El ritual de aplaudir en los balcones se ha extendido en todo el mundo como ejercicio de agradecimiento a los profesionales sanitarios. No llevan capa y a veces sin tan siquiera tienen medios suficientes ante las exigencias de la emergencia sanitaria, pero se han convertido en los verdaderos héroes de nuestro tiempo gracias a la disposición de su valía por el interés colectivo.
Los aplausos como símbolo y reconocimiento unánime de quienes nos cuidan, ha conseguido lo tantas veces impensable: la comunión de gentes de distintas ideologías que a la hora en punto muestran su agradecimiento.
Aunque de origen incierto parece que parte de uno de los rituales de los antiguos romanos en cuyo teatro al final de la obra, el protagonista gritaba “Valete et plaudite!”, y la audiencia coreaba sus aplausos antifonalmente. Entonces, en sus inicios a menudo era organizado y remunerado para amenizar el acto.
Hoy los balcones se han convertido en palcos improvisados y positivos donde la gente espontáneamente y sin ninguna consigna política corresponde al esfuerzo de estos profesionales sanitarios.
Y lo mejor es el clima social que se ha generado, por fin uniendo en lo positivo en detrimento de la manifestación de lo negativo.
En líneas generales la sociedad está respondiendo a la altura que el contexto necesita; respetando las recomendaciones sanitarias y ordenes de confinamiento, han entendido las renuncias en aras de un bien superior.
De la misma forma los gobernantes e instituciones se enfrentan a un reto sanitario sin precedentes agravado a nivel global. Poco se podía sospechar hace unos meses enfrentaros a una pandemia mundial de esta gravedad que no tiene antecedentes en la época moderna.
Luego nadie puede discutir la dificultad de la gestión, sea el gobierno que sea (de izquierda a derecha, pasando por populistas) y así se demuestra en países distintos con gobiernos de posiciones ideológicas muy diferentes.
Con sus más o menos aciertos y errores, pero cuya crítica destructiva, ahora, en medio de una pandemia, parece poco inteligente si se quiere frenar cuanto antes y priorizar esfuerzos en lo fundamental: que es salvar vidas.
A partir de entender la complejidad de la situación los dirigentes y grupos políticos están llamados a mejorar a través de soluciones, de la mano del rigor y de la ciencia.
De la mano para salir cuanto antes de esta situación que nos afecta a todos, a ser igual de ejemplarizantes que así los son responsables sanitarios, trabajadores de supermercados, cuidadores, cuerpos y fuerzas de seguridad.
El negacionista presidente de los EE.UU, Donald Trump, que hace unas pocas semanas cometía el error extendido a otros dirigentes de minimizar las consecuencias del Covid-19, ha contado desde el inicio con el apoyo de los demócratas. En esta cuestión vital, demócratas y republicanos aprobaron hace unas semanas conjuntamente un paquete de ayudas y fondos destinados a hacer frente a la crisis del coronavirus en el país.
Es cierto que con posterioridad ha habido discrepancias en el modo de encarar esta crisis, pero el sentido común parece más fuerte. Todo pese a considerar que a finales de este año se juega las elecciones presidenciales del país.
Esta misma semana Trump y Biden conversaban por teléfono para acciones conjuntas. “Tuvimos una conversación maravillosa, fantástica”, ha afirmado el presidente de Estados Unidos.
Esta es ahora mismo la tónica general en los países, incluso cuando algunos gobiernos hayan cometido errores importantes en previsión.
Y ahora se entiende mejor como la cooperación entre distintos es de obligación moral cuando se juega algo tan valioso como la vida.
Algunos de los populistas están incluso demostrando algo de cordura, si bien otros homólogos siguen por los mismos derroteros. En el caso de Europa, Le Pen y Salvini no quieren perder su minuto de gloria haciendo campaña electoral destructiva en medio de una pandemia.
En España Vox de la ultraderecha y la CUP radicales y antisistemas de izquierda, se unen para votar en contra de la prórroga del estado de alarma, que en caso de no aprobarse hubiera supuesto de facto salir del confinamiento y poner en grave peligro a millones y millones de personas.
Mientras la mayoría de ciudadanos de todo el mundo están dando ejemplo, los hay que en ni en circunstancias excepcionales quieren renunciar a su circo particular.
Pero por sus hechos les dejan en evidencia, se retractaran ante la población que sí está haciendo esfuerzos mayores.
En este contexto algunos populismos prefieren rascar cuatro votos con su “cuanto peor mejor” que velar por la salud de las personas. Incluso postergando con un poco de inteligencia la crítica, o haciendo una crítica constructiva pero leal, prefieren elegir el peor de los caminos posibles.
La suerte, es que son los menos. Hacen mucho ruido pero no podrán acallar los millones de aplausos en el mundo.
No olvidemos y ya tocará recordar, quienes sí se comportaron con sentido de estado.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo
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