Se suele decir que las desgracias nunca vienen solas cuando aparecen varios disgustos a la vez o uno tras otro. No hace falta decir que el contexto de la pandemia no es el escenario idílico que hubiéramos deseado vivir, pero hemos tenido que afrontar con fortaleza y siempre lo mejor es que aprendamos de las lecciones que nos ofrece cada momento.
Por si fuera poco se solapan otro tipo de sucesos que nos hacen cuestionarnos como humanidad. Hechos tan trágicos como una sucesión de filicidios, es el caso de un padre que ha asesinado a sus dos hijas en Tenerife y las arrojó al mar, una madre que mata a su hija de cuatro años y luego intenta suicidarse en Sant Joan Despí en Barcelona, tantos asesinatos por violencia machista, aumento de los desahucios e incremento de los suicidios a causa de la crisis socioeconómica derivada de la pandemia.
Se podría decir que se ha originado la tormenta perfecta para que los medios sigan poniendo el foco en las malas noticias y servir en bandeja de plata el sensacionalismo y crónica negra.
En cierta manera vivimos una época siniestra (el concepto se refiere a lo malo o funesto) y que el tratamiento de estos sucesos siniestros, acrecentando más si cabe la preocupación, no hacen más que engrandecer la ideología del malestar.
En mi libro Verdades Cambiadas que publicamos en el 2011, hablaba sobre la ideología del malestar, de las verdades cambiadas, y que sigue estando presente.
Los medios cubren las noticias que tiene un impacto negativo en la sociedad en su conjunto. Se enfatiza principalmente en la esfera política, la disminución de la confianza pública, el cinismo político, etc.
En el mundo de la competencia solo se buscan noticias sensacionalistas como escándalo, conflicto, drama para atraer a la audiencia. Sin dar una cobertura justa y complementaria a las historias existentes, ya que se busca una historia nueva, más grande y más terrible.
Esto obviamente genera más frustración entre la sociedad que ya de por sí está pasando momentos difíciles. Y es como se genera un efecto mimético en que hemos visto que la indignación ha servido en ciertos momentos para propiciar cambios en el sistema, pero puede darse el efecto contrario y no canalizar bien la ira desembocando en el odio y la violencia.
En la medida que los medios solo dan altavoz a las cosas negativas, también tiene su repercusión en la política y los políticos buscando su cuota de protagonismo. Para tener más cobertura, los políticos atacan a sus oponentes y hacen cosas negativas en lugar de actuar de manera positiva y, por lo tanto, el buen trabajo realizado por ellos no se considera. Es un círculo vicioso en el que es difícil salir.
Como en la famosa parada de los monstruos se enaltece y se presta una atención desmesurada a modelos sin ética o de supina ignorancia. Véase el párroco canario ‘padre Báez’ que justificó los asesinatos de las niñas de Tenerife por una supuesta “infidelidad” de su madre.
Es en ese caldo de cultivo de la crispación que los populismos se hacen fuertes, véase el caso del partido de ultraderecha de España Vox que pone el ejemplo a replicar del nefasto modelo de Orban en Hungría, conocido por sus corruptelas y homofobia. O el cinismo del partido conservador PP, que se rasga las vestiduras por los indultos de varios políticos independentistas de Catalunya cuando ellos en el poder han batido record de indultos incluidos también a diferentes políticos.
Los medios tenemos que desestimular estos comportamientos y esto pasa por dar mucho menos cuota de publicidad a los ejemplos negativos.
Debemos encontrar la brújula para dejar de retroalimentar la difusión del malestar y dar paso a una visión más constructiva de la realidad y sobre las soluciones que se originan cada día.
Si no reaccionamos, tarde o temprano será la audiencia que hastiada de tanta negatividad huirá de este malestar para pasarse a otras plataformas y nuevas fuentes de información.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo