Da la sensación que los medios de comunicación en su frenética actividad están olvidando algo fundamental y, sin quererlo, pueden estar implicándose en una maldita sinergia de fatalidades coyunturales que está aportando graves consecuencias para la salud emocional de la sociedad de la que extraen sus audiencias. Lo digo observando el destacado lugar que España ocupa en el ranking europeo de consumo de ansiolíticos y antidepresivos.
A caso no sea un olvido. Quizás sea consecuencia de que en el último cuarto de siglo las estructuras profesionales de los medios de comunicación hayan postergado aquel espíritu utópico inicial, vocacionalmente motivado en formar, informar y entretener, y lo hayan suplantado potenciando perfiles de especialistas en otras facetas de la explotación del negocio mediático como por ejemplo; hacer de palmeros políticos, beneficiarse de las bajas pasiones humanas, crear famosos de usar y tirar, rentabilizar el escándalo, normalizar el todo vale por la audiencia.
Como profesional de los medios de comunicación ya retirado que tuvo la inmensa suerte de vivir en primera línea aquellos tiempos pioneros y con la única y sana intención de colaborar, he creído interesante recordar brevemente algunas cosas que nos descubre la Ciencia.
En síntesis e intentando hacerlo corto y fácil, se podría decir que cuando cada uno de nosotros viene al mundo de origen trae, metafóricamente hablando, dos manuales de uso distintos indivisamente editados en un mismo libro.
Si abrimos el libro por un lado encontramos que de forma natural lleva impreso todo el ancestral manual genético en el que está escrita toda la información precisa para existir biológicamente y que popularmente conocemos por ADN.
Pero si el libro lo abrimos por el lado opuesto descubriremos que el manual del aprendizaje cognitivo viene con las páginas en blanco. El objetivo es que sea el propio proceso natural de, información que ingresa al sistema cognitivo, es procesada y finalmente desencadena una reacción, que sea ese proceso personal e intransferible el que día tras día vaya escribiendo el manual de aprendizaje cognitivo que acabará siendo único y exclusivo. Lógicamente lo será porque cada uno lo escribe según la influencia de un entorno desigual a todos los demás.
Como es bien conocido el sistema cognitivo nos dispensa la habilidad de aprender y recordar lo aprendido, amplificar o focalizar nuestra atención, entender y emplear el lenguaje, empatizar con los demás, percibir correctamente los ambientes que nos rodean,… y con el paso del tiempo el sistema cognitivo nos acaba forjando valores, emociones, fobias, hábitos, rutinas,… acaba definiendo nuestra peculiaridad.
Para escribir en el manual del aprendizaje cognitivo la Naturaleza, de origen también, nos ha provisto de unas cómplices insustituibles. Las neuronas espejo son las células nerviosas de nuestro cerebro encargadas de aprender replicando todas las acciones que consciente o inconscientemente nos llamen la atención de nuestro entorno. Así es como ellas escriben incesantemente en las hojas de cualquier manual de aprendizaje cognitivo.
Estas neuronas “reflejan” en cada individuo el comportamiento que observa en los congéneres con los que convive habitualmente. Cuando él observa a alguien ejecutar una acción sus neuronas espejo se activan y el observador mentalmente aprende la acción como si la estuviera realizando realmente. Esa es la razón por la que a estas neuronas se les llama “espejo”.
En resumen, cuando aún no existía el “lenguaje oral” y consecuentemente el concepto “medios de comunicación” era inimaginable, la sabia Naturaleza ya había superado la situación dotando a cada ser humano de un sistema práctico de aprendizaje compuesto por un sistema cognitivo alimentado por la información que de forma continua le aportan las neuronas espejo. Esta es la forma primigenia de aprender que todos los seres humanos seguimos y seguirán llevando incorporada de origen mientras la humanidad siga habitando la Tierra.
En cierta forma podríamos concluir que cognitivamente somos lo que vemos y oímos.
Curiosamente la comunicación tiene grandes semejanzas con la alimentación. Si los alimentos son naturales la salud orgánica se mantendrá satisfactoria. En el caso contrario, si los alimentos son procesados, contienen ingredientes tóxicos, saturación de grasas, exceso de azucares,… tarde o temprano aparecerán los problemas.
En su conjunto los medios de comunicación son actualmente un gran supermercado de información para las neuronas espejo de cualquier persona.
Artificialmente, gracias a la tecnología más avanzada, en el último siglo el entorno que influye sobre ellas ha multiplicado por mucho su perímetro. Ya no sólo es local y limitado, ahora gracias a los medios de comunicación el entorno que interactúa en las neuronas espejo es planetario.
Es razonable pensar que si los contenidos de los medios de comunicación siguen saturados de violencia verbal y física, ejemplos nada ejemplares, por pasiva sustenten el relato machista, sigan proponiendo resignación en vez de esperanza,… la salud emocional de los ciudadanos se vea cada vez más perjudicada. Y aún lo será más en los tiempos que nos esperan como consecuencia de la pandemia y la crisis económica resultante.
Señores de los medios de comunicación en adelante recuerden por favor que no sólo somos lo que comemos, también somos lo que vemos y escuchamos.
Antón Layunta
Escritor, dramaturgo y consultor de comunicación. Ha sido pionero en el desarrollo de técnicas publicitarias para el medio televisión y en acciones especiales para grandes marcas líderes mundiales.
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