La eterna búsqueda de la felicidad es el santo grial del ser humano. La pandemia ha supuesto un shock para todos en mayor o menor medida, y ha trastocado nuestras vidas cotidianas y el sentirse feliz.
Este largo tiempo ha supuesto un gran aprendizaje a todos los niveles. Tiempo de reflexión, para cuestionarnos y conocernos más como individuos y sociedad.
Las eternas preguntas sobre el sentido de vida y la felicidad han tomado otra perspectiva cuando nos detenemos y miramos en nuestro interior.
Bien lo explica la psiquiatra y escritora, Marian Rojas-Estapé, que justo antes de la pandemia publicó su libro “Como hacer que te pasen cosas buenas” porque todas las cosas buenas precisan un plan y su más reciente “Encuentra tu persona vitamina”.
En una interesante charla para AprendemosJuntos la psiquiatra hace un recorrido en la neurociencia de las emociones.
Marian dice que “la felicidad depende del sentido que damos cada uno en nuestras vidas”. Pero en una sociedad que ha perdido el sentido, ha perdido el rumbo hemos sustituido el sentido de la vida por sensaciones múltiples (pasatiempos, comida, alcohol, redes sociales…)
Los japoneses lo denominan Ikigai y hoy en día se sabe que dando ese sentido una persona puede tener mejor salud física y mental.
Siempre hay algo que nos preocupa, que tenemos que lidiar, “y cómo lidiamos con esas batallas va a marcar eso que damos felicidad”.
“La felicidad consiste en conectar con eso bueno que pasa cada día” explica.
Eso sin obviar que todos siempre tenemos alguna preocupación y pesar. Pero el mejor antídoto al sufrimiento es el amor, es sentirse querido, no sentirse solo – la sensación de soledad no buscada – que Marian señala como terrible para la psique y el corazón.
El amor es múltiple porque encuentra muchos caminos. Está el amor a uno mismo, conocido como autoestima, que no sea en exceso (narcisismo) ni poco (cuadros de inseguridad).
También el amor de pareja que nos hace valientes, el amor a los demás para estar en armonía y cooperar, el amor a las creencias e ideales, el amor a los recuerdos.
Todo ese amor en su conjunto nos hace ser mejores, más empáticos, más cariñosos, seres que no juzgan.
Por el contrario en estados de preocupación se enciende la señal de alerta, activa el hipotálamo y segregación de la adrenalina y cortisol. Entonces automáticamente mi cerebro busca mecanismos de supervivencia que son la lucha y la huida.
Es un proceso fisiológico por el cual en el momento de alerta no puedo razonar. Ese estado de alarma puede estar motivado por una razón concreta o imaginada (suposiciones).
Y lo cierto que la psiquiatra dice que “El 90 % de las cosas que nos preocupan nunca jamás suceden” pero mi mente y cuerpo lo viven como real.
Cuando entramos en estado de alarma constante (estrés mantenido) nuestro cuerpo se inflama y eso es muy porque genera distintas dolencias (gastroenteritis, amigdalitis, dermatitis…) así es como también aparecen muchas depresiones que dependen de estados de alerta permanentes.
“Somos lo que pensamos muchas veces, ese pensamiento me lleva a una emoción y esa emoción tiene un impacto en el cuerpo”.
¿Cómo vivir una vida con bienestar?
La psiquiatra recomienda tener unas nociones básicas de como funcionas tú y cómo funciona la mente humana y organismo. Primero es necesario concienciarse de uno mismo (mi carácter, ya sea sensible, tímido, impulsivo…), hacer autodiagnóstico y qué factores me llevan al estrés.
“Cuando uno se comprende se siente aliviado” argumenta.
Marian dice que hay que vivir una vida lo menos inflamada posible. Y más en un estado de infamación latente en la sociedad. Recomienda comer lo mejor posible, cuidar la calidad del sueño (evitar las cenas copiosas, evitar la luz de pantalla…) tener vías de escape sanas (ejercicio, educación de la voz interior, cuidar las personas que me rodeo…)
La psiquiatra aconseja entrenar el cerebro para tener mejor calidad de vida porque es común el secuestro de la amígdala, que da una reacción desproporcionada ante una persona o cosa y hay que internar cortocircuitar.
Lo importante es la interpretación que hacemos (sobre el sistema de creencias, estado de ánimo…) y tenemos que trabajar per se nuestras habilidades sin ayudas externas (sin la pantalla de por medio) porque esto mejorará nuestra atención, concentración, memoria.
Marian dice que debemos educar nuestra corteza prefontal para educar nuestra voluntad (marcándonos retos cotidianos) para llegar mucho más lejos en la vida.
Habla de la importancia de la neuroplasticidad cerebral, que es la capacidad que tenemos para generar neuronas.
Por eso podemos enfocarnos en las tres cosas buenas que me sucedan a día hoy para así cambiar el foco de atención. Por ejemplo, saborear las comidas, volver a la lectura “la lectura es la mente lo mismo que el ejercicio físico” y mejor en papel porque mejora la profundidad de lectura
Hoy en ese mundo digital nos vemos inmersos en ese estado de alarma constante (demasiados estímulos por si nos hemos perdido algo), luego “recomiendo muchísimo quitar las notificaciones de pantalla, soy yo quien domino el dispositivo, no las alertas a mí”.
Marian recomienda las herramientas de Mindfulness o atención plena para conectar con uno mismo; de cómo me siento, las sensaciones que vienen a mi cuerpo. Eso unido a la aceptación (no podemos controlarlo todo) y abandonarse.
Aquí esta conversación interesante para todos:
Redacción
En Positivo
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