Ya en la antigua Grecia, el eterno filósofo Platón y siempre buscador de la verdad advirtió de la presencia viciada de narradores profesionales y mitólogos itinerantes siempre dispuestos a fabricar fábulas dañinas.
Pero incluso en la justificación de la evidencia Platón admitía aquellas mentiras piadosas con intención benevolente para con el pueblo y el Estado, que en ese caso excepcional acuñó como ‘nobles mentiras’.
Pese al horror inicial que pueden causar las mentiras, lo cierto es que las consumimos cotidianamente sin rubor alguno, que es sino muestra de hipocresía social.
¿La sociedad está preparada para la verdad? La filósofa y teórica Hannah Arendt decía en su libro “Verdad y mentira en política” que la verdad no suele ser bien aceptada, y por tanto corre el riesgo de convertirse en tabú y ser excluida “La verdad factual, si se opone al provecho o al placer de un determinado grupo, es recibida hoy con una hostilidad mayor que nunca”.
Frente a esta realidad social los políticos no solo concurren en mentiras piadosas – algunas veces por ignorancia y otras por evitar alarmismo – sino que en muchos casos pasan el umbral de lo aceptable y se suceden las grandes mentiras con distinta apariencia.
Vivimos en la era de la posverdad, cuando la apariencia que se otorga a los hechos es más relevante que la veracidad de los hechos en sí.
Las fake news, los bulos de toda la vida, corren como la pólvora en las redes sociales esperando algún incauto/a para que pique el anzuelo y darle máxima difusión.
Ya en el 2011 cuando esta existencia no era tal, hablé en “Verdades cambiadas” de la presencia de unas verdades manipuladas, mentiras al fin y al cabo, impuestas y dirigidas muchas veces desde las altas esferas para confundir y evitar discernir la realidad tal cual es.
Asimismo advertía del peligro de contaminación por parte de los medios dejándose arrastrar por el poder de la exclusiva en la cultura de la inmediatez.
Cuando en lo esencial se debería privilegiar antes que nada el rigor, orden y veracidad, cimientos que han sustentado y deben seguir priorizando en el periodismo.
En el barro de la mentira los políticos más sensacionalistas hacen su agosto. Trump es un perfecto exponente con su negacionismo sobre el cambio climático a pesar de las evidencias y estudios científicos, por citar solo un ejemplo de sus numerosas polémicas.
El populismo en todas sus formas es principalmente el más interesado, creando noticias falsas para generar más crispación y así polarizar más si cabe a la sociedad.
Es la técnica que vienen usando todos los partidos de corte populista, de izquierda a derecha, para cavar grietas insondables y que tan buenos resultados les dan para mayor gloria de sus intereses partidistas (Trump, Bolsonaro, Vox con la reciente polémica del PIN parental, y tantos otros en el mundo).
Pero incluso los partidos de corte tradicional en cualquier democracia (verdes, socialdemócratas, liberales y conservadores) no saben manejar estas circunstancias, y sus ansias por no salirse del foco les inclina a seguir los pasos del populismo. Las mentiras descaradas unidas al sensacionalismo como sinónimo del ‘clickbait’, conforman un círculo vicioso.
Pero Arendt también decía que se llega a un punto a partir del cual la mentira resulta contraproducente. Dicho punto se alcanza cuando la audiencia a la que se dirigen las mentiras se ve forzada, para poder sobrevivir, a rechazar en su totalidad la línea divisoria entre la verdad y la mentira.
En esta fina línea la sociedad puede rechazar por hastío (porque no soporta más mentiras) o el escenario contrario y peor: en el que se confunde la verdad y mentira como un todo.
Si las mentiras no resultaran tan baratas, en campaña electoral pero en cualquier otra circunstancia, la clase política se lo pensaría dos veces por miedo a ser penalizados por sus potenciales electores. Y es en este punto cuando la sociedad debe estar preparada para ser más tolerante con la verdad, incluso cuando en ciertos momentos pudiera parecer dura.
Asimismo los medios de comunicación tenemos una gran responsabilidad para no amplificar mensajes confusos o directamente mentirosos.
En su lugar debemos incentivar un rol social en favor de la sociedad y que actúe bajo un espíritu constructivo.
Jorge Dobner
Editor
En Positivo
Leer más: