Durante demasiado tiempo las mujeres han sido un asunto ocupado por los hombres, que ni entendían ni tan siquiera en ocasiones querían empatizar con los problemas propios del universo femenino, pero que igualmente ejercían la tutela de facto como forma de supremacía masculina.
Por suerte, durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI se ha recorrido un camino en la igualdad de derechos civiles entre mujeres y hombres, el reconocimiento a las mujeres como personas al fin y al cabo. Pero es una historia corta en balance a los siglos y siglos de memoria patriarcal.
Esas reminiscencias del machismo que se resisten a desaparecer y se expresan aún a día de hoy de muy diferentes formas – e incluso sin disimulo – cuando las mujeres tienen que demostrar su valía ante la opinión pública con un sobreesfuerzo mientras que a los hombres no se les cuestiona.
Durante este tiempo de pandemia diversos estudios evidencian que las mujeres están sufriendo especialmente sus efectos socioeconómicos. Muchas han perdido su empleo o tuvieron que dejar de trabajar para cuidar a los niños y dependientes.
De ahí la urgencia también para repensar el trabajo doméstico y el lugar de las mujeres en un sistema capitalista que necesita una revisión más humana.
La reconocida escritora y filósofa inglesa Mary Wollstonecraft diría en el siglo XVIII “no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas” y para que esta condición de igualdad se produzca plenamente aún estamos cuestionando hoy la escasa penetración de las mujeres en las estructuras de poder – pese a los avances conseguidos -.
Previo a la campaña electoral estadounidense la senadora Elizabeth Warren arrojaba luz sobre un sistema plagado de sexismo “Todavía tenemos un problema con la autoridad femenina”.
Para Bonnie Morris, profesora de historia en la Universidad de California, Berkeley, y autora de libros como The Feminist Revolution, analiza bien cómo hay un determinado tipo de hombres “inseguro de su propia virilidad”, como bien definió en su día Simone de Beauvoir, que se sienten amenazados por lo que consideran son sus privilegios merecidos.
“Mucha gente está realmente amenazada por mujeres súper inteligentes. Si una mujer está tratando de exponer su punto de vista hablando lenta y enérgicamente, siempre habrá una cohorte de hombres que lo considerarán regañado por una figura materna”.
Precisamente las mujeres suburbanas políticamente galvanizadas, apodadas “mamás de la resistencia”, fueron cruciales para el gran éxito de los demócratas en las elecciones intermedias de 2018 y eligieron un número récord de candidatas. Y en las más recientes elecciones en Estados Unidos han vuelto a ser determinantes como antídoto a la misoginia de Donald Trump.
El ex presidente no solo consiguió dividir a la sociedad estadounidense sino que además siempre ha hecho gala sin decoro alguno del más repulsivo machismo, ya fueran adversarias políticas como Hillary Clinton, actrices, periodistas…mujeres de toda condición. “Las mujeres son, en esencia, objetos estéticamente agradables” se vanagloriaba cosificando, y es solo una muestra insignificante de a cuál frase más vergonzosa.
En solo cuestión de meses por suerte EE.UU se ha despertado con un espíritu integrador y tolerante. Por primera vez en la historia una vicepresidenta y afroamericana en ostentar este cargo de responsabilidad. Kamala Harris ejemplifica esa lucha de superación familiar hasta llegar donde hoy está.
De igual forma aunque son minoría también las mujeres presidentas de sus respectivos países: Angela Merkel de Alemania, Jacinda Ardern de Nueva Zelanda, Mette Frederiksen de Dinamarca, Tsai Ing-wen de Taiwán, Katrín Jakobsdóttir de Islandia o Sanna Marin de Finlandia han demostrado su eficacia en gestionar la pandemia y mostrando a su vez una mayor empatía frente a la complejidad de los problemas.
Con mucha más agresividad las mujeres que están consiguiendo romper esos techos de cristal son acosadas, infravaloradas y vilipendiadas pues se alejan de la idea cavernaria de que solo en el hogar la mujer puede realizarse.
