Hay determinados sujetos que viven en una realidad paralela y se creen por encima del bien y del mal. Como si de una suerte de elegidos por los dioses se trataran son capaces de hacer y deshacer a su antojo aun cuando sus actos perniciosos suponen saltarse la legalidad vigente, las reglas de convivencia y faltar gravemente el respeto al otro.
Normalmente estos sujetos se han valido de su profesión para granjearse una reputación social, pero han confundido los aplausos con una carta de libertad para pasar por encima de los otros. De profesión variada: reyes, políticos, deportistas, cantantes…bajo el común denominador de tener una proyección pública pero con unas actitudes nada ejemplarizantes. Todos fantoches.
En una sociedad que durante tantos años ha vivido más hacia afuera que hacia dentro los megalómanos han encontrado su lugar ideal para autocomplacerse. Ciertamente puede haber hombres y mujeres que respondan a este perfil, pero en una sociedad aún patriarcal los primeros son los que están dando más la nota para mal. Egocéntricos y arrogantes, lo peor en algunos casos es cuando se convierten en un peligro público.
Esta semana conocíamos como el ex jugador de futbol Dani Alves era detenido y puesto en prisión, acusado de haber violado a una joven de 23 años la noche del 30 de diciembre en el lavabo de una discoteca de Barcelona.
Aun reconociendo la presunción de inocencia el tema tiene mala pinta según se conocen más detalles. Alves ha dado tres versiones diferentes y muestra una actitud narcisista ante la jueza. Por el momento la magistrada considera que presenta un elevado riesgo de fuga, dadas sus capacidades económicas, y que reside fuera de España, en México.
Desgraciadamente en los últimos tiempos se están conociendo demasiados casos de mal llamados hombres que rezuman una masculinidad tóxica y que son acusados de abuso de poder y/o agresiones hacia las mujeres.
La buena noticia de todo esto es que lo que antes quedaba en la trastienda mientras estos sujetos mostraban al mundo su mejor cara, ahora existe una conciencia real de denuncia social y posicionamiento al lado de las víctimas.
Los avances democráticos y de derechos civiles, así como la prensa libre están consiguiendo que determinadas personas que antes tenían barra libre para todo tipo de tropelías hoy respondan ante la justicia y ante su público al que tanto tiempo han engañado.
Los sonados casos de abusos sexuales perpetrados por el exproductor de cine estadounidense Harvey Weinstein desembocó en una cascada de sucesos sobre otros sujetos involucrados en el mismo proceder. Evidentemente para cometer tales delitos estos sujetos tenían una sensación de impunidad que su cargo y poder adquisitivo les atribuía falsamente. Pero ley es igual para todos o al menos así debería ser.
Poco se han enterado si creían que aún vivíamos en una especie de feudalismo trasnochado en que los reyes absolutistas y los nobles podían abusar y esclavizar de sus vasallos.
Cuando estos confunden sus delirios con la realidad pueden cometer todo tipo de abusos (de índole sexual, poder, económica, laboral…). Los Harvey Weinstein, Bill Cosby, Kevin Spacey, Plácido Domingo, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Luis Bárcenas, José Antonio Griñan, Juan Carlos I…entre otros muchos nombres evidencian que torres más altas han caído y están cayendo.
En cualquier sociedad democrática, todos somos libres e iguales, por tanto debemos tener los mismos derechos pero también deberes y responsabilidades. Más en el caso de los abusos de diversa índole perpetrados por altos cargos debería haber el agravante porque se aprovecharon de su posición social para llevar a cabo el abuso.
No hay intocables y los medios tenemos la responsabilidad de incidir en ese mensaje.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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