Como es conocido el crecimiento personal lo promueve esencialmente la sinergia de dos influencias pedagógicas básicas; la educación formal y la educación informal.
La educación formal tiene carácter intencional, planificado y reglado por destacados especialistas para promover una formación integral correlacionada desde la etapa de infantil y primaria hasta la enseñanza superior, con la deliberada y sistemática intención de favorecer el crecimiento personal.
La educación informal surge espontáneamente de la experiencia vivida y de los procesos de enseñanza/aprendizaje que se plantean en la actividad cotidiana con la familia, la escuela, el trabajo, los amigos y, desde hace aproximadamente un siglo, con la creciente influencia de los modernos medios de comunicación. Es un proceso formativo que se mantiene a lo largo de toda la vida y que en principio la educación informal no debería representar ninguna amenaza para la función docente que a la par desempeña la educación formal.
A partir de finales del siglo XIX la evolución tecnológica propició que los medios de comunicación dejasen de ser un mero factor secundario de la educación informal para pasar a liderarla por delante de la familia, la escuela, el trabajo o los amigos.
En España, hacia finales de los años cincuenta, con las primeras emisiones en blanco y negro de la televisión pública, por primera vez en la historia la educación informal se convirtió en la máxima influencia social. El ente público compartió inicialmente toda la fuerza de su liderazgo con la educación formal y fue una complicidad exitosa que consiguió transformar y modernizar la vida de una sociedad que salía de la posguerra.
Veinticinco años después y ya disfrutando de la televisión en color, iniciaron sus emisiones las televisiones privadas. En aquellos momentos este hecho simbolizó la apertura democrática de la oferta televisiva en el estado.
La bipartidista pugna política y los sucesivos descabezamientos de la televisión pública comportaron la pérdida de influencia y popularidad en beneficio de las cadenas privadas.
En toda la historia de España nunca antes hubo generaciones de ciudadanos que experimentasen la inédita circunstancia de haber nacido, crecido y vivido en una sociedad en la cual la educación informal, liderada por varias cadenas privadas de televisión, subliminalmente hubiese suplido de facto no sólo a la educación formal sino que también hubiera desplazado a la familia, la escuela, el trabajo y los amigos, convirtiéndoles en meros actores secundarios de la prepotente educación informal televisiva.
Con el paso de los años las cadenas privadas de televisión han dejado claro que su principal objetivo es generar beneficio para sus accionistas y que los espectadores únicamente son el preciado producto a mercadear
En su incesante búsqueda de nuevos formatos que acrecienten la rentabilidad anual esas televisiones han relajado su ética profesional, olvidado el compromiso de formar, informar y entretener, y han zanjado aquella complicidad inicial con la educación formal para convertirse en su principal amenaza.
Para obtener audiencias extraordinarias las cadenas privadas traspasan frecuentemente los límites de lo aceptable con contenidos que subliminalmente, casi nunca de forma explícita, trabajan sutilmente las bajas pasiones humanas porque han constatado que ese despropósito antropológico les genera suculentos picos de audiencia que posteriormente venderán a los anunciantes.
Organizaciones de padres, de educadores, de consumidores, de usuarios de los medios,… denuncian reiteradamente esas malas prácticas y la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) así como el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) e incluso en alguna ocasión el Consejo de Ministros de Gobierno español a instancias del Ministerio de Industria, penalizan esas malas prácticas con multas económicas que evidentemente no resultan persuasivas. Cuando se ingresan cientos de miles o incluso millones, pagar multas de sólo unos cientos no les representa ningún freno.
Ante el evidente fracaso de la autorregulación, la prioritaria necesidad de corregir la nociva deriva televisiva y agotados los pasos formales de que dispone la ciudadanía, únicamente existe una última oportunidad de forzar a las cadenas privadas de televisión a regresar a la senda de los valores sociales y a la inexcusable complicidad con la educación formal.
4 de Noviembre del 2011 Siete anunciantes retiran su publicidad del programa “la Noria”.
27 de Abril del 2016 Los anunciantes retiran su publicidad del programa “Cámbiame”.
30 de Noviembre del 2019 Casi cuarenta anunciantes retiran su publicidad de “Gran Hermano”. En los tres casos los programas mencionados de un día para otro cayeron de la programación. Aunque gozasen de una importante audiencia fidelizada al retirar los anunciantes su inversión los tres desaparecieron de las pantallas, ya no eran negocio.
Seguro que deben existir muchos más casos que por expresa voluntad del anunciante y el lógico mutismo del medio de comunicación, no se han hecho público pero lo que importa saber es que los anunciantes están al corriente de que los contenidos de un programa de televisión pueden en minutos arruinar años de inversión para posicionar adecuadamente la imagen pública de la marca anunciante.
Por ese motivo los anunciantes pueden entender que aquello que la educación formal tarda años en normalizar no puede verse arruinado por formatos de televisión que lo único que pretenden es ganar dinero.
Y ellos son los únicos que pueden forzar a las cadenas privadas de televisión a volver a la senda de fomentar valores y rehacer la complicidad con la educación formal.
Hoy por hoy la producción de cualquier producto de las grandes marcas o servicio de las grandes distribuidoras, está monitorizado de origen. Afortunadamente cada vez más la decisión de compra está condicionada por temas éticos que tienen en cuenta la trazabilidad hasta llegar a manos del comprador, del usuario o del consumidor. Y todo ese esfuerzo de pulcritud ética en producir, distribuir y vender, puede verse arruinado si el mensaje del anunciante acaba insertado entre la inversión publicitaria que sustenta la emisión de un determinado contenido toxico de la televisión.
Los anunciantes podrían tener la solución.
ANTÓN LAYUNTA
En Positivo
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