miércoles, 07 junio 2023

Lo que importa es la salud. JORGE DOBNER

La marea blanca toma de nuevo las calles. El movimiento social en defensa de la sanidad pública que nació a finales de 2012, en plena crisis económica y en una vorágine de medidas que afectaban de lleno a la sanidad, tiene de nuevo que recordar esas reivindicaciones.

Lemas en defensa de la sanidad pública como “la sanidad no se vende, la sanidad se defiende”, “menos discursos y más recursos” o “recortar en sanidad es un acto criminal” se despliegan por parte del personal sanitario. En Madrid, los médicos de familia y pediatras han retomado una huelga indefinida requiriendo mejores condiciones, a la que amenazan con sumarse sus compañeros de Andalucía, Extremadura, Catalunya, Navarra, Comunitat Valenciana, Cantabria y Aragón.

Sin embargo este deterioro de las condiciones laborales y deficiencias del sistema sanitario se extiende más allá de España y afecta a otros países como Reino Unido – que está pagando el precio de años de austeridad bajo sucesivos gobiernos conservadores – o Francia donde los profesionales de la salud llevan de forma intermitente semanas de huelga reclamando mejoras en sus condiciones laborales y en un sistema al borde del colapso. Igualmente en los países de Latinoamérica las garantías legales y constitucionales sobre la sanidad universal no se traducen en la realidad de la financiación de los sistemas de salud pública.

Los males son en buena parte compartidos y afectan en última instancia a los ciudadanos que  pagan sus impuestos y frente a una emergencia o dolencia no pueden ser atendidos debidamente. Por desgracia hemos visto imágenes dantescas de servicios saturados y pacientes con grave pronóstico de urgencia esperando en los pasillos.

Si algo se esperaba después de una pandemia que ha asolado al mundo y que aún no se puede dar por finalizada del todo es que debíamos aprender a priorizar lo importante, y ¿Qué hay más trascendental en una persona que su salud?

La pandemia se ha saldado por el momento con un total de 667 millones de casos y 6,73 millones de fallecidos a nivel mundial. Pronto se han olvidado los gobernantes de la pesadilla que se ha vivido en sus momentos más duros y el enorme esfuerzo del colectivo de los sanitarios.

Los aplausos de los balcones no han sobrevenido en un justo reconocimiento en forma de mejoras laborales y salariales, ampliación de las plantillas y un incremento exponencial en inversión en el sistema sanitario.

La inversión en Atención Primaria en España es insuficiente, según denuncian los profesionales y ponen de manifiesto las recomendaciones de organizaciones internacionales, como la OMS, de dedicar el 25% del presupuesto sanitario a este primer escalón asistencial.  Según los últimos datos publicados del Ministerio de Sanidad, en 2020 ninguna comunidad autónoma de España dedicaba uno de cada cuatro euros del presupuesto a esa partida, pero la más alejada del objetivo de la Organización Mundial de la Salud fue Madrid con un insuficiente 10,7%.

A nivel estatal igualmente sorprendente que solo en 2022 se dedicara el 1,44% de su Presupuesto a Sanidad, con lo que el gasto español en sanidad fue de 6.606 miles de € frente al cómputo total de 458.970 millones de €. Si bien el gobierno de España está subiendo progresivamente la inversión de estas partidas – en este 2023 se prevé subirá la inversión un 7,83% – no es menos cierto que incomprensiblemente la sanidad sigue siendo la hermana pobre frente a otras partidas como defensa – que en 2022 alcanzaron los casi 10.000 millones de € -.

Se puede decir que cada euro invertido en sanidad está más que aprovechado, pues aún con todo los médicos y sanitarios hacen encaje de bolillos para salvar la situación como pueden y minimizar los perjuicios manifiestos. Por eso no se entiende que cuando hay la necesidad, cuando nuestras sociedades son cada vez más envejecidas, no se apuntale un sistema sanitario que deber ser cada vez más amplio y robusto.

Si es cuestión de prioridades lo que importa es la salud por encima de cualquier otra cosa, y los recortes deberían antes hacerse a los gastos políticos, asesores u otras partidas como la mencionada en Defensa. Si es también cuestión de dinero no será porque las clases medias no paguen con creces sus impuestos, sino porque hay una élite económica a la que los gobernantes aún no se atreven a pedir responsabilidades.

Precisamente esta semana conocíamos según un informe publicado por Oxfam Intermón que el 1% de la población más rica acumula el 63% de la riqueza producida desde 2020 en todo el mundo, o lo que es lo mismo en tan solo una década, el número de milmillonarios y su riqueza se han duplicado.

Por eso resulta indignante que aún con todas las ganancias que tienen las grandes corporaciones y los millonarios, algunos responsables políticos piensen encima en bajarles los impuestos en vez de subirlos para que contribuyan y aumenten el estado de bienestar que en estos momentos tiene dificultades.

Estos días conocíamos como la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz  Ayuso, anunciaba más bajadas de impuestos a los ricos. Pero este truco fiscal de perdonarles 5.000 millones de euros al final sale a pagar 2.000 millones más al resto, es decir las rentas medias y bajas.

Las guerrillas de competencia desleal entre autonomías por la bajada de impuestos a los que más tienen repercute en última instancia a unos servicios sanitarios cada vez más deficientes, a unos profesionales con razón más descontentos y unos ciudadanos peor atendidos.

Es necesario pues a nivel estatal una armonización fiscal entre autonomías y también entre países – tal y como se lleva pretendiendo pero no se termina de implementar – para evitar ese juego sucio. Igualmente una armonización y coordinación sanitaria en la UE respecto a los profesionales sanitarios para estandarizar a nivel de todos los países miembros sus condiciones laborales y salarios.

Igualmente ajustar la formación sanitaria a las nuevas necesidades de un contexto que es distinto al de hace unas décadas, con una población de mayor esperanza de edad y por tanto más envejecida, pero también en una sociedad más tecnológica que requiere actualizarse constantemente a las novedades.

Nada de esto se producirá si cada quien hace la guerra por su lado, luego como todos estamos interpelados en algo tan esencial como es la salud, debemos aunar esfuerzos y alzar la voz juntos para que estas reivindicaciones sean debidamente escuchadas.

JORGE DOBNER
Editor
En Positivo

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