Dicen los psicólogos que en las circunstancias más difíciles es cuando se demuestra la valía del carácter, la naturaleza de la que estamos hechos.
Si miramos al pasado, sobre las pandemias y otros desastres han dado a las personas la oportunidad de pensar su mundo de nuevo y les han permitido aprender nuevas formas de hacer frente a la situación. Le ha dado a la gente el espíritu y la fuerza para luchar de nuevo.
Esta pandemia, que en su mayor parte está siendo desastrosa para todos nosotros y ha afectado a personas de todos los ámbitos de la vida, debe servir de revulsivo para cambiar de alguna manera el orden mundial y la forma en que la gente hace las cosas y reacciona.
La pandemia está significando una experiencia compartida por toda la humanidad, algo insólito pero que nos conecta a todos en el sufrimiento y la empatía de estas vivencias.
Bajo este contexto es una razón suficiente para que nos haga unirnos más, el mostrar un mayor nivel de compasión y comprensión de los unos a los otros. Por lo que esta experiencia debería estar grabada a fuego en el imaginario colectivo para recordar lo valioso que resultan estas enseñanzas y tenerlas más en cuenta al volver a una realidad más plácida para después de la pandemia.
El coronavirus vino a cambiar radicalmente nuestras vidas, nos ha llevado a confinarnos, aislarnos, mantenernos en casa, distanciarnos socialmente de los seres queridos…situaciones para las que no estábamos preparados ni mental, ni psicológicamente.
Los casos de ansiedad, depresión, estrés y otros trastornos se multiplican, pero al mismo tiempo sirven como espejo frente a una sociedad que durante demasiado tiempo ha vivido de espaldas al bienestar social y valorización de los cuidados.
Ahora podemos aprender a ser más empáticos con las personas y la humanidad en general.
Decía el gran escritor Jorge Luis Borges “Tenemos el derecho y el deber de la esperanza” y autor de numerosas obras como “El Tamaño De Mi Esperanza” (1926).
Los gobiernos con sus acciones tienen buena parte de responsabilidad para rescatar a la ciudadanía, pero no les podemos relegar por completo esta responsabilidad compartida.
Durante meses la ciudadanía ha demostrado una capacidad de superación y voluntarismo como pocas veces habíamos visto en la historia: personas anónimas confeccionando mascarillas desde sus casas, ingenieros uniéndose en proyectos colaborativos para crear respiradores, vecinos haciendo la compra a personas mayores aisladas…
Podemos confiar en los talentos humanos y los recursos que son los más altos de la historia. Son muchas las soluciones que se están llevando a cabo para salir cuanto antes de esta situación, y todos podemos contribuir en la medida de nuestras posibilidades
Es seguro que saldremos de esta y cada minuto que pasa estamos más cerca.
El esperanzar, el esperanzarnos, debe ser un imperativo que poner como tarea a todos los que estamos sanos, los que estamos vivos y tenemos suficientes motivos para no despreciar el futuro.
Hace unos días se hacía viral una bella fotografía de un médico que atendía un parto y el bebé usaba sus manos por primera vez para algo que todo el planeta está deseando hacer.
El recién nacido agarraba la mascarilla del doctor con todas sus fuerzas y se la zafaba con éxito de su rostro.
“Todos queremos una señal”, apuntaba el sanitario, Dr. Samer Cheaib, en su perfil de Instagram, lugar de origen de la foto que ha dado la vuelta al mundo, esta vez por un buen motivo.
Porque a pesar de todo, la vida y el mundo siguen siendo maravillosos.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo
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