Las principales plataformas digitales se han convertido en el nuevo vellocino de oro por la que suspiran los millonarios. Sus intereses parecen haberse desplazado claramente de bienes inmuebles y empresas más domésticas a este tipo de empresas digitales, tecnológicas y mediáticas de alto alcance.
Son muy pocos los elegidos, y por eso estas empresas tan influyentes alcanzan cuotas de compra desorbitantes. Entre el grupo selecto: Bill Gates (Microsoft), Jeff bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook ahora Meta, Instagram y WhatsApp), Larry Ellison (Oracle), Larry Page y Sergey Brin (Google), Jack Ma (Alibaba).
Ahora se une al club Elon Musk quien ha comprado Twitter por cuarenta y cuatro mil millones de dólares. Musk, el C.E.O. de Tesla y actualmente el hombre más rico del mundo.
No hay nada casual en este movimiento sino es una operación premeditada por parte de Musk para ganar su porción de tarta y llevarse otro monopolio de influencia. En su competición de estos magnates por ganar más influencia en social media lo que equivale a ser cada vez más ricos.
De las pretendidas redes horizontales y anónimas no queda rastro y hoy todas esas plataformas antes mencionadas son verticales y personalistas. Estos multimillonarios tecnológicos son los propietarios y los usuarios somos sus inquilinos y visitantes.
La enorme influencia de Twitter en el discurso público y la incertidumbre de lo que sucede cuando el hombre más rico del mundo obtiene un control singular sobre esa influencia.
Aunque Twitter informó solo 217 millones de usuarios diarios activos el año pasado, muy lejos de los miles de millones informados por su rival Meta, sus usuarios incluyen políticos, líderes empresariales, artistas, activistas e intelectuales muy influyentes: figuras públicas con muchos seguidores que a su vez dan forma al público y discurso en torno a la política, los medios, las finanzas y la tecnología.
Hay una cantidad de información ingente y datos sobre perfiles que ha valido la suma de compra. Porque la información es poder y esa es una verdad siempre vigente. Lo sabe mejor Musk que hoy es más rico, poderoso e influyente.
Musk no solo puede usar su poder sobre Twitter para asegurarse de que la plataforma le brinde el máximo margen de maniobra para twittear como mejor le parezca, sino que la adquisición le brinda una nueva influencia política que solo un multimillonario puede adquirir, lo que podría beneficiar a algunos de sus otros negocios. De esta manera puede difundir mejor su mensaje y contar una historia de una manera que sea buena para Tesla y buena para sus intereses económicos.
Todo esto llega en el momento exacto en que todos, desde el expresidente Barack Obama hasta los legisladores de la Unión Europea, han propuesto mantener las plataformas de redes sociales con un estándar más estricto en la moderación del contenido, no el enfoque más laissez-faire preferido por Musk.
Para una plataforma de la importancia de Twitter, reducir la moderación del contenido podría tener consecuencias masivas en la permisividad de los haters que alcanzan hasta amenazas de muerte, permisividad sobre regímenes dictatoriales y otros tipos de violencia.
Tanto para la forma en que los usuarios individuales experimentan el sitio, especialmente los usuarios más vulnerables, incluidas las mujeres, la comunidad LGBTQ y las personas de color, como para los diálogos nacionales e internacionales que jugar en la plataforma y, en última instancia, influir en los eventos mundiales.
Son muchas las voces críticas hacia esta forma personalista de los propietarios de estos monopolios que son los nuevos jerarcas tecnologicos y que acondicionan a su modo y semejanza y aún a riesgo de peligrar los principios de la democracia, respeto y tolerancia.
El hacerlo más privado significa que un servicio esencial sea aún menos transparente y es una luz roja intermitente sobre por qué la centralización de nuestros espacios online en manos de unos pocos multimillonarios seleccionados es tan peligrosa.
Democratizar las redes sigue siendo una asignatura pendiente en la que trabajar.
Y eso no es solo la libre creación y difusión de contenido sino también conciliarlas en la creación de espacios en igualdad real de oportunidades y luchar contra las amenazas de las fake news e infoxicación.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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