Según el uso positivo o negativo de las palabras pueden convertirse en dagas que hieren o una herramienta necesaria para tender puentes de entendimiento. El hacerlo bien o mal depende en gran medida de priorizar una visión ética en la forma de actuar pese a los muchos obstáculos que nos separen.
Así sabe transmitirlo la filósofa española Adela Cortina (Valencia, 1947), catedrática de ética que construye espacios de entendimiento en territorios donde la cooperación se hace necesaria.
En un tiempo de crisis por múltiples factores que es caldo de cultivo para la polarización política o el auge de los populismos siempre merece la pena atender a las enseñanzas de personas con el saber de Cortina. En una reciente entrevista para la revista Ethic comunica su forma de ver la situación actual y las lecciones que podemos aprender para manejarnos en estos tiempos revueltos.
Bajo este contexto una de las emociones más habituales es el miedo “es una de las emociones que necesitamos para sobrevivir, porque nos pone en guardia ante los peligros. No es como el odio, que resulta innecesario para vivir y, sin embargo, hay quienes se empeñan en cultivarlo para generar guerras, polarizaciones y conflictos.
Aun así, el miedo puede apoderarse de nosotros hasta llevar a la parálisis, lo cual es nefasto, o, por el contrario, a tratar de analizar sus causas y a buscar salidas viables y justas.
La opción más ética es la segunda, la que nos insta a buscar los mejores caminos en cooperación con otros. La ética es un motor que nos incita a no quedarnos atenazados, impotentes ante el sufrimiento, a no conformarnos con lo que parece un destino implacable, sino a buscar caminos que aumenten la libertad” argumenta la filósofa.
Uno de los mejores antídotos para enfrentar ese miedo natural es llenarnos de autoconfianza como individuos y confianza como sociedad “pero esa disposición a confiar tiene que venir refrendada por los hechos. Por eso es tan difícil construirla y tan fácil dilapidarla. Hay que ganársela, se construye día a día y exige crear instituciones que den cierta estabilidad a las relaciones sociales”.
Respecto al contexto internacional considera que “En la guerra de Rusia contra Ucrania, restablecer la confianza me parece difícil, por no decir imposible. Es más eficaz y humano ayudar a los ucranios a ganar la guerra y, a partir de este punto, negociar una paz y empezar a construir confianza desde la justicia”.
A pesar de los enormes desafíos Cortina cree que es posible establecer una ética cívica en base a unos mínimos de justicia. Dice que es posible porque no hay un modelo económico único, sino muy diversos según las peculiaridades de cada país. Al tiempo que valora positivamente el modelo social-demócrata –siempre que sus representantes se lo tomen en serio– pues explica que defiende claramente unos mínimos de justicia referidos a derechos civiles y políticos, económicos, sociales y culturales, como también el derecho a la paz, al desarrollo de los pueblos y a un medio ambiente sano.
La filosofa reivindica la ética del diálogo “porque las personas tenemos algo en común esencial –y es que estamos dotadas de razón y corazón, precisamente porque tenemos dignidad y no un simple precio– hemos de integrar las diferencias personales, siempre que esa integración no provoque desigualdades injustas. Los populismos no tienen ninguna opción en este proceso” sentencia.
Redacción
En Positivo
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