jueves, 01 junio 2023

El inmoral negocio de la guerra. JORGE DOBNER

El ser humano es capaz de lo mejor y lo peor, de construir y destruir. Desde tiempos prehistóricos los cazadores mostraban su agresividad en disputas y conflictos por comida o territorio.

Son los hombres los que hacen la guerra y dan rienda suelta al “salvajismo”. Históricamente, la guerra y el combate han representado las más altas aspiraciones de los miembros masculinos de las élites políticas, sociales y culturales, y la guerra erróneamente se asociaba y se sigue asociando con los valores masculinos como la fuerza física, el honor y el coraje. Son los hijos de Caín.

Resulta del todo inmoral que incluso en medio de las consecuencias económicas de la pandemia de Covid-19, el gasto militar mundial alcanzó niveles récord, de acuerdo a la investigación del Programa de Gasto Militar y Producción de Armas del SIPRI.

Los cinco países que más gastaron en 2021 fueron Estados Unidos, China, India, Reino Unido y Rusia, que en conjunto representaron el 62 % del gasto.

En un mundo en guerra, fabricar armas es un negocio lucrativo donde hay bastantes sectores con un jugoso pastel a repartir. Pocos saben que el floreciente negocio de las armas no solo beneficia a las empresas sino también a los bancos con nombres conocidos por todos.

Es desgarrador pensar que entidades financieras están apostando por el negocio de la muerte. Hablamos de vidas humanas en juego con historias detrás de ellas. Las armas únicamente tienen una función: matar.

Recientemente la revista Time entrevistaba al brasileño Lula da Silva donde a colación de la guerra en Ucrania explicaba que “Los políticos cosechamos lo que sembramos. Si siembro fraternidad, solidaridad, armonía, cosecharé cosas buenas. Si siembro discordia, segaré pleitos. Putin no debería haber invadido Ucrania. Pero no es solo Putin el culpable”.

Asimismo argumentaba cómo la guerra al igual que la paz es una cuestión de voluntad, y en última instancia la guerra es el pretexto “Porque la guerra no es la solución. Creo que el problema es que si no lo intentas, no arreglas las cosas. Y tienes que intentarlo”.

Precisamente con la pandemia deberíamos haber aprendido a  transitar las inversiones hacia otros sectores y no refugiarnos en las armas.

Sin duda el invertir en la educación y la cultura son revulsivos para hacer países cada vez menos beligerantes y generaciones más concienciadas con el diálogo y la paz.

Dijo la joven activista pakistaní Malala Yousafzai, que fue atentada por oponerse a las restricciones de los talibanes “Cambiaria el mundo si sólo enviara libros en lugar de enviar armas a otros países”.

Demasiadas veces nos olvidamos de también la parte más humanitaria de nosotros, de la compasión y la ayuda mutua, así como la cooperación y la solidaridad hay que potenciar pues han sido los factores clave del éxito evolutivo de nuestra especie, más que la competencia y la agresividad.

Para conseguirlo es evidente que el poder debe evolucionar a modelos más feminizados, con más empatía y menos testosterona.

Como sociedad debemos aprender que la guerra es siempre una pérdida para todos y que existen alternativas menos militarizadas si las personas indicadas llegan a la élite.

JORGE DOBNER
Editor
En Positivo

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