“Durante 70 años, Estados Unidos, bajo presidentes demócratas y republicanos, jugó un papel de primer nivel escribiendo las reglas, forjando los acuerdos y animando a las instituciones que guían las relaciones entre las naciones y promueven la seguridad y la prosperidad colectivas –hasta la llegada de Trump—”, escribió Joe Biden en la revista ‘Foreign Affairs’ durante la primavera pasada a modo de manifiesto de política exterior.
Después de la política de unilateralismo de Trump y trato desconsiderado a los aliados tradicionales de Estados Unidos, el nuevo presidente electo se enfrenta a retomar el liderazgo mundial y el prestigio diplomático erosionado en estos años anteriores.
Una vez asuma el cargo en enero, Biden ha prometido acciones rápidas para mostrar, en sus palabras, que “Estados Unidos ha vuelto”.
Esto implica que en los cien primeros días activará de París sobre el cambio climático; ofrecerá volver a unirse al acuerdo nuclear de 2015 con Irán si Teherán vuelve a cumplir; reafirmar el compromiso militar de Estados Unidos con la OTAN; reincorporarse a la Organización Mundial de la Salud; y trabajar con otros países para combatir la pandemia de COVID-19.
En su época como vicepresidente para el gobierno de Barack Obama ya desempeñó un papel relevante en asuntos exteriores. Convencido transatlanticista, en el curso de su carrera política ha forjado relaciones estrechas con líderes europeos claves. Luego es de esperar que estas actuaciones prometidas se lleven a cabo.
Asimismo, Estados Unidos seguirá con su política de reducción de las intervenciones militares en tierra extranjera, por ejemplo, a través del paulatino retiro de sus tropas de Iraq y Afganistán. Lo cierto es que hay un consenso entre demócratas y republicanos que considera como forever wars, inútiles e imposibles de ganar.
Y no menos relevante el consenso acerca de China como máximo competidor, y al que consideran hay que contener por su presunta actitud de llevar a cabo prácticas económicas abusivas y desleales.
Los recelos son ciertos cuando durante estos años China ha avanzado a pasos agigantados en su política exterior. Precisamente el gigante asiático se sumaba otra victoria logrando un acuerdo para formar la mayor asociación comercial del mundo, que integra a países de Asía y Oceanía.
Y es en este punto que Biden advertía en la continuación del manifiesto en ‘Foreign Affairs’: “Si continuamos con su abdicación de esa responsabilidad, ocurrirá una de dos cosas: o alguien más tomará el lugar de Estados Unidos, pero no de una manera que promueva nuestros intereses y valores, o nadie lo hará y se producirá un caos. De cualquier manera, no es algo bueno para Estados Unidos”.
La cooperación internacional es ya un tema ineludible, y es por ello que el presidente electo en beneficio también de los Estados Unidos promulga esa reconstrucción de una alianza de países liberal-democráticos.
Sin embargo en un mundo multipolar que se sustenta en la competición entre varias potencias, sabe que en el que es cada vez más difícil pensar en imponer a la fuerza valores particulares, por justos y legítimos que piense que sean.
Es entonces cuando la contención y al búsqueda de equilibrios se muestra como instrumentos más válidos para conseguir una política eficiente.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo