Las crisis fueron creadas para los ricos, así se demuestra de forma sucesiva en la historia. Más bien parece que la crisis es su estado ideal haciendo bueno el famoso a rio revuelto, ganancia de pescadores. Los millonarios se hacen multimillonarios, los pobres más pobres, la clase media se desvanece.
El reciente Informe Oxfam señala que en dos años de pandemia han aparecido 573 nuevos milmillonarios lo que supone un nuevo megarrico cada 30 horas.
El total de 2.668 milmillonarios que hay en el mundo poseen en conjunto 12,7 billones de dólares, lo que supone 3,78 más que antes de la pandemia y una cifra que ya equivale al 13,9% del PIB mundial, habiéndose triplicado desde el año 2000, cuando suponía el 4,4%. En el lado opuesto, se espera que a finales de este año, 263 millones de personas adicionales podrían verse sumidas en la pobreza extrema: un millón de personas más cada 33 horas.
Así lo denuncia dicha entidad en el informe ‘Beneficiarse del sufrimiento’ que se ha publicado con motivo de la reunión del Foro Económico Mundial, cita anual de la élite internacional en la ciudad suiza de Davos.
Del eslogan del pasado año de Davos tan desafortunado “No tendrás nada y serás feliz”, se trasluce a razón del incremento de las desigualdades y brecha entre ricos y pobres, que no va dirigido a la élite que componen sino al ciudadano de a pie para que se resigne a mal vivir.
Eso que el ciudadano medio es mucho menos avaro que los megarricos, se conforma con lo suficiente para vivir de forma más o menos desahogada sin penurias que le quiten el sueño por la noche. A partir todo lo bueno que venga es un agradecimiento por tener la vida solucionada sin sobresaltos.
Contrasta con algunos de los multimillonarios que nunca agradecen por lo que tienen porque viven en constante codicia. Si bien también hay que reconocer a los pocos ricos que además de permitirse una buena vida emplean su dinero para mejorar la sociedad que le rodea y generar un impacto positivo.
Eventos como Davos sirven para alertar sobre los mayores riesgos a los que se enfrenta el planeta en los próximos años, en la presente edición, se está enfocando en el cambio climático y las desigualdades sociales. Pero cuando las soluciones a concretar parecen pocas no es de extrañar que la ‘plebe’ quede alejada y desinteresada de lo que allí acontece.
Un reciente estudio publicado esta semana por la organización Americans for Tax Fairness (ATF) evidenciaba que las 26 de las personas más ricas de Estados Unidos pagaron una tasa impositiva federal promedio sobre la renta de solo el 4,8% en el periodo comprendido del 2013 al 2018 cuando el crecimiento de su riqueza se cuenta como un ingreso.
“Maestros, fontaneros, bomberos y otros trabajadores pueden pagar impuestos más altos que los billonarios, y eso contando solo la pequeña parte de sus ingresos que ahora está gravada”, recalca Frank Clemente, director ejecutivo de ATF. “Si se incluye su riqueza libre de impuestos en el cálculo, muchos milmillonarios no pagan prácticamente nada”, matiza. Lo que se dice una broma de mal gusto.
Es evidente el miedo de los gobiernos a comprometer a los ricos intocables, a hacerlos responsables de la parte que les toca acorde a sus ingresos. Estos disponen de lobbies importantes para ejercer presión, mientras que los pobres no tienen ninguna herramienta para presionar más que la posibilidad de voto cada cuatro años o rebelarse en la calle.
Una de las mayores gestoras de fondos, la suiza Pictet predice una mayor intervención de los gobiernos en la economía durante la próxima década como consecuencia de las crisis de los últimos años. Lo que falta saber si esa intervención será por fin a los multimillonarios crecientes o seguir consumiendo a una clase media decreciente.
El libro ‘El capital en el siglo XXI’ escrito por el economista francés Thomas Piketty marcaba un hit hace casi una década. Los problemas siguen existiendo, y las medidas valientes que se aportaban esperan implementarse aun parcialmente. También otros economistas como Esther Duflo o Abhijit Banerjee han aportado soluciones para un modelo económico agotado.
Como en todo es necesaria la voluntad para que los dirigentes se atrevan a hacer cosas diferentes.
De lo contrario, los resultados son ya conocidos, unas crisis sucesivas donde pierden siempre los mismos.
No se extrañen pues del hastío de la gente, la subida de los populismos o a lo peor una rebelión colectiva.
Urgen soluciones concretas.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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