Decía el gran filósofo y escritor italiano Umberto Eco “Sabiduría no es destruir ídolos, sino no crearlos nunca.” Y es que a pesar de lo avanzadas que puedan resultar las democracias en occidente sorprende como aún no se ha creado un antídoto para dejar de elevar a los altares a ciertos ídolos falsarios, ídolos de barro.
Cuando los partidos homologables en las democracias liberales, consistentes en la democracia representativa, no son capaces de ofrecer soluciones eficaces a problemas estructurales (muy especialmente en épocas de crisis) es cuando se genera un ecosistema y caldo de cultivo propicio para que este espacio sea ocupado por los populismos. Por tantas veces que se haya repetido no deja de ser cierto.
Una sociedad hastiada y desorientada es aún víctima de su propio complejo de rebaño y agarrarse a ideas populistas como un espejismo de solución.
Más cabe decir que vivimos en una sociedad altamente mediatizada, donde una buena pátina de marketing y la connivencia propagandística de ciertos sectores puede hacernos vender como producto de calidad lo mediocre, crear esos ídolos mesiánicos a los que millones seguir a ciegas sin ningún resquicio de crítica.
No fueron pocos que vendieron y compraron a Donald Trump como empresario de éxito, estadounidense de pro, hombre mordaz y sin complejos que haría de nuevo América grande, porque para él su país era lo primero.
Su final más deplorable azuzando de forma irresponsable a las masas y no frenando categórico el intento de golpe de Estados en Estados Unidos. Su deslealtad al país que decía querer, al estado de derecho y su Constitución ha quedado manifiesta.
Aquellos republicanos que alertaron de la peligrosidad del personaje y fueron llamados “traidores” por las filas trumpistas, como Cindy McCain, la viuda del ex senador John McCain, cobran más relevancia que nunca.
El daño está hecho y se ha llegado a este punto para que ahora republicanos de su gabinete le dejen solo. Ahora se pide al vicepresidente, Mike Pence, que pongan en marcha la 25ª enmienda para retirar a Donald Trump de la presidencia y que responda legalmente a las consecuencias derivadas de este intento de golpe de estado.
Los populismos de distinto signo apelan a las emociones para movilizar a la masa acrítica. El ejemplo de Trump no es nuevo en la historia y por desgracia se repite cíclicamente, a la espera que alguna vez la ciudadanía aprenda esas lecciones negativas.
Aprovechando la inercia de la crisis del sistema en 2008 otros personajes de este corte populista y mesiánico han aprovechado su oportunidad: Jair Bolsonaro en Brasil, Matteo Salvini en Italia, Nigel Farange ex líder de UKIP en Reino Unido, Nicolás Maduro en Venezuela, Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia, Viktor Orbán en Hungría, Jarosław Kaczyński en Polonia, Boris Johnson en Reino Unido, Santiago Abascal en España…
En esta época de pandemia y de crisis hay ejemplos valiosos que han sabido demostrar altura de miras y buena gestión, aun cuando alguna de las decisiones en su momento no dieran votos.
Son de sobras conocido los liderazgos de buena gestión y responsabilidad en su cargo de Jacinda Ardern en Nueva Zelanda, Angela Merkel en Alemania, Tsai Ing-wen en Taiwan y también Joe Biden está demostrando una serenidad y buen hacer para intentar unir de nuevo a los estadounidenses y resolver los graves problemas como nación y en medio de una pandemia.
Visto las consecuencias de la polarización la ciudadanía se debería plantear seriamente a quien deposita su confianza eventualmente y que esta nunca sea ciega.
América Latina se prepara para una avalancha de elecciones en momentos en que los países que la conforman continúan combatiendo la propagación del coronavirus. Sabemos que el clima que se vive en alguno de estos países es complicado.
Igualmente en Febrero se celebrarán las elecciones en Cataluña – si no se retrasan por razones sanitarias – y que es otro ejemplo de muchos años complicados por la fractura social y ahora se suma una gestión cuestionada de la pandemia.
Será importante de cara a la estabilidad democrática saber si se puede hallar una solución con gente de corte moderado como Salvador Illa del PSC, o el caos puede insuflar aún más los extremos de VOX y la CUP que tanto ansían el caos.
La ciudadanía debe aterrizar las ideas sobre lo que es la política, que no se trata de un reality show sino una cosa seria en que nos jugamos cosas tan importantes como la democracia, que cuesta mucho en construir y solo un segundo en romper.
Más necesario que nunca hay que valorar la gente normal de la sociedad civil que sin ánimo ególatra puede contribuir en un momento dado a mejorar la sociedad desde la política.
Gente previsible, aburrida que dirían algunos, pero que sin tanto ruido y algaradas pueden construir.
Gente que una, cuándo nos toque, votemos a la gente normal.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo
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