lunes, 11 diciembre 2023

Sobre la televisión. Cristina Grao

Sorprende como hay libros que no pierden un ápice de actualidad por tiempo que pase. Hace 25 años que el sociólogo francés Pierre Bourdieu publicó su memorable “Sobre la televisión” y aún hoy se puede reconocer muchos de sus párrafos. Un imprescindible para el espectador que no quiere ser engañado.

“Lo más importante estriba en que, a causa del incremento del peso simbólico de la televisión -y, entre las cadenas competidoras, de aquellas que se dedican con el mayor cinismo y el mayor éxito a la búsqueda del sensacionalismo, de lo espectacular, de lo extraordinario-“.

El sociológico advertía de lo que la televisión deja mostrar y esconde “y mientras más muestra, más esconde, mientras más revela más vela” y cómo dispone todos sus elementos en la escena para parecer banal lo importante, y lo fundamental inexistente porque muchas veces ni lo muestra.

Bajo la apariencia de lo riguroso se encubre formatos de info-show vendidos al más puro efectismo y la invasión de tertulianos de dudoso prestigio, que no se sabe si son expertos o pasaban por ahí. Lo peor es que en ese totum revolutum de haber expertos verdaderos se confunden con la mediocridad del todo.

Si viviera Bordieu podría hacer una disertación más profunda de los males que por aquel entonces aquejaba la televisión y que lejos de evolucionar hacia un contenido de mayor calidad parecen verse agravados.

La tiranía de las audiencias sigue ejerciendo un efecto muy particular sobre la televisión “se traducen en una mayor presión a la urgencia” diría. La competencia entre cadenas de televisión por conseguir la primicia informativa (aun a coste de no contrastar), por entretener más a las audiencias y hoy tener más reacciones en las redes sociales sobre su contenido.

Esa necesidad de inmediatez, de concentrar la mayor audiencia posible al coste que sea, relega la capacidad analítica de las audiencias.

De forma que en su sesgo cognitivo se trasmite contenido masticado y digerido para inducir a qué pensar y no a cómo pensar propio del razonamiento crítico.

Muchas veces vemos como esas cadenas de televisión y programas que rinden pleitesía a la espectacularización por encima de todo, y que viven en un eterno reality, sí consiguen un efecto de identificación por parte del espectador (incluso cuando aborrezcan estos programas). Un minuto puede ser suficiente para ejercer esa fascinación.

Venden emociones y provocan una reacción, buena o mala (eso es lo de menos). En cierta medida ese tipo de televisión sirve de proyector donde el espectador puede verter sus frustraciones, la tristeza y la ira, en cuya reacción no puede hacerlo con el compañero de lado o el familiar de turno.

Pero al mismo tiempo como audiencia tenemos el poder del mando y decidir si lo que vemos merece la pena y nos aporta algo más allá de una sacudida de emociones.

Como espectadores queda un camino de aprendizaje para exigir a los productores y cadenas de televisión un contenido de mejor calidad, inteligente y verdadero. Por el momento la mejor decisión muchas veces es apagar la televisión o directamente no encenderla.

Cristina Grao
Comunicóloga experta audiovisual y especialidad en Comunicación Política. Experiencia en medios digitales y ONGs donde se ha desempeñando como responsable de contenidos, comunicación interna, externa y corporativa. 

Leer más:

Tributo a las ama de casa. Cristina Grao

El ocaso de la Reina. Antón Layunta

Come y deja comer. Eulàlia Armengol

Recibe nuestro boletín semanal
con lo más positivo de los medios

Opiniones

Descarga gratuita

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.
Privacidad