Los actos esperpénticos del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmando autógrafos sobre biblias o portando una biblia cual sacerdote delante de las cámaras se han vuelto recurrentes durante su mandato.
Muchas políticas de Trump ante la falta de empatía y humanidad al diferente chocan con la imagen crística que quiere proyectar, pero aun así sigue siendo efectivo para parte de la población como una especie de patente de corso.
Alrededor de un 80 % de los estadounidenses se declara cristiano, en sus distintas ramas le siguen los luteranos sobre un 5% y presbiterianos 3 %.
La religión ocupa un lugar así en la sociedad estadounidense y actúa como un lobby importante condicionando la política. Por esta condición muchas de las medidas liberales y progresistas quedan paralizadas, como el caso del aborto.
“En la mente de muchas personas, creer en Dios es un una especie de garantía de que eres un persona buena, justa o moral”, resume Mandisa Thomas, de la organización Black Nonbelievers.
Por el contrario, los no creyentes son el objeto de la desconfianza persistente. Como prueba, según el instituto de encuestas Gallup, dos de cada cinco estadounidenses dicen que no confiaría en un candidato presidencial no creyente.
Una señal de que el ateísmo es el campeón de los tabúes, es que los encuestados serían menos proclives a rechazar a un candidato abiertamente homosexual o musulmán.
A medida que se acercan las elecciones Americanas, los defensores del ateísmo en los Estados Unidos están en alerta. De esta forma el ateísmo se ha convertido en un verdadero movimiento para contrarrestar el conservadurismo religioso y abrir una época de cambio.
Laurie Gaylor, copresidenta de asociación FFRF, abrazó la causa del ateísmo queriendo primero defender los derechos de la mujer.
“Nos dimos cuenta de que la única oposición organizada por el derecho al aborto vinieron de grupos religiosos y que, para proteger los derechos de la mujer, no podías mezclar religión y gobierno ”, recuerda.
Hace unos meses, la FFRF denunciaba la “teocracia” que, como un tsunami, está a punto de sumergir el país.
Mientras que en Quebec (Canadá) los nacionalistas se convierten en ardientes defensores del laicismo, entre los estadounidenses los defensores del secularismo están en lucha abierta contra los nacionalistas.
“Estamos luchando contra el nacionalismo cristiano, esta idea que Estados Unidos se basan en principios cristianos” explica su colega el consejero político del FFRF, Andrew Seidel “Va en contra de los principios seculares de nuestra Constitución “.
Lo cierto es que los lobbies juegan un papel subterráneo en campaña electoral, ya que la ley prohíbe a las organizaciones sin fines de lucro apoyar abiertamente un candidato, financieramente o de otra manera. En la práctica no siempre se cumple de manera estricta.
Hasta hace muy poco era prácticamente imposible apoyar a candidatos abiertamente ateos.
Solo hasta hace dos años el Congreso creó un “espacio de pensamiento libre” para promocionar la ciencia, soluciones racionales y defensa del carácter secular del gobierno.
El diputado demócrata de la California, hombre de Jared Huff, es uno de sus fundadores:
“Se tiene un problema en los Estados Unidos. Nos estamos moviendo lentamente hacia la teocracia y nuestro grupo piensa que la separación entre la Iglesia y el estado está amenazada”.
Trump se presenta como un anti-sistema como forma de reclamo electoral, pero no lo es y cuenta tras de sí grupos de presión de los más variopintos.
Es conocida la afiliación de la National Rifle Association (Asociación Nacional del Rifle) que deposita cantidades millonarias en las dos últimas candidaturas de Trump y se asegura con su influencia que los parlamentarios puedan legislar a favor de sus intereses.
Frente a los sucesivos tiroteos en las escuelas muchos de los padres han demandado reiteradamente aumentar condicionantes en la regulación de armas como evaluaciones psicologías para su posesión. Sin embargo la influencia de la NRA, que niega cualquier posibilidad, se ha impuesto.
En campaña electoral no solo hay intereses políticos en juego, sino una batalla soterrada de poder y dinero.
Redacción
En Positivo
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