Antes de que la conciencia por el cambio climático fuera una cuestión generalizada como lo es hoy, ya había un proyecto pionero para encontrar una nueva fuente segura, respetuosa con el medioambiente e ilimitada.
En 2007 se inicia el proyecto ITER (Reactor Experimental Termonuclear Internacional), el proyecto de ingeniería más apasionante (y complicado) diseñado como el paso experimental clave entre las máquinas de investigación de fusión de hoy y las plantas de energía de fusión de mañana.
Considerada como la «energía de las estrellas» ya que activa astros como nuestro Sol, la fusión implica la liberación de energía mediante la unión de núcleos atómicos, contrariamente a la provocada por la fusión nuclear utilizada en las plantas de energía nuclear y en las bombas atómicas.
El director general de la organización, el francés Bernard Bigot, a menudo explica que “el objetivo es demostrar que el fenómeno que sucede en las estrellas y en el sol, la fusión de los núcleos de hidrógeno, es también posible y manejable en la Tierra”.
Esta es precisamente una de sus ventajas, pues la fusión no produce gases de efecto invernadero, ya que la reacción sólo produce helio, un gas no nocivo – es por ello que se considera “energía limpia” -.
Miles de ingenieros y científicos han contribuido al diseño de ITER. Los miembros de ITER —China, la Unión Europea, India, Japón, Corea, Rusia y Estados Unidos— ahora participan en una colaboración para construir y operar el dispositivo experimental ITER, y juntos llevan la fusión al punto donde se puede diseñar un reactor de fusión de demostración.
Las instalaciones donde se desarrolla todo el experimento se están construyendo en Cadarache, en el sur de Francia. La inversión aportada por los 35 países participantes asciende a casi 25.000 millones de euros, lo que convierte al ITER en el quinto plan con mayor financiación de la historia.
Para más información: ITER
Publicado en: El Confidencial
Redacción
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