Recientemente conocíamos que el gobierno japonés acaba de presentar sus directrices anuales de política económica, que incluyen nuevas recomendaciones para que las empresas permitan que su personal opte por trabajar cuatro días a la semana en lugar de los típicos cinco.
El país conocido por su éxito económico a partir de la implantación del “capitalismo sabio” considera que gracias a esta medida las empresas podrían retener al personal capacitado y experimentado que de otra manera tendría que irse si están tratando de formar una familia o cuidar a parientes ancianos.
Una semana laboral de cuatro días también alentaría a más personas a obtener calificaciones educativas adicionales o incluso a realizar trabajos secundarios además de su empleo regular, según el gobierno.
Más importante aún, las autoridades esperan que un día libre adicional cada semana anime a la gente a salir y gastar, impulsando así la economía.
Curiosamente a partir de las declaraciones del gobierno japonés se desmiente la teoría de los más escépticos neoliberales que consideraban esta medida poco menos que impropia.
Cabe señalar que anteriormente ya Islandia realizó de forma exitosa un experimento entre 2015 y 2019 en el que se redujo la semana laboral a cuatro días. El estudio demostró que la productividad no solo se mantuvo, sino que, en algunos casos, mejoró. Según la investigación del Ayuntamiento de Reykjavik, la reducción en la carga laboral ha hecho que los trabajadores encuentren una mejor conciliación entre su vida personal y su trabajo.
Otros países como España y EE.UU están avanzando implantar esta experiencia. La pandemia de coronavirus ya ha traído grandes cambios en la forma en que entendemos el trabajo y las empresas se organizan.
A partir de esta medida se desea incentivar los trabajos flexibles, el home office y otras medidas para la nueva normalidad. El principal motivo es acrecentar la economía y la tasa de natalidad en los países que están viéndose afectados por la pirámide invertida.
En un reciente artículo para The Conversation, el docente, investigador y abogado Maximiliano Martín Barreiro analizaba los pros y contras de esta política.
Entre otros asuntos afecta al salario, pues en principio aquellos que gocen de mejores sueldos no se verán tan afectados por una reducción de la jornada laboral “acarrea la reducción proporcional del salario y sus complementos por lo que, para implementarse, debe contar con el acuerdo de los trabajadores involucrados. Evidentemente esta reducción salarial se hace más factible en las empresas en las que los salarios son altos y en los puestos de trabajo mejor remunerados. De forma diametralmente opuesta, es menos asumible en sectores con baja remuneración y en los puestos de trabajo peor pagados”.
Además para una reforma de la legislación vigente el profesor asegura necesario el “consenso entre la empresa y el trabajador, vistos los beneficios que puede acarrear para ambos”.
Lo que queda claro es que una medida que hace no mucho era fuertemente criticada por una parte de la sociedad, tiene cada vez más adeptos a razón de los buenos resultados conseguidos en las pruebas piloto.
Redacción
En Positivo
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