A lo largo de la historia toda crisis o suceso trágico ha provocado cambios importantes en la sociedad. La peste negra contribuyó al principio del fin del sistema feudal de la Edad Media, así como un cambio de percepción sobre la manera de vivir y morir.
Más cerca en nuestro tiempo el atentado del 11-S sobre las torres gemelas supuso un shock en el mundo. Luego la crisis financiera de 2008 nos dijo que también podemos sufrir las calamidades de épocas pasadas, como el colapso económico de la Gran Depresión. Ahora la pandemia por el Coronavirus aparece en nuestras vidas un espectro repentino de aquella pandemia de gripe de 1918.
Este golpe de realidad ha supuesto una nueva pérdida de la inocencia que nos une a todos en un mismo sentimiento de vulnerabilidad. Pero puede y debiera servir para construir una nueva forma de ser y estar en el mundo y acelerar como otras veces los cambios necesarios.
Es la oportunidad para un mundo menos individualista, aunque por solo interés egoísta fuese, se está demostrando que más que nunca nos necesitamos los unos a los otros para hacer una sociedad segura y sostenible.
El miedo a este cambio ya está encontrando la resistencia que puede recurrir al autoritarismo como el caso del presidente de EE.UU Donald Trump o también un descontrolado Bolsonaro en Brasil.
Sin embargo, frente a las políticas erráticas, es más fácil que cambie de dirección hacia algo más positivo. Nuevas inversiones sustanciales en bienes públicos, especialmente en salud y servicios públicos que sostienen el Estado de Bienestar.
Según explica Peter T. Coleman, profesor de psicología en la Universidad de Columbia, en su próximo libro The Way Out: How to Overcome Toxic Polarization considera que será posible superar esta polarización creciente.
El “enemigo común” al que empiezan a mirar las personas, más allá de sus diferencias, es una amenaza vírica compartida. De orientarse bien puede traer un cambio de rumbo hacia una solidaridad funcional.
Además, según explica este experto, los estudios demuestran que los patrones relacionales fuertes y duraderos a menudo se vuelven más susceptibles al cambio después de que algún tipo de shock importante los desestabiliza. Esto no necesariamente sucede de inmediato, pero suele ocurrir.
En este sentido las elecciones presidenciales de EE.UU en noviembre de este año marcarán la tendencia de los próximos años. De ganar el candidato demócrata Joe Biden y con posibilidades de armar un equipo profesional y solvente será una bomba de oxígeno, no solo para los estadounidenses sino para el resto del mundo.
Por lo pronto en sondeos aún muy prematuros ya está cambiando la tendencia y en estos momentos Biden aventaja en once puntos a Trump que pierde apoyo también en las filas republicanas.
De igual forma en Europa está la posibilidad de una refundación real que ya empieza con unos fondos importantes solidarios que se destinarán proporcionalmente a los países afectados por la pandemia. De seguir esta línea constructiva la red de populismos irán aminorando sus fuerzas.
Además, durante esta pandemia se percibe un cambio en la percepción del patriotismo.
Los ciudadanos valoran el trabajo de las fuerzas y cuerpos de seguridad en tanto en cuanto colaboran para desplegar hospitales de campaña. Pero entran en escena los médicos, cuidadores, farmacéuticos…que permanecen en primera línea de batalla para salvar la vida de personas contagiadas.
Esto aporta una nueva dimensión, entendiendo el patriotismo más como proteger la salud y la vida de cada comunidad.
A pesar de la incertidumbre los cambios no tardarán en materializarse de forma progresiva. A fuerza de necesidad se espera un escenario en que el mundo se una para una recuperación más sostenible y consciente.
La vida ya ha cambiado, la vida ya no es igual y esperemos que los cambios que vienen nos hagan mejores.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo
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