Durante estos días hemos visto como un diputado del partido conservador español PP profería insultantes descalificaciones a la ministra de trabajo Yolanda Díaz y una de las mejor valoradas “Las mujeres solo suben si se agarran fuerte a una coleta” en alusión al presidente del partido Podemos, Pablo Iglesias. Para el bochorno de los presentes y que con gran cinismo el diputado tuvo que rectificar “yo no soy machista”.
Bien es cierto que en aquellos partidos conservadores de una línea muy derechizada, las mujeres pudieran tenerlo más difícil y adoptar un perfil marcadamente duro para ser consideradas.
Se cuenta como anécdota como el otrora presidente Silvio Berlusconi, también paradigma de misoginia, rechazó a su entonces compañera Giorgia Meloni para ser alcaldesa de Roma pues en ese momento había sido madre. Hoy Meloni hace ostentación de un perfil muy radical, xenófobo e intolerante en el extremista partido Fratelli d’italia.
Las filas de ultraderecha están repletas de personajes que se jactan de menospreciar a las mujeres cuya ideología es menos de un nueve (de izquierda a derecha) en la escala sociológica y no se les permite tan siquiera ser un centro-derecha moderado. Véase los absurdos motes que el polemista español Federico Jiménez lo Santos profería a la que entonces era vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. Y más recientemente los insultos a la liberal Inés Arrimadas llamándola prostituta en palabras finas. Pues la palabra “puta” y sus sinónimos eufemísticos son una tónica habitual del imaginario colectivo machista.
Lo peor es cuando sorprende que determinadas mujeres también puedan adherirse a estos postulados aun cuando hablamos de temas muy sensibles. En España son conocidos los boicots del partido de ultraderecha Vox a los minutos de silencio por las mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Mientras que el resto de grupos políticos guardan silencio los personajes de Vox se desmarcan, boicotean y en el mejor de los casos no están presentes. “Lágrimas de feminista” rezaba una camiseta de una diputada de Vox, sí, mujer, como mofa de la violencia machista. Cómo de podrida debe estar una parte de la sociedad para considerar esto normal sin que se le hiele la sangre.
En una línea también trumpista, la que se postula de nuevo como presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, reconocía recientemente en una entrevista la violencia machista pero al mismo tiempo aseguraba que los hombres eran más violentados que las mujeres, en contra y de forma irresponsable de todos los datos y estadísticas que demuestran lo contrario.
En buena parte estas barbaridades que se dicen sin ser refutadas sino como puro alegato visceral siguen amparadas por esas estructuras patriarcales que para una parte del electorado ultra son justificadas, en tanto en cuanto consiguen mantener las cuotas de poder y sus privilegios.
Eso no quita que la penetración machista sea tal que también hay algunos casos escandalosos de gente presuntamente de corte progresista. En estos casos la diferencia suele ser en las reacciones que suscita, pues habitualmente las personas que defienden el progreso suelen condenar todos estos comportamientos obscenos vengan de donde vengan.
A nivel global las agendas nacionalistas, populistas y las políticas de austeridad extrema están desgarrando el tejido social, a través de políticas que incrementan la desigualdad, dividen a las comunidades y pueden hacer retroceder los derechos conquistados por las mujeres.
Simone de Beauvoir decía “le cortan sus alas y luego la culpan por no saber cómo volar” y es que la sociedad tiene una deuda pendiente con las mujeres, que a razón de sus niveles de cualificación, experiencia profesional y centralidad en el trabajo merecen estar presentes de forma mucho más protagonista en todas las estructuras de poder.
Abogadas, juezas, economistas, directivas…solo cuando las mujeres puedan derribar definitivamente los techos de cristal sin pedir permiso es cuándo tendremos una sociedad plenamente igualitaria.
Las mujeres tienen alas y ya es hora de que les dejemos volar libres.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo