La sexualidad es inherente a la condición humana y forma parte aún de distinta manera en todas las fases de nuestro desarrollo. Especialmente difiere el tratamiento que se da de esa sexualidad a lo largo de la historia y su distinción según la cultura o el país.
Estamos en el siglo XXI pero la educación sexual sigue generando polémica para algunos sectores de la sociedad que la siguen percibiendo como un tabú, o lo que es lo mismo que su conocimiento debe ser restringido a la esfera privada o incluso íntima.
Pero lo cierto es que la educación sexual en las escuelas tiene una historia de más de medio siglo. Primero comenzó en Suecia en 1955, seguido por muchos más países de Europa occidental en las décadas de 1970 y 1980.
La introducción de la educación sexual en la escuela continuó en la década de 1990 y principios de la década de 2000, primero en Francia y el Reino Unido y posteriormente en Portugal, España, Estonia, Ucrania y Armenia.
En Irlanda, la educación sexual pasó a ser obligatoria en las escuelas primarias y secundarias en 2003.
Es decir que existir lleva existiendo de forma normalizada desde hace años, otra cosa es el tratamiento que se dé, cuando siempre debe ser respetuoso y ajustado a la comprensión y madurez de la edad.
Este enfoque de la educación sexual ha cambiado de acuerdo con la educación y las prioridades de salud pública en el tiempo, pero la mayoría de los elementos se mantienen igual.
Empezó con la prevención del embarazo no deseado (décadas de 1960 y 1970), luego pasó a la prevención del VIH (década de 1980) y la concienciación sobre el abuso sexual (década de 1990), finalmente adoptar la prevención del sexismo, la homofobia y el acoso online de 2000 en adelante.
Hoy a nivel de entretenimiento el éxito de series como la británica Sex Education han popularizado el papel divulgativo de la educación sexual en las escuelas.
En un reciente artículo para The Conversation la profesora Andrea Gutiérrez García, Psicóloga especialista en intervención multidisciplinar en violencia de género en la Universidad de La Rioja, habla de la importancia de seguir reivindicando la educación sexual en la escuelas en la medida que surgen nuevos desafíos.
Como parte de nuestro ser, recomienda normalizar su tratamiento porque “Hablar de sexualidad es hablar de qué somos, cómo somos, qué sentimos, cómo nos sentimos, cómo nos vivimos, cómo nos expresamos como personas sexuadas o cómo nos relacionamos.
Por lo tanto, es una educación que debe realizarse a lo largo de todas las etapas vitales, y no solamente a partir de la adolescencia, ya que vivirla de forma sana ayuda al sujeto a realizarse plenamente y a crear vínculos afectivos que le ayuden a crecer con seguridad y confianza.
Además, tal y como señala la OMS, la educación afectivo-sexual es un derecho de niños, niñas y adolescentes”.
La transmisión de la educación sexual también puede ser por omisión al ser tratado como una vergüenza o algo que ocultar. Por eso dice que comunicamos tanto cuando decimos como lo que no decimos.
Así es como Gútierrez argumenta que “Evadir los temas referentes a la sexualidad, bien por incomodidad, timidez o por no saber qué responder es también un modo de comunicar un mensaje.
Aun sin darnos cuenta, cualquier adulto que se relacione con una niña o niño está educando la afectividad y la sexualidad: lo hacemos con las palabras que utilizamos o las que no pronunciamos, los gestos o las muestras de afecto que damos o no mostramos, y el modo en que lo hacemos”.
La naturalidad es clave y más importante el dar las herramientas necesarias para que los niños puedan enfrentarse al mundo con seguridad y sin miedos.
Es por eso que la profesora aboga por “ofrecerles una educación sexual en todas las etapas vitales que les permita fomentar su autoconocimiento, el respeto a la diversidad sexual, una vivencia placentera y positiva y respetuosa de su cuerpo y el de los demás, así como dotarles de herramientas para que puedan protegerse de los riesgos asociados a la sexualidad, como abusos, agresiones, infecciones de transmisión sexual…
Por ello, no podemos entender la educación sexual desde un punto de vista exclusivamente biológico, sino que ha de abordarse desde un enfoque personal, relacional y social que implica educar en igualdad” sentencia.
Redacción
En Positivo
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