domingo, 02 abril 2023

Basta ya de sacarle jugo al miedo. ANTÓN LAYUNTA

El principio cosmológico del Yin y el Yang establece que todo lo que existe en el universo es dual. Cada ser, objeto o pensamiento es una unidad compuesta por dos facetas o fuerzas que se repelen y se atraen a la vez. Cada elemento tiene un complementario del cual depende para poder existir.

En base a este principio podríamos teorizar que la incesante realidad que cada uno de nosotros vive en el día a día es una permanente y equilibrada sinergia de cosas buenas y de cosas malas. De estímulos y de amenazas. De Yin y de Yang.

Así pues, según lo expuesto podríamos suponer que en el planeta, en el estado, en el municipio y en nuestro propio hogar, cada día pasan cosas positivas a la par que pasan cosas negativas y dependiendo del pié con el que nos levantemos sólo veremos lo bueno o únicamente advertiremos lo malo de lo que nos está pasando. Pero no hay duda de que todo sucede a un tiempo.

Las buenas noticias se perciben como algo lógico, normal, lo que siempre debería ser, y es por ello que mentalmente obtienen un menor grado de notoriedad e interés.

Por el contrario las malas noticias se perciben como alertas inminentes y alarmar no sólo proporciona una notoriedad infinitamente mayor sino que además fideliza mentalmente la audiencia todo el tiempo que tarda en diluirse la alarma.

Pero que ocurre cuando no depende del pié con el que nos levantamos por la mañana que veamos únicamente lo malo o lo bueno. ¿Qué sucede cuando de forma sostenida en el tiempo un agente exterior influye diariamente en que lo veamos todo de un modo u otro?

Para conseguir visualizar lo que sucede supongamos por un instante que la vida fuese como avanzar por el largo pasillo de un gran hotel, lujosa alfombra central e infinitas puertas a ambos lados. Imaginemos que detrás de cada una de las puertas laterales la Vida nos tuviera preparadas heterogéneas experiencias a vivir. Cabría pensar que de natural, por el principio del Yin y el Yang,  la mitad de esas experiencias vitales dispuestas tras las puertas serían favorables y la otra mitad desfavorables.

Afrontar lo desconocido siempre genera intranquilidad, miedo, pero saber que tras las puertas existe la misma posibilidad de encontrar cosas positivas que cosas negativas mínimamente nos anima a dar los ineludibles pasos diarios por el imaginario pasillo de la Vida esperanzados, confiando en nuestra buena suerte.

Pero si por alguna razón indeseable alguien tuviera el poder y la capacidad de influenciar profetizando que tras las infinitas puertas sólo acechan malas experiencias, seguramente el pasillo dejaría de ser lo que hemos imaginado, un largo y elegante pasillo de gran hotel, y se transformaría en un amenazador túnel del terror del que resultaría imposible escapar y consecuentemente la vida se convertiría en una estresante pesadilla.

Y si por el contrario, ese alguien profecitase que tras las puertas únicamente nos aguardan experiencias felices, el pasillo se convertiría efímeramente en un radiante pasaje de luz con unicornios justo hasta el instante en que tras una puerta apareciese la primera experiencia indeseada. La confianza en ese poderoso alguien desaparecería de inmediato pero la desorientación que causaría no poder confiar en nadie convertiría el falso pasaje de luz en un túnel triste y sombrío lleno de potenciales amenazas  en el que nadie soñaría ni si quiera con la buena suerte.

Si ahora mismo tuviésemos la formidable capacidad de analizar los contenidos informativos difundidos en el día de hoy por los principales medios privados de comunicación mundiales, seguramente descubriríamos que ninguno de esos medios refleja equilibradamente la dualidad de opciones Yin Yang. Comprobaríamos que de todos ellos muy pocos o ninguno guardan el equilibrio natural y que deliberadamente las malas noticias quintuplican a las buenas.

La razón de ese desequilibrio deliberado reside en la permanente necesidad de obtener beneficio pero también en lo que los medios privados de comunicación están dispuestos a hacer para conseguirlo. Para ellos “entretener” renta muchísimo más que “formar”, e “informar” en connivencia política asegura la inversión de los grandes anunciantes. No olvidemos que antes de nada los medios privados sirven al capital privado.

