En esta época de pandemia condicionada por los confinamientos se ha hecho más visible si cabe la importancia de las tareas del hogar y el cuidado de las personas a cargo; bien sea niños, mayores o miembros de la familia con alguna discapacidad o enfermedad.
Son tareas que durante demasiado tiempo han sido tradicionalmente infravaloradas e invisibles en el ámbito público, y que en su mayoría asumían con resignación las mujeres. Todavía más costoso cuasi como un acto heroico cuando esas mujeres no solo trabajaban en casa sino fuera para obtener un sueldo remunerado.
Hoy, por suerte, con una mayor conciencia igualitaria también los hombres están asumiendo de forma progresiva esos roles de cuidado, si bien aún queda camino por andar.
Encontrar soluciones al trabajo de cuidados es fundamental para permitir la conciliación y encontrar las mismas oportunidades en el mundo laboral. El trabajo de cuidados se encuentra en una variedad de entornos y en las economías formales e informales.
Una parte de esta atención es proporcionada por el sector de servicios de salud, la mayoría de los cuales son formales y públicos. Los servicios públicos para el cuidado de los niños, la educación de la primera infancia, la discapacidad y los cuidados a largo plazo, así como el cuidado de las personas mayores, son otras áreas que componen la economía del cuidado.
Sin embargo, tal y como hemos mencionado, los servicios de salud, educación y sociales se superponen con otras formas de atención no remunerada que brindan los miembros de la familia.
Los trabajos de cuidado son parte de una realidad cotidiana que no se reconoce como debiera, especialmente en forma de remuneración, ni cuenta con suficientes políticas públicas.
La esperanza de vida es cada vez más larga, la población de todos los países está envejeciendo, y es por eso que debe considerarse la prestación de atención a personas con enfermedades o discapacidades crónicas o de corta duración.
La economía del cuidado está creciendo a medida que aumenta la demanda de cuidado de niños y ancianos en todas las regiones. Por tanto, creará un gran número de puestos de trabajo en los próximos años.
Sin embargo, el trabajo de cuidados en todo el mundo se sigue caracterizando por la falta de beneficios y protecciones, salarios bajos o no compensación, y exposición a daños físicos, mentales y, en algunos casos, sexuales.
Es evidente que se necesitan nuevas soluciones para el cuidado, revalorizando la cualidad de este trabajo y prestación de las políticas relacionadas con esta materia.
Apostar por la economía del cuidado es una inversión de presente y del futuro. Y son las mujeres las que han empezado a alzar la voz para que esta realidad sea por fin visibilizada.
Es el caso de la historiadora económica Lina Gálvez, autora del libro “La economía de los cuidados” quien pide reconocer los cuidados como una dimensión de la vida humana que es también económica en la medida en que comporta uso de recursos escasos, materiales, inmateriales, de energía y tiempo, con costes directos e indirectos evidentes.
Lo cierto es la revalorización de esta economía es aún reciente y aún queda trabajo por hacer; pero el dar voz es el primer paso.
Redacción
En Positivo
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