Durante mucho tiempo se ha asociado productividad con un mayor número horas en el trabajo, sin embargo son cada vez más las evidencias que rompen esta falsa correlación.
Recientemente la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, se pronunciaba en las redes sociales de la siguiente forma “Jornadas de trabajo más cortas pueden y deben ser discutidas. Una semana de cuatro días o un día de seis horas con salario digno puede ser una utopía hoy, pero puede ser cierto en el futuro”. No obstante, a partir de la polémica suscitada, Marin desmintió su intención de implementar esta medida.
Hace unos años en Suecia, concretamente en la ciudad de Gotemburgo, se llevó a cabo un experimento de reducción de jornada laboral de ocho a seis horas (sin disminuir el salario) en una residencia de ancianos.
Según los resultados sus efectos fueron positivos en un aumento de productividad y menos bajas por enfermedad. En el lado adverso fueron las críticas que también suscitó y un lógico aumento de coste pues se tuvo que contratar a otras 17 enfermeras para cubrir las horas.
Ahora España se abre a esta posibilidad de reducción laboral con una semana de cuatro días. Se trata de un proyecto piloto en el que participará empresas interesadas en experimentar estas políticas.
El modo de operar de las empresas ha cambiado mucho en los últimos años, y se viene acelerando en este tiempo de pandemia con el incremento del uso de nuevas tecnologías y mayor flexibilidad.
Lo cierto es que hace cinco años ya los datos de la OCDE reflejaban que los países más productivos (Noruega, Holanda, Francia y Alemania), no necesariamente se vinculaban a jornadas laborales exhaustas. Los holandeses trabajan solo unas 28,9 horas a la semana, la cifra más baja del mundo. La única excepción era Luxemburgo, con una jornada de trabajo similar a la media.
La pandemia ha visto un cambio de mentalidad en torno al equilibrio entre el trabajo y la vida, y no solo para los empleados. Unilever, una empresa multinacional de bienes de consumo, anunció en noviembre que experimentaría con una semana laboral de cuatro días en Nueva Zelanda. El personal permanecerá con la misma paga como parte del período de prueba de un año.
El autor y periodista holandés Rutger Bregman se encuentra entre los que abogan por una semana laboral más corta. “Para algunos de nosotros, la línea divisoria entre el trabajo y lo que amamos es borrosa, por lo que nuestras vidas no cambiarían mucho”.
“Creo que necesitamos trabajar menos en ciertos trabajos para poder hacer más de lo que importa y de lo que es significativo e importante para la sociedad” asegura.
La New Economics Foundation (NEF) ha apoyado durante mucho tiempo el concepto de semanas laborales más cortas. A tenor de sus efectos va más allá de tener una mejor calidad de vida.
Las razones positivas para implementar una semana laboral más corta son las siguientes:
- Una huella menor de carbono: los países con un promedio de horas más corto tienden a tener una huella ecológica menor. Salir de la vía rápida nos alejaría del consumo impulsado por la conveniencia que está dañando nuestro medio ambiente y dejaría tiempo para vivir de manera más sostenible.
- Una economía más fuerte: si se maneja adecuadamente, un cambio hacia una semana laboral más corta mejoraría la igualdad social y económica, aliviando nuestra dependencia del crecimiento impulsado por la deuda, ingredientes clave de una economía robusta.
- Mejores empleados: aquellos que trabajan menos tienden a ser más productivos hora por hora que aquellos que regularmente se esfuerzan más allá del punto de 40 horas por semana. Son menos propensos a la enfermedad y al absentismo y constituyen una población activa más estable y comprometida.
- Menor desempleo: las horas de trabajo promedio pueden haber aumentado vertiginosamente, pero no se distribuyen por igual en nuestra economía, al igual que algunos se encuentran trabajando todas las horas del día y de la noche, otros luchan por encontrar trabajo. Una semana laboral más corta ayudaría a redistribuir el tiempo remunerado y no remunerado de manera más equitativa entre la población.
- Mejora del bienestar: dar a todo el mundo más tiempo para dedicarlo a su elección reduciría en gran medida los niveles de estrés y mejoraría el bienestar general, así como la salud mental y física.
- Más igualdad entre hombres y mujeres: actualmente, las mujeres dedican más tiempo que los hombres a trabajos no remunerados. Avanzar hacia una semana laboral más corta como “norma” ayudaría a cambiar las actitudes sobre los roles de género, promovería una participación más equitativa del trabajo remunerado y no remunerado y ayudaría a revalorizar los trabajos tradicionalmente asociados con el trabajo de las mujeres.
- Cuidado de niños y de mayor calidad: la gran demanda de servicios de cuidado de niños se debe en parte a una cultura de largas jornadas de trabajo que se ha salido de control. Una semana laboral más corta ayudaría a las madres y los padres a conciliar, reduciendo los costos del cuidado de los niños a tiempo completo.
- Más tiempo para familias, amigos y vecinos: nos permitiría pasar más tiempo y cuidarnos unos a otros – nuestros padres, hijos, amigos y vecinos – y valorar y fortalecer todas las relaciones que hacen que nuestras vidas valgan la pena y ayuden a construir una sociedad más fuerte.
- Sacar más provecho de la vida posterior: una semana laboral más corta y flexible podría hacer que la transición del empleo a la jubilación sea mucho más fluida, distribuida en un período de tiempo más largo. Las personas podrían reducir sus horas gradualmente durante una década o más.
- Una democracia más fuerte: todos tendríamos más tiempo para participar en actividades locales, para averiguar qué sucede a nuestro alrededor, para participar en política, a nivel local y nacional, para hacer preguntas y hacer campaña por el cambio.
Redacción
En Positivo
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