No son los tiempos más propicios para que la gente profesional, con prestigio y experiencia contrastada se meta en política. El clima actual parece relegado a políticos advenedizos, fanáticos, ninis…es decir todos aquellos que tienen más que ganar en su beneficio propio porque no tienen nada que perder.
A la hora de preguntar, la clase política sigue figurando entre las principales preocupaciones de la gente en todas las encuestas. Lo malo es que el hábito sobre esta circunstancia ha pasado del cabreo sumo a la indiferencia.
La creciente desconexión de la sociedad con la política es preocupante porque eso significa que las personas ya no se sienten mínimamente representados por nadie y solo les queda optar por la abstención.
Y en el peor de los casos existe un caldo de cultivo para que las fuerzas extremistas y populistas consigan encandilar con sus cantos de sirena a parte de esa masa desencantada.
Hace unos años la nueva política, representada por nuevas formaciones emergentes, se presentaba como un cúmulo de virtudes frente a los viejos partidos, responsabilizándolos de todos los problemas que aquejan a la ciudadanía.
Ciertamente fue una buena táctica que caló hondo en el imaginario colectivo puesto que lo nuevo necesita un tiempo para ser evaluado. A priori estas nuevas formaciones y nuevos líderes ofrecían un discurso fresco y la regeneración necesaria para oxigenar una clase política que arrastraba el nepotismo, puertas giratorias y acuciante corrupción, entre otros males.
Sin embargo la nueva política se convirtió en un cliché cuando esas formaciones y líderes emergentes cayeron en algunos de los malos vicios de esa vieja política que tanto criticaban.
España es un caso paradigmático del auge y declive de estos nuevos líderes venidos de la sociedad civil y con profesión fuera de la política, pero que pronto no cumplieron con las grandes expectativas que en ellos había depositadas. Tanto se endiosaron que la mayoría cayeron en los errores de la egolatría, narcisismo y cerrazón.
El partido de Unidas Podemos con el liderazgo de Pablo Iglesias, hasta entonces profesor de la Universidad Complutense, despertó gran ilusión en buena parte de la población consiguiendo hasta 71 escaños y ser tercera fuerza política. Tocaba el cielo con las manos, pero por la lucha de egos y dogmatismos acabó con su carrera política.
Prometía acabar con la casta política, un concepto centenario que ha sido utilizado en procesos de degradación democrática de forma sistemática en el siglo XIX y el XX. Usado anteriormente en los mismos términos por escritores como Benito Pérez Galdós o periodistas como Ramón Pérez Ayala o políticos como Manuel Azaña, Presidente de la Segunda República.
Igualmente Albert Rivera con el partido Ciudadanos, venido con poca experiencia del sector profesional de la banca, que también consiguió en su momento alzarse con la tercera fuerza y 57 escaños. Sin embargo tal fue su empecinamiento por escorarse a la derecha y competir con el partido conservador que se alejó del presumible espacio de centro-liberal. Pudo ser vicepresidente, si bien alegó que no quería cargos, pudo formar coalición pero también rechazó por su sueño presidencial.
Los hay que continúan en política pero no consiguen entusiasmar como antaño porque los tiempos de oportunidad en política por desgracia pasan muy rápido. Los considerados nuevos valores como Iñigo Errejón con su Más País y el relevo de Ciudadanos, Inés Arrimadas. Aún a pesar de sus contribuciones a impulsar buenas medidas como la atención en salud mental y cobertura en dependencia a las personas con ELA, respectivamente, parecen sumidos en la intrascendencia mediática.
Todos estos nuevos políticos, de una u otra forma, no han conseguido sus propósitos políticos ni acabaron con la vieja casta y en muchos casos, sólo han logrado convertirse en nuevas sectas.
También están los nuevos políticos que no conocieron profesión alguna más allá de la vocación partidista pero que en un ejercicio de travestismo vendieron como renovador el mismo modus operandi.
De la factoría de las Nuevas Generaciones del PP, salió un bisoño Pablo Casado que en su trayectoria política fue escalando puestos hasta ser presidente de dicho partido. Pero cuyos bandazos en un intento de acercarse al centro y luego aliarse con la ultraderecha, así como la práctica de política carroñera con tránsfugas y espionaje de por medio, ahora le condena a su ostracismo político.
También está salpicada en el último sainete político, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, igualmente de nuevas generaciones e insólita líder emergente de corte populista cuyo oficio fue ser Community Manager del perro de su mentora Esperanza Aguirre y cuyo relato víctimista esta todavía por ver como terminará.
Hay una generación perdida de jóvenes líderes fallidos que no alcanzaron sus metas y que poco animan a otros profesionales de la sociedad civil en involucrarse en política.
A nivel mundial se reproduce este fenómeno, en líderes no tan jóvenes pero nuevos. Es el caso del recientemente electo Presidente de Perú, Pedro Castillo, que parece no resolver la crisis agravada del país y varios sectores piden su dimisión.
Otros líderes muy menos jóvenes pero muy discutidos, como el Presidente de Argentina, Alberto Fernández, o Jair Bolsonaro de Brasil que lejos de calmar las aguas parecen dar cobijo de forma muy inoportuna al zar Putin y estar en connivencia con sus locuras de invasión de Ucrania.
Lo cierto es que muchas de las denuncias que propugnaba la nueva política siguen vigentes, es por eso que a pesar del clima decadente se necesitan incorporar activos de la sociedad civil, con voluntad de servir que no servirse, para de verdad abrir una etapa positiva.
Hay otros nuevos nombres a nivel internacional que sí parecen – al menos de momento – acercarse a tales propósitos como la Primera Ministra de Finlandia, Sanna Marin, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardern, o el más reciente electo presidente chileno Gabriel Boric.
Estos pueden marcar la senda a dignificar la vida política.
Esperemos que tengan suerte y que se conviertan en nuevos modelos referentes para jóvenes líderes con auténtica vocación de mejorar el mundo.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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