El célebre filósofo alemán Friedrich Nietzsche denominaba nihilista a su sociedad coetánea sometida a las ansias de dominación y poseedora de verdades absolutas. Los porqués que antes se habían respondido desde una visión teocrática de Dios, ahora ya no encuentran respuesta.
Los antes supremos valores se devalúan porque la sociedad descubre su incoherencia, por lo que la realidad ya es carente de sentido.
Es entonces que la cultura occidental llega a su propia ruina, a su decadencia total, se queda vacía, agotada de los valores ficticios representados en la metafísica, la religión y la vieja moral.
Cuando alguien no cree en nada, excepto en que la vida ya no tiene sentido. “Un nihilista es alguien que prefiere creer en la nada a no creer en nada”, dijo Nietzsche.
Vuelve esa óptica nihilista que se está expandiendo con gran sentir del pesimismo, donde parte de la sociedad parece haber tirado la toalla y hace alarde en sus actos de continuo odio y resentimiento.
Pero el papel del nihilismo es altamente peligroso pues es el negar todo para afirmar la nada, el destruir para crear no se sabe qué. Es el incendio para revolcarse en las cenizas.
Ese vacío existencial está siendo llenado de forma tóxica por tantos ismos que nos envenenan como seres humanos, que nos hacen despreciar a los otros, a burlar las diferencias en vez de engrandecer la diversidad.
Hay movimientos simultáneos como son los extremismos, nacionalismos, populismos, independentismos, anarquismos, negacionismos, trumpismos, chavismos, peronismos…que siembran el caos para embrutecer más los problemas ya existentes.
Y nos arrastran al resto a su bochornoso espectáculo, pues entorpecen y no dejan avanzar. El caos es su estado ideal para seguir confundiendo. Cuántos más enfrentamientos más posibilidades de que ese nihilismo se imponga.
Estamos viviendo una época de transición en que viejas estructuras e ideas están cayendo y necesitan urgentemente un relevo para encontrar soluciones. De no hacerlo ese espacio está peligrosamente siendo ocupado por quien no quiere nada bueno.
Las estructuras jerárquicas pueden evolucionan hacia otras más horizontales donde todos y todas se sientan valorados en su importancia o por el contrario ser tomadas por nuevos líderes ególatras (no solo políticos sino de las élites) que menoscaben las democracias hacia nuevas dictaduras.
Habría que revisar porque hoy perdemos tanto tiempo con las tonterías en vez de centrarnos en lo importante, especialmente después de este tiempo de pandemia. Si es aburrimiento o frivolidad el dar cobijo a ideas extremistas y desfasadas, verdades cambiadas, mentiras que trasvisten de verdades y que tomadas como ideario en práctica la historia nos enseña tantas veces que salieron mal.
Bien es cierto se necesitan nuevos referentes que despierten la esperanza. Los hay de tanta gente valiosa de la sociedad civil, entregada honradamente a sus profesiones para construir un mundo mejor.
Solo se necesita dar altavoz a estas personas que construyen. Especialmente mujeres para ponerlas en su justo lugar de la historia y que ahora deberían ganar cada vez más protagonismo y visibilidad en las estructuras de poder.
Necesitamos respirar aire fresco, nunca tóxico.
JORGE DOBNER
Editor
En Positivo
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