El mundo se enfrenta a múltiples desafíos en un contexto de enorme complejidad: la guerra de Ucrania que se agudiza, otra crisis económica a las puertas de una recesión, el ascenso de populismos como los más recientes casos de los ultraderechistas Sverigedemokraterna de Suecia y Fratelli d’Italia en Italia o los desastres naturales que asolan a distintos países.
Estos hechos no son fruto del azar ni de la casualidad sino que son consecuencia de las difíciles circunstancias históricas que arrastramos desde la pandemia y de un caldo de cultivo que viene gestándose en todo este tiempo.
Las razones son diversas: la respuesta insuficiente de los gobiernos a la problemática ciudadana y una crisis socio-económica, el hastío y crispación política, las ansias imperialistas de personajes como Putin, el miedo al diferente en momentos de escasez, los mensajes de odio que germinan en el corazón de la gente, la poca capacidad diplomática e inventiva de las élites, el cambio climático que ha ido creciendo por políticas erróneas sostenidas en el tiempo.
Esta nueva crisis sistémica responde a una crisis de valores sobre cuestiones no superadas. Existe una mayor desconexión entre las élites financieras, la clase política, las instituciones y la gente de a pie. Cuando hay una clara disonancia entre el estilo de vida de unos y otros.
Es por eso que la ciudadanía está conectando más con personajes públicos que demuestran con sus hechos la base de unos valores positivos, con las asociaciones solidarias, su vecindario y también los héroes anónimos.
Estos días ha dado la vuelta al mundo las imágenes de afecto y emoción entre los tenistas Rafael Nadal y Roger Federer en el último partido de la carrera del suizo. Ambos formaron pareja de dobles en la Laver Cup, en una despedida llena de simbolismo.
Fedal, como se conoció al dúo en sus míticos enfrentamientos en la pista, es una de las historias más sanas de rivalidad y amistad de deportistas con características contrapuestas.
La mano derecha de Federer a la izquierda de Nadal, el elegante revés de Federer al fornido golpe de derecha de Nadal, el comportamiento tranquilo de Federer a los rugidos feroces de Nadal.
Sin embargo, ambos estaban unidos por el amor y el respeto mutuos. Han hecho que esta rivalidad ejemplar se destacara como ninguna otra.
En juego una profesión, prestigio y dinero. Es loable ver a personas que valoran lo importante y demuestran tal camaradería cuando otros se dan puñaladas por la espalda.
“Cuando Roger se va de la gira, sí, una parte importante de mi vida también se va porque todos los momentos en los que ha estado al lado o delante de mí en momentos importantes de mi vida”, dijo un emocionado Rafael Nadal después de que terminó el partido.
“Hemos estado muy conectados, especialmente los últimos 10 años. Puedo llamar a Rafa y hablar de cualquier cosa, espero que él sienta lo mismo”, dijo Federer.
Esta imagen tiene varias lecturas y todas positivas. El saber dar ejemplo en el deporte que es referente de tantas personas – especialmente para los más jóvenes -, el transmitir tantos valores buenos (discreción, de inteligencia, de sacrificio, de profesionalidad y de ternura), y demostrar que los hombres también lloran y hay otro tipo de masculinidad posible.
A lágrima viva estos dos hombres han soterrado absurdos clichés se han forjado en torno a esto y qué presión han recibido y reciben miles de niños, adolescentes y hombres que siguen escondiendo sus sentimientos por vergüenza, por miedo o por el qué dirán.
El binomio Fedal ha dado una lección al mundo de esos valores que hoy más que nunca se tienen que reivindicar: respeto, admiración y amor hacia el prójimo.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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