La Copa del Mundo, que comienza el domingo 20 de noviembre en Qatar, ya se perfila como una de las más disputadas de la historia. Organizado cada cuatro años, el Mundial de Fútbol es sin duda el evento insignia del deporte mundial, mucho más que un evento deportivo.
Pero no hay que olvidar que organizar un evento de esta magnitud es también un acto político. Tal y como escribe el columnista británico Jonathan Wilson en la revista Unheard distintos países han usado este escenario para proyectar una imagen interesada al mundo. Y una vez más “quizás más que nunca, la Copa del Mundo se convierte en una herramienta de propaganda, con todo lo bueno de ella sublimado a las necesidades de un estado autoritario. En el fondo, la Copa del Mundo es un fenómeno idealista, y esos ideales rara vez se han sentido tan amenazados”.
Pocas veces, sin embargo, recientemente, las controversias han sido tan virulentas en torno a la organización de tal competición. Ni el Mundial de Rusia de 2018 (pese a la anexión de Crimea cuatro años antes) ni los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín (pese a los campos de trabajo en Xinjiang) provocaron tanto revuelo.
Al ganar la organización de la Copa del Mundo en 2010, el pequeño emirato del Golfo esperaba el reconocimiento internacional, el reconocimiento de su papel y su creciente influencia en el mundo. Doce años después, la es reacción violenta.
Entre sospechas de corrupción, el destino de los trabajadores migrantes –varios miles de los cuales habrían muerto en las obras de construcción de los estadios de la Copa del Mundo–, las críticas a los problemas ambientales (en particular, el aire acondicionado de los estadios) y los derechos de las personas LGBTQI, Qatar se enfrenta a una avalancha de críticas.
“Es el típico ejemplo del evento que ocurre en el lugar equivocado en el momento equivocado”, explica el periodista James Dorsey. Para este especialista en Oriente Medio y el fútbol, ha habido avances, aunque siguen siendo tímidos: “Al dialogar con sus detractores, Qatar, que es una autocracia (aunque ilustrada), está sentando un precedente. Es el primer país del Golfo, si no el primer país árabe, en hacerlo”. Esto no es nada. Se ha reformado la legislación laboral y el sistema kafala, que ponía a los trabajadores a merced de su empleador, finalmente se ha abolido después de años de procrastinación”.
Una vez que el evento se va a celebrar también puede servir para hacer activismo, o lo que es lo mismo presionar a las autoridades del país para que avancen en derechos humanos hacia la democracia.
Es el caso de varias selecciones que lucirán brazalete LGTBI en el Mundial de Qatar. Los países que se han sumado lo hacen unidos por la iniciativa OneLove.
Igualmente la marca Hummel, que viste a la selección danesa, ha diseñado una camiseta a modo de protesta para el Mundial, haciendo imperceptible el logo de la marca y el escudo en la camiseta.
Una vez que comience el Mundial se espera que los estadios sean una caldera, no solo por la competencia futbolística, sino especialmente para que las instituciones de Qatar sientan el deber de hacer las cosas de otro modo.
Redacción
En Positivo
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