La crisis genera pérdida de confianza, a su vez la pérdida de confianza alimenta la crisis. Un círculo vicioso que la única forma de romper es a partir de reconstruir la confianza.
En tiempos de Coronavirus en que nuestra vida cotidiana se ha visto alterada gravemente, ahora nos tenemos que adaptar al contexto que ha tocado vivir sin perder el ánimo.
No obstante, suerte que esta pandemia se produce dentro de una sociedad avanzada. La situación es privilegiada respecto a los países en vías de desarrollo.
Tenemos tecnología, tenemos prosperidad, vivimos en una civilización moderna, leyes e instituciones. Tenemos el valor de la ciencia.
Pero a pesar de todo, las circunstancias son tan anómalas que la incertidumbre se ha instalado.
Estamos obligados a confiar en políticas cuyas decisiones tienen un impacto directo, concreto y sin precedentes en nuestra existencia.
También estamos obligados a confiar en nuestros semejantes para que respeten las distancias de seguridad, incluso si ellos mismos no tienen miedo enfermarse, y nosotros tenemos que responder con el mismo deber esa confianza.
“El clima de confianza es como el aire que obtienes al respirar”, observó el filósofa de Nueva Zelanda, Annette Baier, en un ensayo de 1994, es decir solo tomamos conciencia de su existencia una vez que ha desaparecido.
Confiamos espontáneamente en nosotros mismos, en los demás, en el mundo, en la vida misma, hasta el día en que ocurre una vicisitud, una amenaza profesional, médico o sentimental. Nos damos cuenta cómo confiamos en todo este tiempo y sentimos que de repente ya no podemos más.
Los expertos, investigadores, sanitarios y científicos se han convertido en sectores altamente valorados por la confianza que despiertan en la ciudadanía.
En este sentido, de acuerdo a una serie de estudios presentados a mediados de febrero en la reunión anual de la asociación Americana para el avance de Ciencias (AAAS), la organización sin fines de lucro que publica la revista Science, enumera cinco factores a desempeñar en un papel de liderazgo en la confianza que la población otorga a la información científica.
En el informe se señala “Las personas que prefieren historias estadísticas, es probable que tome una decisión basada en la intuición y las anécdotas, mientras que los ‘guerreros de la verdad quieren pruebas irrefutables”.
Pero no solo la ciencia, los representantes políticos deberían apoyarse más en la información rigurosa de la mano de los expertos. Todo, para desarrollar enfoques adaptados que puede tener un efecto y medible en la confianza pública en la ciencia.
Asimismo la empatía y colaboración son fundamentales. De acuerdo a la publicación The Conversation tres jefes de gobierno se están manejando particularmente bien en la crisis de salud: Tsai Ing-wen en Taiwán, Jacinda Ardern en Nueva Zelanda y Angela Merkel en Alemania.
Tres mujeres. “Lo hicieron tomando atención, empatía y apuesta por la colaboración. Estas cualidades: que el estereotipo vincula usualmente a las mujeres les permitió escuchar a expertos científicos, trabajar con las autoridades locales y comunicarse efectivamente con la población.
Se han mostrado capaces de actuar de forma transparente y confiable en este período de gran confusión”.
Lo cual evidencia a su vez la importancia del capital humano, la validez de ciertas personas que marcan la diferencia y su talante en las épocas de crisis.
Redacción
En Positivo
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