hacia la decepción, hasta agrietar casi todos los consensos sociales y políticos. Internet estaba llamada a ser la herramienta que daría paso a un nuevo mundo más libre, descentralizado y en red, pero ha derivado en el dominio de un puñado de gigantes empresariales.
“Poderosos intereses empresariales que hacen negocio con los mensajes más tóxicos. Facebook, Twitter o Youtube han favorecido contenidos agresivos de una forma que no podemos controlar. Saben que los contenidos más polarizadores enganchan más al usuario y ese es uno de los elementos que están corroyendo la democracia” razona Querol.
Precisamente sobre estas empresas se deben exigir que asuman su responsabilidad “Las empresas digitales están sometidas ahora a procesos judiciales por monopolio, abuso de posición dominante y hay iniciativas que intentan responsabilizar a algunas redes sociales de problemas de salud en adolescentes.
Ya no son intocables por la presión de los tribunales, principalmente europeos y americanos, de los reguladores y de los poderes públicos, pero queda mucho por hacer en los derechos digitales de los ciudadanos”.
Las nuevas formas de comunicación no nos han unido, sino que nos acercan demasiado a menudo al tribalismo, a guerras culturales acríticas y a nocivas burbujas ideológicas. Recibimos servicios que creemos gratuitos pero que se basan en la extracción encubierta de nuestros datos.
Dice Querol que hemos regalado nuestra intimidad a cambio de entretenimiento y son muchos los que se refugian en sus pantallas para evitar el incómodo roce con el diferente. Es ese capitalismo de vigilancia que se aprovecha de forma indebida de nuestros datos.
“Se aprovechan de nuestra vanidad desde el principio. Hay pensadores que dicen que las máquinas están halagando constantemente al individuo, fomentando el narcisismo. Estamos regalando nuestros datos a cambio de casi nada, y sin control: se venden en mercados secundarios para colocarte publicidad personalizada o incluso a empresas dedicadas a la manipulación política como ocurrió con el Brexit o la victoria de Trump”.
Ante este horizonte aparentemente deshumanizado, hemos apartado nuestra mirada de los avances científicos que están por llegar. Por eso Querol apela a una crítica social sobre este contexto para que los ciudadanos por fin nos empoderemos.
Redacción
En Positivo
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