Salvo excepciones, cuanto más alta sea la franja social en la que se desarrolle una persona más influenciada estará por la “educación formal” y cuanto más baja sea la franja, también salvo nobles excepciones, la persona estará más influida por la “educación informal”.
Aun persistiendo en su lento declive de influencia social el medio televisión todavía hoy continúa siendo el más importante dispensador de educación informal especialmente para los espectadores que se desenvuelven en la amplísima franja social ubicada en la base de la pirámide social.
Es evidente que la violencia de género no surge únicamente en una franja concreta de la referida pirámide pero es lógico deducir que en la amplísima franja baja, la más influenciada por la educación informal, por ser la que mayor cantidad de población engloba y por simple estadística, en ella puede concurrir un mayor riesgo de violencia de género que en las zonas media y alta con menor población.
Observando los periódicos resúmenes anuales sobre violencia de género se constata que algo sucede entre la infancia y la adolescencia que diluye los principios de igualdad de género que se imparten en la escuela. Generaciones mejor preparadas pero los índices de violencia de género no disminuyen.
En el artículo publicado en este portal titulado “Reducir la huella machista en los medios” https://enpositivo.com/2021/07/reducir-la-huella-machista-en-los-medios-anton-layunta/ como profesional reflexioné sobre la insospechada razón por la que, sin pretenderlo, los medios de comunicación, muy especialmente los audiovisuales, podrían estar detrás de la desactivación de los principios de igualdad de género.
A día de hoy considero más que demostrado que películas, series y culebrones están ejerciendo un efecto desinhibidor de los principios de igualdad de género que a las nuevas generaciones se les ha inculcado en la escuela.
Las historias que cuentan dichos productos de “entretenimiento” precisan parecer realmente verídicas y por ese motivo los guionistas recurren a reflejar el “tal como somos”, incluidas las relaciones de género tóxicas con las que convivimos en la vida real. Lo hacen con el único objetivo de aportar el efecto de veracidad a la ficticia historia central.
Por todo lo expuesto me alarma la decisión estratégica de dos cadenas privadas de televisión de emitir series turcas en España y que estén teniendo un revelador éxito entre espectadoras que quizás con ellas rememoren el pasado. Mi pregunta: esas cadenas privadas de televisión que en los informativos se escandalizan con la violencia de género ¿de verdad creen que colaboran a desactivar la peor consecuencia del paradigma patriarcal emitiendo series turcas?
A mi profesional entender el éxito de las teleseries turcas se basa en la coincidencia desafortunada de tres razones: una económica, una cultural y otra geopolítica.
¿Por qué comprar los derechos de emisión? Por un claro motivo económico ya que resultan increíblemente baratas. Decenas de capítulos por lo que cuesta producir un sólo episodio de una ficción española de nivel, propia del prime time. Y teniendo en cuenta que las cadenas pertenecen a grupos privados de comunicación de talante político conservador quizás no les inquiete sustentar subliminalmente el patriarcado.
¿Por qué en culturas de sustrato patriarcal tienen mayor éxito? Inesperadamente el público de este tipo de series es principalmente audiencia femenina de todas las edades pero con una mayor incidencia en las más maduras, las que no ven streaming. Además, a este singular perfil de audiencia el tipo de situaciones que plantean dichas series les evoca recuerdos de un tiempo pasado en el que el patriarcado no tenía oposición. Sea como sea, el éxito entre ciudadanos de sustrato cultural latino e islámico es a destacar.
¿Cuál es la razón geopolítica? El término geopolítico fue acuñado por Joseph Nye en los años 90, y designa la capacidad de un determinado poder para influir subliminalmente sobre otros a través de elementos culturales y de “entretenimiento”. Impactando, seduciendo, cautivando. Todo lo contrario del poder “duro”, el de las acciones militares, pero que a la larga puede ser igual de efectivo. El máximo ejemplo de influencia geopolítica mundial lo tenemos en la industria de Hollywood que aún hoy sigue influyendo en la vida de miles de millones de personas en todo el planeta y le sigue dando buen beneficio.
La producción, distribución y emisión de esos productos audiovisuales o teleseries obedecen a una estrategia geopolítica del Gobierno de Turquía. Y casualmente nos llega en el momento en el que el conservadurismo del poder político turco está imprimiendo un giro autoritario en los últimos quince años.
Tal y como detalla la web del Ministerio de Cultura turco, las ayudas a las películas y series turcas pueden ascender a 500.000 dólares. Uno de los requisitos para la concesión de las ayudas públicas es el de “promover los valores históricos y culturales del país”. Y aquí entramos en terreno pantanoso: ¿cuáles son los valores de Turquía? Su Constitución de 1924 la convirtió en un estado moderno, pero en los últimos años está dando pasos atrás.
Otro de los requisitos para que una productora turca reciba financiación del Gobierno es que su serie se exporte “al menos a 3 continentes y 10 países”. Es decir, que a Turquía le interesa que sus melodramas se expandan como un virus.
Turquía teóricamente es un país secular, pero su influyente sedimento patriarcal siempre está presente. Curiosamente en esas series turcas la religión no aparece nunca directamente, pero en todo lo que corresponda a los personajes femeninos de las series casi siempre hay figuras masculinas tutelando.
No muestran mujeres con velo que es lo habitual en Turquía. Tampoco aparecen importantes estratos sociales de la sociedad turca, al igual sucede con ciertos colectivos singulares como el LGTBI que en las modernas telenovelas de los países evolucionados ya están presentes pero en Turquía aun siguen siendo un tema tabú. Pero por encima de todo, la omisión de mujeres musulmanas tradicionales con velo negro es lo más llamativo y lo que confirma una clara intención de perpetrar un efecto de maquillaje total.
Gran parte de las teleseries turcas no aportan ninguna temática nueva al mundo de la telenovela clásica. Se centran en personajes de familias ricas y modernas que viven en barrios lujosos. Narran las vivencias tórridas de dichas familias o el clásico de la mujer pobre que se enamora del hombre rico.
Son argumentos clásicos del género pero su utilización en las series turcas maquilla la realidad del país y asocia la imagen de Turquía a los niveles de riqueza y modernidad social que disfruta únicamente un colectivo muy minoritario que por supuesto no experimenta los problemas endémicos de represión política, clasismo, horarios laborales interminables… que sufren en mayor o menor medida la inmensa mayoría de la población turca.
En los últimos 10 años las series se han convertido en un producto de exportación muy importante para la economía turca. El gobierno multa a las series que contradigan las costumbres nacionales. ¿Proyectarán que sea su moderno caballo de troya?
Lo cierto es que a día de hoy está demostrado que películas, series y culebrones lideran la “educación informal” que irreparablemente es la principal formación de una inmensa mayoría de personas y pueden estar detrás del efecto desinhibidor de los principios de igualdad de género que se inculcan en la escuela. Lo indican los invariables índices de violencia de género, la cara más violenta del patriarcado.
Y si con las series americanas y europeas estamos como estamos sólo faltaba que por baratas, exitosas en el estrato cultural formado en el patriarcado y en clara complicidad con la estrategia de influencia geopolítica del gobierno de Turquía cadenas privadas de televisión sustenten subliminalmente el patriarcado en nuestra propia casa.
No vale aquel principio de que si no conoces el pasado estás condenado a repetirlo. Respecto a la igualdad de género es totalmente al revés. Si no inventas el futuro estás condenado a repetir el pasado.
ANTÓN LAYUNTA
En Positivo
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