Esta pandemia nos está quitando muchas cosas que hace unos meses eran impensables: millones de vidas, empleos, la libertad de una vida cotidiana, los afectos y el contacto con los seres queridos.
La prioridad sigue siendo mientras dure esta pandemia el salvar cuántas vidas posibles de los cientos de miles de contagiados que se producen cada día en el mundo. Pero no hay que olvidar la tragedia que supone el ejecutar tantas medidas restrictivas que de facto impacta con el quiebre de sectores como el turismo, la hostelería, el ocio nocturno o la cultura.
Existe la encrucijada de saber conjugar esas medidas sanitarias con las necesidades de esos sectores afectados. Detrás de cada negocio hay familias, autónomos y pequeños empresarios que sufren los efectos colaterales.
A nuevas restricciones, se debería proveer ayudas a los sectores perjudicados. Es el caso de Alemania que asegura el reparto de 10.000 millones de euros, así como nuevas ayudas a las empresas de menos de 50 empleados y los autónomos que cubrirán hasta el 75% del volumen facturado en noviembre de 2019, tras restar otras ayudas como la subvención a las reducciones de jornada y las ayudas puente.
Cada vez se está apoyando más la decisión de reconvertir, al menos de forma temporal, los locales de ocios nocturnos en eventuales cafeterías o de restauración.
Asimismo, destaca el ejemplo silencioso pero eficiente de Finlandia que haciéndose valer de su alta digitalización industrial ha conseguido mantener a flote a la mayoría de sectores.
En las últimas dos semanas, Finlandia ha registrado 45,7 nuevos casos por 100.000 habitantes, la tasa más baja de la UE, según la OMS. El país es el único donde se han reducido las nuevas infecciones en comparación con dos semanas atrás.
Cabe destacar la diligencia de las autoridades que hicieron hincapié en el establecimiento de sistemas eficaces de diagnóstico y trazabilidad con una aplicación.
Dicha aplicación se utiliza actualmente en todo el país, donde ha sido descargada unos 2,5 millones de veces, en un país con 5,5 millones de habitantes, eludiendo los problemas de confidencialidad o de funcionamiento frecuentes en otros países de Europa.
Organización, gestión, digitalización, respeto de las pautas por parte de unos finlandeses concienciados y la mejor adaptación a las circunstancias de un carácter menos socializador que otros muchos países.
“En la cultura finlandesa, no somos muy sociables (…) nos gusta estar solos y un poco aislados”, asegura Nelli Hankonen, profesora de psicología social de la Universidad de Helsinki.
Sin embargo, a nivel global los psicólogos ya han alertado de esas consecuencias que el distanciamiento, el no contacto y no sociabilización están causando a millones de personas del mundo en forma de ansiedad, estrés o depresión.
Porque una forma de “no vivir”, o hacerlo con peor calidad de vida, es el no poder “socializar”.
Contrasta las imágenes de personas hacinadas en el transporte público con las restricciones en cafés y terrazas, y es ahí donde con razón se denuncia la incoherencia.
Los expertos ya advirtieron que los contagios se reducen de forma muy exponencial al aire libre, luego se deberían potenciar las actividades en la calle y para ello habilitar más estufas y otras medidas que lo hicieran posible.
“En Nueva York, que lo está haciendo fantásticamente, no han abierto el interior de restaurantes y bares; se hace todo en la calle, hasta las peluquerías” aseguraba hace unas semanas la viróloga Margarita del Val.
Se suele decir que no se valoran las cosas hasta que no las perdemos y esta pandemia nos está enseñando a marchas forzadas a valorar todos esos momentos cotidianos que dábamos por sentados: las charlas distendidas, el compartir un café, el salir de copas…a recuperar en definitiva la libertad.
Volver a vivir, ojalá sea pronto.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo
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