Dicen que el miedo es, sino la primera, una de las primeras emociones que todos experimentamos al nacer. Lo traemos ya integrado de origen. Culturalmente al miedo siempre se le califica de emoción indeseada pero lo cierto es que en los seres vivos el miedo ocupa un lugar destacado en la trascendental función de mantenerlos con vida.

Y de entre todos los seres vivos únicamente los humanos hemos descubierto que el “conocimiento” es el mecanismo mental capaz de inhabilitar el efecto miedo. Si pudiéramos saber anticipadamente lo que nos aguarda detrás de cada una de las puertas del pasillo del imaginado gran hotel no cabe duda de que avanzaríamos por él tranquilos y confiados, sin albergar temor alguno. Tener la información adecuada desactiva miedos concretos.

La información y el conocimiento lo inhabilitan pero el miedo no se puede anular definitivamente. Mientras estemos vivos esa emoción siempre estará ahí, agazapada en nuestro interior, dispuesta a activarse en el momento que perciba una amenaza o un peligro. La trajimos activada al llegar y seguramente será la última emoción que experimentaremos al marchar.

Por ese motivo a los medios privados de comunicación les resulta mucho más sencillo sacarle jugo al miedo que invertir en otras emociones como la esperanza, la empatía, la resiliencia, por poner unos ejemplos, ya que este tipo de emociones positivas no las traemos incorporadas de origen, se han de sembrar primero y se han de cultivar después.

Los medios privados encuentran más inmediato, barato y rentable, de forma subliminal o impúdica, activar el  factor miedo en todo su amplio abanico de grados, versiones y consecuencias; escándalo, intranquilidad, desconfianza, temor, ansiedad, inseguridad, estrés, pánico, terror,… mucho más que plantearse liderar con la misma obstinación empresarial fomentar otras emociones más evolucionadas, menos primarias e irracionales.

Únicamente hay que prestar atención y contar simplemente el número de noticias negativas y de noticias positivas que habitualmente se difunden en un cotidiano informativo o tertulia en cualquier rincón del mundo desarrollado. Este simple test evidenciará que las malas noticias relegan a un porcentaje testimonial la suma de buenas noticias.

En los últimos decenios el Yin Yang de la paridad informativa se está viendo cada vez más alterado en pos de la estrategia remunerativa y esa progresiva alteración coincide en tiempo y lugar con las sucesivas crisis económicas mundiales, la constatación irrefutable del cambio climático, la mortandad de la pandemia planetaria, el retorno del fascismo y del extremismo religioso, el descaro de la codicia y de los codiciosos, el retroceso en la distribución de la riqueza planetaria, la permanente campaña electoral política,… y la exagerada adjetivación titulando y exponiendo todas y cada una de esas malas noticias.

La sinergia de toda esta tormenta perfecta está afectando a la salud mental de los ciudadanos del planeta. Esta no es una afirmación gratuita. Únicamente hay que dedicarle una mirada a las alarmantes cifras del consumo de ansiolíticos y antidepresivos por habitante de estos últimos cinco años en todo el mundo desarrollado y constatar la alarmante evolución.

Inconscientemente, cada día, cada medio privado aporta su pequeño grano de desasosiego mediático sin reparar que la suma total mundial de impactos informativos negativos emitidos, jornada tras jornada, en crescendo desde aproximadamente los veinte últimos años, por la prensa, la radio, la televisión, las redes sociales, más el boca oreja callejero, inconscientemente la simbiosis de toda esa tormenta perfecta está fomentando la negativa sensación de que el mundo está inmerso en un caos perverso, incorregible y de imposible solución a corto plazo.

Los medios privados de comunicación han renunciado a ser la ventana abierta a través de la cual se pueda percibir equilibradamente lo malo y lo bueno del presente pero ellos precisamente habían de proyectar la promesa esperanzadora en un futuro más perfecto, más diverso, más equitativo, más sostenible, más humano.

Basta ya de sacarle jugo al miedo.

ANTÓN LAYUNTA
En Positivo

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