Después del asalto al Capitolio por parte de los insurrectos defensores de Donald Trump, Estados Unidos se encuentra en estado de enorme tensión y el nuevo presidente electo, Joe Biden, se enfrenta al reto titánico de reparar la democracia de su país.
Los que decían American First han dejado de forma egoísta a su país más tocado.
Las imágenes de la multitud violenta que quería decidir por su cuenta, y Trump animándoles a hacerlo, son motivo de escarnio para los detractores de Estados Unidos.
Uno de los objetivos de la política exterior de Biden es crear una cumbre de democracias, que se convocaría tan pronto como esta primavera.
Pero después de los últimos acontecimientos puede ser que Biden se vea obligado a centrar sus esfuerzos en poner orden en Estados Unidos y curar las heridas abiertas en la nación.
El lado positivo esta peligrosa farsa es que el sistema se ha mantenido gracias a su Constitución, poder judicial y prensa independiente. Los legisladores volvieron a reunirse después de que el Capitolio fuera autorizado para certificar la victoria del colegio electoral de Biden.
Asimismo, aunque en aparente coacción de sus propias filas, Trump leyó una declaración en la que prometía una transferencia pacífica de poder el 20 de enero.
Ante su manifiesta irresponsabilidad y actitud negligente, figuras destacadas republicanas se están desvinculando de Trump. El precio del partido republicano por su seguidismo ha sido demasiado alto dejando claro el mal trato al que llegaron.
Para renovar con éxito y fortalecer la democracia estadounidense, en lugar de amenazarla, los republicanos deben deshacerse de Trump y no darle permiso para un nuevo envite en unas próximas elecciones.
La salud a largo plazo de la democracia estadounidense depende de si los republicanos repudian sin fisuras no solo a Trump, sino también a sus métodos. La tarea no será fácil. Mitch McConnell, el líder republicano del Senado, dio una demostración tardía esta semana de cómo debe actuar un conservador que respete la constitución. Debería comprometerse a cooperar con el Sr. Biden siempre que sea posible. Muchas de las fuentes del populismo son económicas.
De igual forma los republicanos deberían apoyar la inversión en la fuerza laboral y la infraestructura que ayudaría a drenar parte del resentimiento de la base de Trump. McConnell también correrá el riesgo de ser desafiado por los aspirantes a herederos de Trump, como Ted Cruz de Texas y Josh Hawley de Missouri.
Puede que sean demasiado descarados para admitir su responsabilidad. Eso les da a los republicanos de principios, incluido Mitt Romney, la oportunidad de hacer hincapié en la importancia de la integridad en la vida pública.
La república estadounidense permanece intacta. Pero el peligro no ha pasado. La forma más eficaz de que Biden muestre la democracia sería demostrar que el gobierno puede funcionar. Pero no puede hacerlo solo. Los republicanos deben abandonar su hostilidad a la cooperación con los demócratas.
Con una paciencia encomiable Biden no ha caído en las provocaciones e insultos de Trump.
Desde que se supieron los resultados y su elección como nuevo presidente viene trabajando para poner de nuevo el país en marcha, unir a los ciudadanos bajo un proyecto común de mínimos y superar la división.
Biden ha anunciado un plan ambicioso de US$1,9 billones con el que el quiere estimular la economía y combatir la pandemia.
El plan llega en momentos en que el coronavirus rompe récords, con más de 200.000 casos nuevos cada día en el país más golpeado por la pandemia.
Las solicitudes de desempleo han alcanzado su nivel semanal más alto desde agosto, con más de 18 millones de personas en paro en todo el país.
Hay mucho trabajo por hacer.
Redacción
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