La última década se enmarca en un avance de los liderazgos femeninos en el mundo. Y a pesar de que se han dado pasos hacia adelante, la comparativa da buena cuenta de que todavía es del todo insuficiente.
De los países que están en la ONU menos del 10% cuentan con una mujer como jefa de Estado o de gobierno. Solo el 4% de la población mundial tiene a una líder al mando del país.
Sin embargo, y a pesar de que no son muchas, en plena pandemia del Coronavirus el liderazgo femenino se está haciendo notar para bien.
Mujeres de distinta afiliación ideológica, de la socialdemocracia al partido conservador, desde el centro de Europa hasta Oceanía.
Valorar el liderazgo por una cuestión de sexo, sería una visión reduccionista. Pero no es por una razón biológica, sino por la constatación de ciertas orientaciones psicológicas positivas.
También hay líderes masculinos que están gestionando bien la crisis. Pero hay pocas mujeres líderes que lo hacen mal. Los perfiles son diversos, pero todas estas presidentas de gobierno coinciden en una formación competente y experiencia profesional.
La alemana Angela Merkel, ya al final de su carrera política y de su cuarto mandato, ha sido aplaudida por sus sinceras intervenciones, advirtiendo este como el “mayor desafío” del país desde 1945. Doctorada en química cuántica, sus exposiciones rigurosas y serenas, han avalado la base científica de una estrategia de salida del confinamiento flexible.
La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, actuó con diligencia e impuso una cuarentena de 14 días a cualquiera que ingresara al país el 14 de marzo e implementó un estricto bloqueo dos semanas después, cuando menos de 150 personas habían sido infectadas y ninguna había muerto. Ahora se marca como objetivo ser el primer país en erradicar el Coronavirus.
La primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, siguió un camino similar, cerró las fronteras del país escandinavo el 13 de marzo y, unos días después, cerró todos los jardines de infantes, escuelas y universidades y prohibió las reuniones de más de 10 personas. Los discursos de Frederiksen, sencillos y las claros en las instrucciones, han sido ampliamente elogiados.
Igualmente la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, respondió rápidamente, activando el centro de control de epidemias del país a principios de enero e introduciendo restricciones de viaje y medidas de cuarentena. Se implementaron medidas masivas de higiene pública, incluida la desinfección de áreas públicas y edificios.
Islandia, bajo el liderazgo de Katrín Jakobsdóttir, ha ofrecido pruebas gratuitas a todos los ciudadanos, no solo a aquellos con síntomas. La primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, se movió decisivamente para imponer un estricto cierre, incluida la prohibición de todos los viajes no esenciales dentro y fuera de la región de Helsinki. Erna Solberg, primera ministra de Noruega, ha dicho que “dejar que los científicos tomen las grandes decisiones médicas”, y el minucioso programa de test está siendo clave.
A diferencia de otros liderazgos masculinos de corte mesiánico, estas mujeres líderes no se erigen como salvadoras sino como gestoras de los problemas.
Puede que ese perfil multidisciplinar de las mujeres, tan acostumbradas a hacer diversas tareas a la vez, a conciliar como pueden, trabajar y si quieren formar una familia, les sirva para imprimir el pragmatismo necesario.
Los expertos coinciden en mayor grado un nivel superior de empatía, inteligencia emocional y visión innovadora para abordar los problemas desde otra perspectiva.
Quizá por la dificultad, y sentido de responsabilidad para llegar al nivel de una presidencia de gobierno. Las mujeres tienen que demostrar más para que sean valoradas y electas por su excelencia.
Otra cuestión son los liderazgos intermedios en los partidos donde ya se pueden apreciar perfiles más dispares, más corporativistas y no necesariamente de gestión eficaz.
También hay casos de líderes femeninas de cargo intermedio que a pesar de su formación y experiencia reproducen una retórica poco útil, incoherente, sin matices y siempre hiperventilada pasé lo que pasé.
Se trata de liderazgos orientados a fidelizar a un sector duro de electores, en vez de hacer una aportación útil a la sociedad, véase el caso en España de Cayetana Álvarez de Toledo del PP, Macarena Olona de Vox o Meritxell Budó del Pdecat que cada vez que hablan, erizan la piel de propios y ajenos.
Durante esta pandemia del Coronavirus hemos visto también declaraciones desafortunadas de esas mujeres que ni en momentos como el actual saben orientar la crítica de forma constructiva.
Sin embargo, este caso extremo en mujeres es – como avalan los datos – una excepción.
Tal y como se está comprobando en esta emergencia y en general, son más las mujeres que saben inspirar y transformar las sociedades.
Ya están marcando un antes y después en la percepción benéfica de los liderazgos femeninos.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo
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