Antes de que el suelo se resquebraje y todo empezara a temblar descontroladamente se vieron unos destellos lumínicos segundos antes de anunciar el seísmo. Este extraño fenómeno meteorológico con apariencia de auroras boreales se conoce como triboluminiscencia y se trata científicamente de un proceso de emisión de luz que tiene lugar cuando se rompe o se golpea determinados materiales como así ha sido.
También los pájaros adivinaron instintivamente lo que a punto estaba de ocurrir en Turquía. Se han vuelto virales las imágenes de esas aves que antes permanecían tranquilas y que de repente rompieron el silencio con sus graznidos y echándose a volar despavoridas cuál imagen de suspense “Los pájaros” de Alfred Hitchcock.
La naturaleza se revuelve contra nosotros, nos da señales inquietantes que anticipan la catástrofe. Los dos terremotos acontecidos en Turquía y Siria son de una violencia apenas vista en el último siglo. El primero en el sureste turco con una magnitud de 7,8 y el segundo en el norte sirio de 7,5.
Las cifras de fallecidos y heridos se van actualizando cada minuto. Por el momento aumentan a casi de más de 20.000 los muertos por los terremotos en Turquía y Siria, lo que ha sido ya calificado como “un gran desastre”.
Pero es evidente que este tipo de fenómenos por trágicos que sean no son nuevos, pues la naturaleza es imprevisible y se manifiesta cíclicamente en distintos fenómenos violentos. En este caso hay regiones en el mundo cuyos asentamientos se encuentran más próximos al límite entre las placas tectónicas y por tanto encierran una mayor peligrosidad sísmica. Puede que en cien años no ocurra nada bajo una aparente calma pero de repente ocurra todo.
Luego no es baladí que el ser humano no puede seguir con una venda en los ojos. Hay que sumar que determinado modelo socioeconómico llevado al extremo y auspiciado por las élites ha propiciado el maltrato sistemático de la Tierra y la sobreexplotación de sus recursos. Su persistencia durante años ha dado origen a lo que llamamos cambio climático. El reconocerlo y llevar a cabo políticas sostenibles efectivas es el primer paso para revertir sus peores consecuencias.
No hay duda de que los jinetes del Apocalipsis aprovechan cualquier oportunidad para anunciar el fin de nuestros días. Pero aún con todo, también lo malo que hemos hecho y que hasta hace no tanto éramos inconscientes, la tierra sigue viva e incluso benevolente.
Trabajamos la tierra fértil que nos da frutos y abundancia, el sol que nos da energía y sus aguas que calman la sed. La Tierra es algo perfecto que nos cubre de todas las necesidades aun cuando a veces no le demos la suficiente importancia.
Ese milagro de la vida lo estamos viendo cuando unos rescatistas han salvado a una niña recién nacida que estaba sepultada bajo un edificio en el noroeste de Siria y que fue destruido completamente por el terremoto. Ahí estaba la niña limpia e intacta saliendo debajo de los escombros.
La imagen de otra niña convertida en símbolo; Nour (que en árabe significa luz) salía sana y salva de entre los escombros aún cubierta de polvo.
Los momentos milagrosos se suceden cuando la lógica nos lleva a pensar que semejante derrumbe de materiales pesados ya podría significar la sentencia de muerte y sin embargo en algunos casos se están salvando vidas.
Una vez más podemos sacar lo mejor que tenemos para solidarizarnos con aquellos que lo están pasando mal. Una ola de solidaridad internacional se vuelca con el envío de ayuda humanitaria; la llegada de equipos de socorristas, de más de 3.200 voluntarios de 65 países con material y víveres.
La acción es lo único que puede salvarnos en estas circunstancias porque cada minuto que pasa cuenta.
Llegará el tiempo de reconstruir y cuando llegue la calma también los pájaros volverán al lugar.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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